De la Oscuridad a la Luz. Marino Sr. Restrepo

De la Oscuridad a la Luz - Marino Sr. Restrepo


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un invierno muy fuerte, lo primero que tuvimos que cambiar fue nuestra dieta. En medio de todo, ya éramos vegetarianos; por lo tanto, el grado de desnutrición nuestro era muy alto e iba a perjudicar el embarazo. No conocíamos lo suficiente de la dieta vegetariana como para hacerlo bien sin peligro de desnutrición. La juventud de Alemania, en su gran mayoría, también había sido bautizada por el mismo espíritu que navegaba por los cielos y los corazones de la juventud en América. Sin mucha dificultad, nos unimos a diferentes grupos de jóvenes y continuamos con las mismas costumbres por un tiempo.

      Ingresé a la Universidad de Hamburgo, a la Facultad de Bellas Artes, después de dedicar un buen tiempo a aprender el idioma alemán. Muy pronto, nuestra vida de pareja se enriqueció con la llegada de nuestro primer hijo y muchas cosas empezaron a cambiar, especialmente por la dificultad de manejar nuestra vida con “el establecimiento”, contra el cual nos habíamos revelado y el que a su vez nos detestaba, por nuestra forma de vestir, de pensar, de actuar y de vivir en general. No parecía haber otro remedio que el de encontrarnos en un territorio neutral donde pudiésemos recibir los beneficios económicos del “establecimiento” sin perder nuestra identidad revolucionaria, de “paz y amor”. Para esto, nos tocó cambiar nuestra forma de vestir y mi corte de pelo regresó casi a la normalidad, me afeité mi barba, pero me dejé un bigote abundante que daba mucho qué pensar e incomodaba a la gente de “la otra dimensión”, como la llamábamos nosotros. Sin embargo, logré conseguir un empleo que sufragaba nuestros gastos básicos y mi esposa había sido favorecida con un acto de caridad de su familia, que le consiguió el empleo más elemental, un puesto diplomático del gobierno colombiano.

      Pasamos seis años en Alemania, donde a escasos dos años del nacimiento de nuestro primer hijo llegó el segundo. Mientras tanto, mi vida en la Universidad continuaba vinculada totalmente a un mundo sicodélico, incluido el mismo arte que creaba y la música que estudiaba, componía y escuchaba. Cada oportunidad que tuve la aproveché. Así fue como viajaba a Berlín con mucha frecuencia, donde existía un largo y tradicional bulevar, llamado la Ku-dam que tenía cientos de cafés, bares y pequeñas salas de música en vivo, a lado y lado, en muchos bloques. A este lugar acudía con mi guitarra y, en medio de los alucinógenos y de todos los nuevos amigos que tenía de Europa y los Estados Unidos, recorría los lugares, tocando las canciones que podía. En esa forma, mantenía vivo el espíritu llevado desde Colombia, el cual se volvía poco a poco más esotérico, mágico, metafísico, astrológico, supersticioso, espiritista y alquimista. Una gran corriente pagana de Oriente guiaba toda esta actividad espiritual. Nuestros grandes héroes como los Beatles y muchos otros eran los mayores seguidores de estas corrientes mágicas e influenciaban a todos sus admiradores.

      Era difícil reunirse con un grupo de jóvenes en cualquier situación de la vida diaria, sin que hubiese una anotación mágica o mística de alguna naturaleza, pues toda nuestra vida estaba orientada al ocultismo. Mi esposa y yo, como pareja, lo único que compartíamos juntos del mundo en que nos conocimos eran los conciertos de rock and roll, a los que asistíamos con devoción religiosa, después de asegurar el alimento de nuestros hijos. Nos costaba mucho dinero y nos mantenía en una gran escasez, pero no nos importaba, primero estaba la música, era como nuestra iglesia.

      Poco a poco, la vida entre mi esposa y yo empezó a cambiar. Ya no pensábamos lo mismo. Ella comenzó a inclinarse hacia sus raíces ancestrales y yo cada vez me adentraba más en mi mundo artístico-sicodélico. A finales de 1976, decidimos regresar a Colombia donde casi todos nuestros amigos de la paz y el amor ya no vivían ninguna experiencia mística. Por el contrario, sus vidas giraban alrededor de una gran farra nocturna, llena de alcohol y cocaína. Para acabar de complicar todo, las mafias de traficantes de drogas estadounidenses habían creado en Colombia un paraíso para cultivar y despachar droga a todo el mundo. Muchos contrabandistas de licor y cigarrillos, gente aguerrida, sin escrúpulos y acostumbrados a batirse con la ley y a aplicarla con la misma muerte, se vincularon a este negocio de la droga y se formaron poderosas organizaciones que, en principio, usaron a todos estos amigos de la clase media acomodada con los cuales había compartido toda mi vida sicodélica en Colombia, y los utilizaron para cerrar los negocios con los mafiosos estadounidenses, por la capacidad que tenían de hablar su idioma y conocer su cultura. A los pocos meses de estar en Colombia, no solo mi matrimonio llegó a su fin, sino que mi vida también se complicó totalmente en medio del alcohol, la cocaína, los malos negocios y un apetito lujurioso que cada día se agravaba, a medida que consumía más droga.

      Emigré a los Estados Unidos y empecé una vida llena de confusión y alejada, en principio, de mi verdadero amor que era el arte y la música. Después pasé un tiempo en la Florida y en Nueva York, rodeado de una intensa vida de bares, cocaína, un mar de mujeres tan decadentes como yo y un mundo colmado de ansiedades existenciales, formadas por el gran vacío que me había dejado la separación de mis hijos y de mi esposa; vacío que no lograba llenar con nada. Lo peor de todo era que mi vida espiritual, que yo creía era la última escala de altura mágica, llena de dones y poderes, no era más que una farsa del mal, pero en ese momento estaba muy lejos de saberlo.

      Así que después de este tiempo y por intermedio de todas mis nuevas conexiones artísticas hechas en Nueva York, me embarqué en una nueva vida en California que ocupó los últimos veinte años de mi existencia en una actividad que transitaba entre el cine, la televisión, la música, la permanente acción en el mundo de las drogas y la activa lujuria para lo cual Hollywood era quizás la gran meca. El mismo espíritu que me guió desde mi bautismo al mundo de Dona en Colombia, con mi primer cigarrillo de marihuana en el año 1967, me orientaba aún en mi vida en California. No creía que hubiera sido una coincidencia que proviniendo de este lugar ahora me llamara a darme un último sacudón para dejarme convertido eternamente a la oscuridad espiritual.

      Mi actividad artística volvió a resucitar en California y esto ayudó a llenar un poco las ansiedades existenciales que me habían consumido los últimos cuatro años en territorio estadounidense. Pero, al mismo tiempo, mi actividad mágica y esotérica creció mucho más. California podría ser, con toda facilidad, el Centro mundial de la presencia de la Nueva Era con su oscuridad espiritual. Todo profeta esotérico, toda nueva secta metafísica, espiritista, los grandes centros de la masonería satánica, las más activas iglesias del satanismo en América estaban, y aún están, esparcidas por todo California. Muchos de estos personajes estaban infiltrados en Hollywood como escritores renombrados de los estudios de cine más prestigiosos y productores de las más grandes y famosas películas, desde producciones infantiles de Disney hasta las más macabras películas de terror de la Warner Brothers. Todo este espíritu se acrecentó y perfeccionó desde los años sesenta, que vieron el nacimiento de la generación de la paz y el amor en la bahía de San Francisco. Desde Hollywood se promueven las más oscuras orientaciones ocultistas, presentándolas como una fantasía del entretenimiento, una expresión del séptimo arte, que tan sólo, supuestamente, contribuyen al enriquecimiento de nuestra vida diaria. Mucho habría que hablar sobre este tema en particular, pero tendría que pedirle al Señor que me diera la oportunidad de escribir otro libro, centrado en este vasto y oscuro mundo.

      En 1986, con un socio de Colorado con quien compuse un sinnúmero de canciones por espacio de dos años, logré un contrato de grabación con la Sony Music de Nueva York, que en esos momentos aún se llamaba CBS Records. El contrato fue por cinco producciones y un presupuesto muy bueno. Esto abrió una nueva etapa artística en mi vida, llena de extensas giras alrededor del mundo, ventajas que se logran tan solo por medio de estas multinacionales. Unos pocos meses después de firmar el contrato, llegó mi esposa de Colombia a visitarme de sorpresa y a contarme que le habían diagnosticado cáncer. La noticia fue muy triste, pues, a pesar de nuestra separación de varios años, seguíamos siendo como marido y mujer y teníamos una amistad muy armoniosa y con mucho respeto del uno para con el otro. En otras palabras, éramos los mejores amigos, conocíamos todas nuestras vidas sin ningún secreto.

      Unos pocos meses después, decidimos que era mejor que nuestros hijos se trasladaran a vivir conmigo, pues su salud ya no le permitía cuidarlos con toda la atención que necesitaban. Entraban en su temprana adolescencia. Este cambio fue muy fuerte para mi estilo de vida. Inicialmente, mis hijos estuvieron en lo que llamamos un boarding school o internado. Allí duraron un año


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