Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo

Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad - Rafael E. López Corvo


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intención sería la de metabolizar las mentiras (elementos beta) que no han sido debidamente resueltas por la contraparte consciente de la función alfa que promueve la verdad (elementos alfa). Lo opuesto a la realidad no es la satisfacción de impulsos, sino un alto nivel de intolerancia a la frustración por parte del Yo, cuando abandonado por la función alfa consciente, fracasa en lidiar con las exigencias de la realidad, lo cual generalmente activa emociones acumuladas de traumas pre-conscientes no resueltos. Se establece una interacción dialéctica entre la situación presente que inunda el Yo producto de la baja tolerancia a la frustración y los traumas pre-conceptuales almacenados como elementos beta; semejante a la teoría de Freud sobre “ansiedad señal”. La correlación no es entre principio de placer y principio de realidad, sino entre “estar dormido” o “estar despierto”, dependiendo de la existencia de una función alfa y una barrera de contacto. Estoy considerando el “estar dormido” en un sentido semejante a la descripción de Platón de la alegoría de la Cueva mediante la cual el Yo está dominado por proyecciones e introyecciones que distorsionan la realidad debido a una pobre tolerancia a la frustración y al terror a la violencia de la verdad. Me extenderé en detalles en el capítulo VII.

      La escogencia de la neurosis

      La “escogencia de la neurosis” o por qué una forma de psicopatología prevalece sobre otra, fue una de los principales inquietudes de Freud y datan desde la época que intercambiaba correspondencia con Flies. Laplanche y Pontalis (1967) han cuestionado el uso de la palabra “escoger”, porque podría implicar un acto de voluntad en lugar de un hecho fatalístico (69). En sus inicios Freud postuló causas traumáticas –pero solo de índole sexual– como razón principal para la escogencia de la neurosis (o defensas), discriminando entre “experiencias sexuales pasivas” que predisponían a la histeria y las “activas” que inducían la neurosis obsesivas. Diez años más tarde (1906), siguiendo los particulares estadios psicosexuales del desarrollo al momento de ocurrir el trauma, desechó esa hipótesis y apropiadamente consideró la importancia de las “fijaciones”. Sin embargo para el momento que Freud tenía estas interrogantes en mente, carecía de la comprensión esencial de la psiquis que más tarde lograría y que podía haberle provisto de una mejor perspicacia acerca de cómo una forma de defensa prevalece sobre otra. Primeramente puso más énfasis en una semiología descriptiva que sobre un punto de vista metapsicológico e introspectivo. Luego, la misma confusión presente en su investigación sobre la sexualidad instintiva y la “teoría de la seducción”, estuvo igualmente evidenciada en su investigación sobre la escogencia de la neurosis. De igual manera se limitó a un solo antecedente en lugar de buscar causas multifactoriales. Se podría argumentar que diferentes tipos de psicopatología son expresiones de distintas formas de defensas utilizadas por el Yo como una forma de lidiar con el retorno continuo de recuerdos emocionales dolorosos, repudiados e inconsciente, o en otras palabras, de elementos beta resultantes de los traumas pre-conceptuales. Hay una etiología multifactorial que involucra varios orígenes, como por ejemplo una predisposición genética, la naturaleza del trauma en sí mismo, el lugar de fijación psicosexual al momento del trauma, el bagaje sociocultural (la psicopatología del trópico es diferente a la psicopatología observada en países ubicados al norte del hemisferio), el tiempo y evolución (la histeria de conversión a comienzos de 1900, desapareció casi por completo en las culturas de los países industrializados). Todo este conglomerado de variables fatalísticamente combinadas, determinan la idiosincrasia específica de cada individuo, representando lo que expreso como “la marca de Caín”.

      Sobre tropismo

      En una acotación sin fecha en el libro Cogitaciones (1992, p. 34), Bion se refirió a los “tropismos” como una poderosa forma de comunicación o de identificaciones proyectivas que requieren de un objeto (un pecho, o el analista) capaz de contenerlos. Dijo:

      Bion se refería a actitudes o comportamientos presentes en la transferencia durante el análisis, que fueran la consecuencia de traumas tempranos que tuvieron lugar cuando el paciente era muy pequeño y carecía de una madre lo suficientemente competente como para metabolizar adecuadamente la ansiedad del niño; o traducido a lo que exponemos ahora, a cierta forma de traumas pre-conceptuales. El paciente requiere la presencia de un analista lo suficiente receptivo para permitir que el tropismo sea proyectado, pero cuando tal condición no es provista, la reacción de transferencia más “esencial” podría ser de agresión y odio.

      Exploremos algún material clínico. Un joven presentaba dos formas diferentes de conducta. Acostumbraba a irse por las ramas, describiendo situaciones relacionadas con sus padres, escuela, amigos o de pacientes del lugar donde trabajaba; muy vivaz, con buen humor y a menudo riendo y volteando hacia mí, como pretendiendo que yo me involucrara. Otras veces permanecía en silencio y se enfurecía si yo interrumpía para hacer una interpretación. Yo percibía su rabia en la contratransferencia cuando yo permanecía silente oyendo sus divagaciones y su risa mientras me sentía dejado fuera por completo, inútil y aburrido. Su madre había abandonado al padre cuando el paciente tenía 4 años aproximadamente y algún tiempo después, cuando tenía 6, su padre volvió a casarse, naciendo una niña de esta segunda relación. Experimentó celos intensos hacia esta hermana, los cuales todavía actúa en la actualidad. Tanto en su familia como en él, existía la idea que en comparación con él, ella era la “hija verdadera” porque su madrastra era la madre de la hermana mientras él había perdido la suya. Había el sentimiento que su madre lo había “abandonado”. Percibía su conversación errática como una forma revivir lo que había experimentado con su madre antes que ella lo abandonase, cuando se sentía en control de su presencia, como si sintiera que estaba allí con ella, jugando y riendo. Al mismo tiempo, había un elemento secreto disociado, rabioso y con deseos asesinos hacia ella como también inmensa envidia hacia su padre y su madrastra. En determinado momento recordó que de niño, pasaba horas jugando solo con sus juguetes.

      En la transferencia yo era la madre que él idealizaba y deseaba retener, que estuviese allí solo para él, sin vida propia, como una muñeca inanimada sobre la cual ejercía absoluto control. Si yo decía algo, él se sentía amenazado que me convirtiese en la madre animada capaz de “abandonarlo” lo cual le producía terror y rabia narcisista como forma de defensa. Esta actitud dibujaba su vida, profesión y amistades; era su “Marca de Caín”, su tropismo que le impulsaba a seguir adelante en busca de un objeto dispuesto a transformarse en una “muñeca inanimada” (muerta) que le acompañara en su miseria. Se mantenía en un intento continuo de recuperar lo que perdió, primero cuando su madre desapareció, luego cuando el padre se casó, y nuevamente, cuando nació la hermana. Al igual que lo afirmaba Bion, era necesario permitir que este aspecto de la transferencia fuese expresado y que el analista se convirtiese en el “pecho perdido” capaz de contener la intensidad de su identificación proyectiva y la penumbra de emociones inducidas por ésta.

      Posiblemente, siguiendo su concepto de “supuestos básicos” observadas en psicología de grupos, Bion clasificó el tropismo de acuerdo a tres formas de intenciones inconsciente diferentes, según a como se presenten en la transferencia: i) asesinar o ser asesinado (como el paciente al cual acabo de referirme); ii) ser un parásito o un huésped; iii) transformarse en un objeto creador o por el cual podría ser creado. De acuerdo a Bion (1992):

      […] la acción de tropismo apropiada en el paciente quien viene a tratamiento es la búsqueda de un objeto en el cual sea posible la identificación proyectiva. Ello debido al hecho que en este tipo de paciente el tropismo creador es más fuerte que el tropismo criminal. [Ibíd.]

      Para concluir, “los tropismos” representan una manifestación inconsciente de comportamiento que han sido determinados por la especificidad del trauma pre-conceptual experimentado por


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