Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo

Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad - Rafael E. López Corvo


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si la degeneración neurológica presente en la enfermedad de Alzheimer pudiera ser consecuencia de este mecanismo, el corolario de una “autodigestión de la mente”, similar a lo descrito por Bion como la “reversión de la función alfa”; posiblemente aderezado por mecanismos de idealización que inducen a sentir la degradación normal del cuerpo y de la mente producida por el proceso de envejecimiento, como si fuese un fracaso en relación a un modelo inconsciente imaginario de una “absoluta perfección”. Es interesante preguntarse, por ejemplo, ¿por qué los animales no sufren de Alzheimer?

      CAPÍTULO II

       … me he convencido que la distinción entre cuerpo y mente es solo verbal y no de esencia, que cuerpo y mente son una unidad que contienen un ello, una fuerza que nos vive, mientras creemos que somos nosotros quienes lo vivimos.

      Groddeck (1977, 32-3)

       Tú dices “Yo”, orgulloso de tal palabra; pero lo que es más grande –aunque no lo quieras creer– es tu cuerpo y su gran razón: él no dice Yo, mas actúa como Yo [¿yoea?]... Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente de tu mejor sabiduría?

      Nietzsche (1946), Así Hablaba Zaratustra, pp. 30–31

      Introducción

      Caín, el hijo mayor, se dedicaba a cultivar la tierra, mientras Abel cuidaba la manada de ovejas. El Señor, “sospechosamente contaminado de la injusticia humana”, privilegiaba las ofrendas que le hacía Abel por encima de las de Caín, induciendo en éste envidia y rivalidad que eventualmente le condujeron al fratricidio. El saber sobre la competencia entre hermanos nos permite deducir que la envidia –la cual estaba allí desde un comienzo– de Caín hacia su hermano menor Abel, constituyó una predisposición que estalló bajo el efecto de la injusta manera como el Señor se relacionaba con ambos. Como consecuencia Dios envió un castigo que Caín consideró despiadado, temiendo ser reconocido por alguien quien pudiese hacerle daño. El Señor le respondió imprimiéndole una marca “protectora” que permitiría a otros reconocerlo para no lastimarlo.

      Podríamos interpretar y utilizar la “marca de Caín” como una configuración precisa hecha en la estructura misma del complejo de Edipo por la fenomenología del trauma pre-conceptual vivido por cada individuo. Los traumas tempranos dejan una marca, un hecho seleccionado que organiza la personalidad y determina aspectos significativos de la idiosincrasia e identidad de cada uno de los seres humanos. No es sólo la presencia de cualquier “encrucijada” donde es asesinado el padre, ni cualquier “lecho” donde se consume el incesto con la madre; sino la inequívoca narrativa de una “encrucijada” precisa y de un específico “lecho materno”, registrado en la historia particular de cada uno de nosotros. Los caracteres en el complejo de Edipo son siempre los mismos; sin embargo la narrativa acerca de cómo los eventos se desarrollan en el mito, es absolutamente única para cada individuo; de manera que la crueldad ejercida por el Superyó en contra del Yo, es directamente proporcional a la crueldad presente en el trauma pre-conceptual. Estos traumas constituyen aspectos significativos de nuestra idiosincrasia, estructurados acorde a incidentes tempranos que han estado atados en conjunción constante y que no tienen otro propósito más que el de repetir el statu quo, son experiencias infligidas al azar que se repiten por compulsión.

      El complejo de Edipo podría ser representado por la fórmula K(ξ) creada por Bion (1974), donde K simboliza la constante consciente y saturada de un mito, como por ejemplo el hecho de que los caracteres presentes en el complejo de Edipo (padre-madre-hijo/a, encrucijada y lecho materno) son siempre los mismos; mientras ξ caracteriza lo que es variable, privado, individual, no saturado e inconsciente (p. 23). En otras palabras, el complejo de Edipo siempre se despliega de manera única y particular en cada persona.

      Es esencial tener en mente que cuando tratamos de ayudar a que nuestros pacientes se liberen de las restricciones y el dolor mental ejercido desde sus traumas pre-conceptuales, no será una tarea fácil hacerlos desistir de algo, que si bien ha sido causa de un sufrimiento inmenso, también les ha provisto de una identidad. Hay un conjunto de defensas usadas con el propósito de preservar el statu quo a cualquier costo, como ha sido bien explicado en el concepto de “narcisismo patológico” descrito por Rosenfeld (1971) o en la noción de ansiedad producto de “la reversión de la dirección en la identificación proyectiva” descrita por Bion (1967; López-Corvo, 2006, p. 54).

      La importancia de tales identificaciones puede ser comprendida a través del siguiente ejemplo de un paciente en su segundo año de análisis, quien consultó por dolores crónicos en ambas piernas que habían hecho pensar hasta de la posibilidad de una esclerosis en placas. De pequeño había experimentado una amigdalectomía muy complicada, realizada sin preparación alguna sobre la mesa de la cocina, mientras era sostenido a la fuerza por sus padres y el cirujano le aplicaba una anestesia con una mascarilla. En algún momento refirió el siguiente sueño: Estaba con un doctor quien le había tomado una segunda radiografía de su cabeza la cual aparecía mucho más ‘clara’ que la anterior y las superponía a modo de observar el progreso. Luego el doctor de manera enfática le insistía que saliera de la habitación porque tanta radiación podía hacerle daño. Salió a un área de espera donde un cirujano de oído y garganta lo invitaba a su consultorio. Él, sintiendo aprehensión, rehusó la invitación explicándole que era paciente del radiólogo. Asoció la placa de rayos X con el análisis y la radiación con lo descubierto en el presente análisis en lo concerniente a su trauma pre-conceptual (la amigdalectomía), lo cual no había sido considerado en su anterior experiencia analítica. Agregó que el especialista de garganta le recordaba la operación de amígdala. Le interpreté que la radiación podía representar su ambivalencia frente a la amenaza que el análisis actual estaba significando para “sus objetos traumáticos internos” ya consolidados, los cuales ahora veíamos con más claridad que en la placa de rayos X (análisis) previa. Era algo que en el sueño le forzaba a salir (“el doctor le insistía enfáticamente”), como una forma de resistencia a la amenaza que implicaba para su estructura traumática interna, las continuas aclaratorias que el análisis actual le estaba proporcionando. Sin embargo, una vez afuera se sentía enfrentado con el terror a la castración inducido por el trauma bajo la figura del cirujano lo cual le inducía a buscar nuevamente refugio en su análisis actual. El sueño mostraba cierta ambivalencia entre el progreso alcanzado en su presente análisis sobre la fenomenología de su trauma pre-conceptual, y el peligro que estos descubrimientos bajo la forma de “radiación” significaban para la estructura del elemento traumático en él. Permanecer en análisis, acorde con lo que mostraba el sueño, podía significar la probabilidad de zafarse de toda esa “cultura” asociada a su trauma, tal como el sentirse a salvo en manos de los neurólogos que lo asistían, los continuos chequeos, citas, etcétera. Si tuviera que renunciar a ello, ¿qué podría hacer luego por su vida? Por otra parte, abandonar el análisis podría dejarle en riesgo debido a las consecuencias dolorosas experimentadas producto de su trauma original. Los traumas pre-conceptuales pueden también ser concebidos como formas no lineares de equilibrio, las cuales mantienen una estabilidad interna en una forma similar a como Thom ha descrito el llamado “cambio catastrófico”. Cambios de ciertos parámetros dentro de un sistema cualquiera, pueden ser causantes de una modificación del equilibrio interno, induciendo alteraciones súbitas en el comportamiento del sistema en la forma de cambio catastrófico. Es un aspecto que veremos en detalle en el capítulo X.

      Bion (1967) nos alertó sobre el peligro de intentar cambiar tales resistencias a cualquier costo. Sugería que el terapeuta debería ser muy cuidadoso al interactuar con sus pacientes, de manera de no desarrollar la combinación peligrosa de “arrogancia, curiosidad y estupidez”, algo similar a “no ver el bosque sino los árboles”. “Arrogancia” en el sentido de no estar atento del verdadero lugar y posición del paciente ni de la cualidad de la transferencia, sino persiguiendo insistentemente su propio interés, sin considerar las consecuencias. “Curiosidad” hace referencia


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