Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo
si lidiaba con la amenaza real de su cáncer o con los recuerdos de sentirse atrapada por su madre. Era como una repetitiva circularidad, sentirse cautiva de una madre quien la usaba como una poceta donde depositaba todas sus emociones indeseables, haciéndola sentir a ella como una cosa muerta, sin existencia, buena sólo para servir como audiencia silente de esa madre desquiciada y poderosa. Al mismo tiempo trataba de convertirse en alguien vivo, volando en su imaginación lejos de esa madre intensa, refugiándose en su jardín secreto junto a su padre. El conflicto era que para ella, tal intento sólo era posible si conseguía librarse de su madre, es decir, matándola en su imaginación. Parecía que tal mecanismo aún perduraba en su mente y todavía se sentía atrapada en esa circularidad, matar a su madre por odio y resucitarla luego por culpa una y otra vez, interminablemente. De allí que sintiese que ella era la única que estaba muriendo, mientras todos los demás celebran. Estaba confundiendo su enfermedad y la posibilidad de morir de cáncer en el presente con aquello que vivió de niña al estar atrapada en la locura de su madre, mientras a la misma vez imaginaba que todos los demás, como C o sus compañeritas de clase por ejemplo, estaban disfrutando, mientras ella era condenada a permanecer inerte y oyendo el interminable discurso sin sentido de su madre abusiva. ¿Podría estar ella intentando inconscientemente asesinar a su madre interna, como única salida al no poder ella zafarse de su madre asesina, sin poder distinguir entre ella como individuo y su madre interna? Se mantuvo en silencio y refirió el recuerdo, cuando poco antes de morir su madre, una amiga cercana, quien había tenido el chance de conocerla, le preguntó en una ocasión “¿cómo pudiste tolerar a una mujer tan loca e insensible que hablaba como un radio?” En la transferencia yo podía ser, indiscriminadamente, su amiga C de infancia o la aprovechadora madre que le había robado el sentimiento de poder ser una persona viva, libre e independiente, un individuo. Emilia murió unos tres meses después de esta sesión.
Conclusiones
Por poco más de diez u once años, Emilia estuvo atrapada a diario y torturada por la necesidad inmisericorde de una madre que incesantemente vertía dentro de su mente inocente e impotente, la basura tóxica de la que buscaba deshacerse. Nadie vino en su rescate, ni siquiera su padre ciego o sus amiguitas a quienes con enorme envidia, escuchaba jugar y cantar afuera mientras ella desesperaba adentro, esperando que su tormento acabara, o volaba en su fantasía al árbol-falo rescatador de su padre. Era embarazoso para ella tener que excusarse por no poder comprometerse después de salir de la escuela, a participar en alguna forma de juego con sus compañeritas, por cuanto sabía que su madre aguardaba para secuestrarla y apoderarse de ella. La única cosa que aprendió con la práctica, en el transcurso de esos años, fue a disociarse, a dejar su cuerpo allí e irse divagando con su mente en lo que más tarde se convirtió en su “jardín secreto”. Se volvió tan eficaz en esa estrategia, que en la celebración de su primer matrimonio, sintiéndose atrapada y torturándose a sí misma por el terror frente a tal compromiso, se vio sentada en un bistró que quedaba cruzando la calle; una imagen que repitió en un sueño al tratar de buscar una salida a la amenaza del cáncer. Era una conspiración del destino o un total irrespeto a su humanidad que le había dejado una herida emocional profunda de desamparo, indefensión, soledad e impotencia. ¿Pudo el cáncer representar la única otra vía que sintió factible para poder definitivamente librarse (como un asesinato de ambas) del acoso de su madre, quien una vez desde la realidad externa y ahora introyectada como un elemento superyoico asesino, la asediaba desde su propio interior? La violencia del cáncer fue tal que no nos dio tiempo suficiente para que en el curso aproximado de dos años que duró su análisis, pudiésemos investigar a fondo la estructura de su trauma pre-conceptual. En los últimos días de su vida, insistía con gran tristeza que sentía que había sido “desalojada por la vida de una manera muy cruel, lo más que cualquiera puede esperar es que el desalojo no suceda de manera tan tormentosa”.
La característica particular de su trauma pre-conceptual ocultó la verdadera amenaza de su mortal enfermedad: la absurda sensación de sentir la enfermedad como un fracaso, la envidia delirante de sentir que todos los demás viviríamos para siempre y en continua celebración, la rabia y el deseo de venganza. Realmente no lidiaba con la muerte verdadera, sino que emocionalmente repetía la característica primordial de las huella de su trauma pre-conceptual. En su mente no sólo luchaba con el cáncer sino además con una “trampa del tiempo”: la eterna repetición de una madre interna mortífera e infinitamente tóxica.
Cuando la muerte se transforma en una amenaza –aún sin la presencia de una enfermedad mortal como en el caso de Emilia– cuando estamos arrinconados por la progresiva y natural degradación de la mente y el cuerpo, como sucede en la vejez, cuando la brecha entre el aquí y ahora y la posible muerte futura parece cercana, tal condición es capaz de comportarse como una amenaza traumática que de manera automática detona dolorosas emociones entrelazadas provenientes del trauma pre-conceptual infantil.14
1 El contenido de este capítulo ha sido previamente publicado en inglés en el Journal Psychoanalytic Review, Vol. 100, n. 2, pp. 289-310, y está siendo reproducido aquí con la anuencia del editor.
2 En inglés: quantum entanglement.
3 Podríamos pensar también que la diferencia entre ambos traumas: pre-conceptual y conceptual, pudiera ser similar a la diferencia entre las Formas Platónicas como idea primaria (pre-concepciones, noumenos o la cosa-en-sí-misma) y la experiencia específica o fenómeno, que teniendo lugar a edades tardías, puede transformarse en una realización que reverbera con el trauma pre-conceptual original. (López-Corvo, 2012)
4 Quizás los monjes han tratado por siglos, de evitar intuitivamente este “entrelazamiento” mediante el control del ambiente donde residen, construyendo sus monasterios en aislados y bucólicos lugares donde algunas veces, por el temor al “poder” perturbador de la palabra, hasta el silencio absoluto es compulsivo.
5 Los procesos de simbolización son considerados en detalle en el capítulo V.
6 Ver López-Corvo 2002.
7 La pornografía podría constituir la consecuencia del sentimiento de extrañeza ante el coito, mientras la religión podría representar la consecuencia de la extrañeza ante la muerte.
8 “Die destruktion als Ursache des Werdens”.
9 Copiado de La sabiduría de Buda, New York: Librería de Filosofía, 1968.
10 Rêverie, en otras palabras, representa la capacidad de sentir, algo que Lao Tse refirió como el Tao.
11 Estas fueron las palabras de Emilia, la paciente que discutiremos.
12 Bion utiliza el pronombre neutro it que podríamos traducir como “eso”, para referirse al todo representado por lo que el llama “una persona no-existente”. Es muy posible que sea la magnitud de esta envidia lo que motiva a los “suicidas terroristas” tan triste y horriblemente de moda en la actualidad, la capacidad de una persona de inmolarse con el solo propósito de producir muerte. ¡Obviamente quien se presta para ello no tiene la menor noción de lo que en realidad significa estar vivo!
13 Bion utiliza la expresión en inglés de conscious awareness, lo cual he traducido como “conciencia alerta”, sin ‘s’, diferente de