Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo
la destrucción de la función alfa:
Ello hace que el pecho y el niño parezcan inanimados con la culpa consecuente así como temor al suicidio y miedo de matar [¡es más fácil destruir algo inanimado, que algo vivo!] […] La necesidad de amor, comprensión y desarrollo mental ha sido desviada, por cuanto no puede ser satisfecha mediante la búsqueda del confort material (Ibid, p. 11).
Judith, por ejemplo, era la esposa de un exitoso hombre de negocios quien se las había ingeniado para hacerse millonario en corto tiempo. Aunque a ratos parecía bastante perspicaz e inteligente, ella daba la impresión general de ser bastante primitiva y con poca educación. Poco tiempo después que inició análisis trajo un sueño: Estaba en un centro comercial tratando de comprar ropa. Tenía varias tarjetas de crédito y de débito pero no podía usarlas y no pudo comprar nada. Cuando le pido asociaciones, dice que recién empieza a darse cuenta que lo que más quisiera es paz interna, pero que también se está dando cuenta de que no lo va a conseguir mediante la adquisición de cosas materiales.
Cuando la madre es contenida por un nivel significativo de envidia hacia el poder del pecho, y lo experimenta como un elemento omnipotente y autónomo capaz de ofrecer esperanza, vida, sensación de mismidad, sentimiento de bienestar, contención, etc., tal monto de envidia impedirá que la madre pueda ejercer un nivel intuitivo o de rêverie, que pudiese fraguar en la mente del niño una función alfa creativa, competente de todas esas opciones descritas arriba, además de lograr sentirse como “un ser humano vivo’. El principal impedimento para el logro este tipo de insight depende de que la mente de la madre sea contenida por una estructura narcisista que actúa sentimientos envidiosos, arrogantes y omnipotentes, carentes de humildad y de respeto verdadero por la presencia del “Otro”, de su propio bebé10.
El atributo de estar vivo
El único requerimiento absolutamente necesario para morir es estar vivo. Sin embargo, estar vivo, de la forma en que lo planteo aquí, no necesariamente se refiere a la cualidad de estar dotado de vida física, como también ocurre con los animales y las plantas. Ello requiere un completo conocimiento de ser un “un ser humano viviente”. ¿Qué significa entonces estar vivo? Estar vivo desde esta perspectiva requiere la presencia de una consciencia intuitiva de mismidad, de ser único, autónomo, en continuo crecimiento y paradójicamente, poseer también el sentimiento de ser mortal. Para ello se requiere una condición de incondicionalidad, de sentirse amado por lo que “se es” y no por lo que “se tiene” o por lo que “se hace”: “Vivimos una vida alquilada de la cual eventualmente seremos desalojados y sólo nos queda esperar que tal desalojo no sea muy doloroso”11. Krishnamurti (1960), por ejemplo, afirmó
No se puede vivir sin estar muriendo. No puedes vivir sin morir psicológicamente, cada minuto. Esto no es una paradoja intelectual. Vivir en totalidad, completamente cada día como si fuera un nuevo acontecer, debe también existir un morir de todas las cosas del ayer, otro modo de vida es mecánico y una mente igualmente mecanizada jamás puede saber lo es amor o libertad. (p. 58)
Y posteriormente:
Señor, si uno pudiera preguntar ¿por qué están tan preocupados por saber qué sucede después de la muerte? “¿No es lo que todos desean saber?” Probablemente ellos lo saben; pero si no sabemos lo que es la vida, ¿podemos saber alguna vez lo que es la muerte? Vivir y morir puede ser lo mismo y la razón por la cual los hemos separado pudiera ser el origen de gran tristeza. (p. 62)
Existen “traumas pre-conceptuales” (López-Corvo 2006) que tienen el poder de robarle al Yo la capacidad de alcanzar un sentido de “mismidad”, autonomía, autenticidad, incondicionalidad y el sentimiento de estar vivo. Igualmente, la característica principal de algunos de estos traumas pre-conceptuales es que pueden interferir con la capacidad del aspecto adulto de alcanzar luego una noción verdadera acerca de lo que es la muerte o sobre lo que ésta consiste exactamente. La continua reiteración de lo mismo una y otra vez, implícito en la repetición compulsiva del trauma pre-conceptual, es una forma de muerte, un vacío absoluto de la vida, que Platón con improcedente intuición representó en la parábola de la cueva. Bion (1962) afirmó:
El intento de evadir la experiencia de contacto con objetos vivos, mediante la destrucción de la función alfa, deja a la personalidad imposibilitada de tener una relación con aspectos de sí mismo que no semejen un robot. Sólo los elementos beta están disponibles para cualquier actividad que toma el lugar del pensamiento y los elementos beta son aptos sólo para la evacuación –quizás a través de la identificación proyectiva (p. 13)
Y posteriormente, en 1970, dijo:
“No-existencia”, se transforma inmediatamente en un objeto inmensamente hostil y lleno de envidia asesina hacia la cualidad de la función de “existencia”, donde sea que ésta pueda ser encontrada [p. 19-21]
Estos sentimientos pudieran ser personificados por una persona “no-existente”,
[…] cuyo odio y envidia son tales que “eso” [it]12 estará determinado a remover y destruir todo rastro de “existencia” de cualquier objeto que pudiera considerarse “poseedor” de alguna existencia que pudiese serle removida. Tal objeto no existente puede ser tan terrorífico que su “existencia” es negada, dejando sólo el “lugar en donde estaba” [Bion, 1965, p. 111]
Cuando la mente es contenida por un trauma pre-conceptual, recurrirá a la envidia y la voracidad; sin embargo, si el trauma pre-conceptual es contenido por la mente, entonces la mente estaría contenida por la vida, por su continuo devenir y su final con la muerte. Creo que es absolutamente necesario alcanzar un estado interno de “bienestar” mediante la “nivelación” de lo que esperamos ser –de lo que Heidegger designó como el Dasein–, con lo que en verdad somos, es decir, con nuestra propia naturaleza. Si somos capaces de alcanzarlo, la vida y la muerte adquieren verdadero significado porque habrán así más posibilidades de ser “expulsados de la vida”, de un modo más humano! Investigar esta interferencia inducida por traumas tempranos que obstaculizan la función alfa y se estructuran como objetos internos capaces de inducir sentimientos de “no-existencia”, es exactamente la intención focal de este artículo. Pasemos a considerar el caso de Emilia.
El caso de Emilia
Emilia, una enfermera graduada, inteligente y de 60 años quien consultó porque se sentía deprimida a raíz de una polémica separación de un hombre con quien había estado viviendo durante los últimos siete años. Cuatro circunstancias fueron significativas desde el inicio de su análisis: i) le confería gran importancia a las cosas materiales y siempre vestía a la moda y bien combinada; ii) había estado casada dos veces, la primera vez a sus 26 años y la segunda a los 38. Sus matrimonios terminaron porque ella se desilusionaba y se sentía en “desamor”; iii) la insistente evidencia presente en la transferencia de mantener viva en su mente a su madre fallecida unos veinte años atrás, como si hubiera una necesidad interna que le imponía mantenerla viva. Tenía algunas prendas y vestidos de su madre que ahora ella usaba o las mantenía en su closet; iv) por último, temor a la cercanía, a depender y confiar en otros.
Fue única hija y cuando tenía 11 años, su padre quedó ciego luego de un accidente que lo volvió económicamente dependiente de la tienda de antigüedades de la madre de Emilia. En la primera sesión trajo un sueño corto: Su padre vestía una bata de baño azul. Era una bata de su madre la cual era reversible; podía ser usada por ambos lados. Le dije que quizás percibía a su padre como reversible, con dos caras y poco confiable. Añadió que ellos se comportaban de la misma manera y que su padre se volvió muy dependiente de su madre después del accidente. “Mis padre eran así”: –junta ambas manos como si rezara– “No había espacio para mí”. Luego se queja de su pareja actual; ‘A’ no quería casarse con ella y ella no se sentía muy segura de amarle. Parecía como si en su mente, había una niña rabiosa intentando, por envidia, sabotear la relación que el lado adulto en ella era capaz de establecer con un hombre; similar a como sentía que sus padres la hicieron sentir cuando niña, “que