Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo

Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad - Rafael E. López Corvo


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de su vocabulario. [pp. 222-223]

      En 1920, cuando cambia su teoría sobre los impulsos desde una concepción monista a otra dualista, es cuando finalmente Freud agrega, en un llamado a pie de página en el capítulo 6 de “Más allá del principio del placer”, un reconocimiento al trabajo de Spielrein:

      Una considerable porción de estas especulaciones han sido anticipadas por Sabina Spielrein (1912) en un instructivo e interesante artículo, el cual sin embargo y desafortunadamente no está muy claro para mí. Ella describe allí los componentes sádicos del instinto sexual, como “destructivos”. [p. 55]

      Diez años más tarde, en 1930 en “La civilización y sus descontentos”, Freud confesó: “Recuerdo mi propia actitud defensiva, cuando la idea de un instinto de destrucción emergió en la literatura psicoanalítica y cuánto tiempo me tomó antes de hacerme receptivo a la idea” (p. 120). He afirmado previamente que

      Algunos piensan, aunque Freud mismo lo negó, que una conflagración mundial como la Primera Guerra Mundial fue lo que permitió a Freud concebir la inimaginable cantidad de agresión que puede albergar el espíritu humano. Quizás era difícil imaginar tal ira durante la época de una Europa pacífica y una Viena gentil, donde el conflicto clínico principal traído a la consulta era el miedo al embarazo en las familias ya con varios hijos, la masturbación, la sexualidad reprimida, la sintomatología histérica y la psicosis. [López-Corvo 1995, p. 116]

      Klein, por su lado, le dio al instinto de agresivo una relevancia mayor, a través de sus contribuciones emblemáticas sobre la metapsicología de la envidia. Obviamente tenemos que considerar también que el paso del tiempo ha generado cambios y la sexualidad no sufre la misma severidad de represión, como sucedía durante la dominancia de época victoriana, en consecuencia, la agresión es un impulso cada vez más factible de observar en la actualidad, tanto en la sociedad en general como en el trabajo psicoanalítico.

      Acerca de la muerte

      La muerte tiene tres mensajeros… ¿no has visto al primer mensajero de la muerte emerger visiblemente entre nosotros? Él respondió: “No, mi Señor”… ¡oh, Señor! ¿Es que no ves entre hombres y mujeres de 80 o 90 o 100 años de edad, decrépitos… encorvados, apoyados en un bastón, temblorosos en el caminar…? Él contesta: “Mi Señor, lo vi… ¡oh, Señor!” ¿No viste al segundo de los mensajeros de la muerte aparecer claramente entre los hombres? “Mi Señor, no… ¡oh, Señor!” ¿No viste entre los hombres y mujeres, fallecidos, sufriendo, sensiblemente enfermos…? Él contesta, “Mi Señor, lo he visto… ¡oh, señor!” ¿No viste claramente al tercer mensajero de la muerte…? “Mi Señor, no lo vi”… ¿No viste a… una mujer o un hombre, quien estando muerto por un día o dos… se hincha y ennegrece…? Él replica, “Mi Señor, lo he visto… ¡Oh, Señor!” ¿No te ocurrió a ti, una persona madura en años e inteligencia, ‘Yo también estoy sujeto a [vejez, enfermedad] la muerte y de ninguna manera excepto…? “Mi Señor, no lo pensé”. [pp. 94-95]

      Existen grabaciones de la muerte de reconocidas personalidades a lo largo de la historia, que muestran un “completo control” de los eventos que rondaron su propia muerte; un buen ejemplo es la ejecución de Sócrates, documentada por Platón en Fedro, donde la absoluta serenidad con la cual el filósofo afrontaba el final de su existencia, asombró a todos. Otro episodio es el del reconocido filósofo escocés David Hume al momento de su muerte en 1776, en Edimburgo y reproducida por Boswel (1776) e Ignatieff (1984). Tales testimonios, relatados para la posteridad por confiables testigos de primera línea, generan una suerte de sospecha acerca de la verdadera postura que estos individuos pudieran haber manifestado mientras enfrentaban los últimos momentos de su vida. No hay razón para dudar que tales transcripciones fueran un fiel retrato de la verdad. Sin embargo, independientemente de cuán reales puedan haber sido estos actos, ahora los utilizo como paradigma de una remarcada e inusual actitud, presente en ciertos individuos quienes quizás, fueron capaces de trascender su propio miedo a la muerte. Los uso a ellos comparándolos con otros individuos a quienes, debido a las particulares circunstancias que rodearon su historia personal, no les fue posible liberarse de su terror sin nombre frente a la muerte. Añadiendo que para enfrentar la muerte con naturalidad, como Sócrates y Hume, es indispensable alcanzar un profundo sentido inconsciente “de estar vivo” o, expresándolo acorde a las palabras de Osho, “cómo puedes ver la muerte si no has visto la vida, la muerte es más sutil”. Me gustaría intentar una investigación psicoanalítica acerca del significado de tal conocimiento e indagar sobre qué suerte de circunstancias impediría o incrementaría la capacidad para alcanzar un sustancial y decisivo sentido hacia el sentimiento de estar vivo.

      Estar vivo versus ser inanimado

      Los traumas pre-conceptuales están organizados como un conjunto de objetos internos envidiosos y crueles que pueden privar al individuo, entre otras cosas, del sentimiento de incondicionalidad, el cual le permitiría sentirse amado por lo que es y no por lo que hace o tiene (López-Corvo 2006). Bion ha usado la palabra en francés rêverie, que significa “soñar despierto’, para enfatizar la importancia de la capacidad de la madre de confiar en su intuitivo y natural instinto para comunicarse con su bebé; similar a la manera a como los animales se relacionan con sus crías. Me gustaría añadir que rêverie debería implicar no sólo un esfuerzo intuitivo sino también una auténtica humildad y absoluto respeto por el otro. Esta forma de comunicación se establecerá en la medida en que la madre se permita ser contenida por su bebé –y no a la inversa– de una manera que podría ser descrita acorde al concepto de “un bebé que está embarazado/a de su madre’.

      De acuerdo a Bion, la función rêverie se refiere a la capacidad de la madre para desarrollar un órgano psicológico receptor capaz de metabolizar la información sensitiva del bebé manifestada a través de identificaciones proyectivas, las cuales ella será capaz de transformar en “elementos alfa”, mediante el uso de su función alfa (López-Corvo, 2003, pp. 167-168). Para Bion (1967) “rêverie es un factor de la función alfa de la madre […] su amor es expresado a través del rêverie” (p. 36). La función alfa constituye una abstracción o construcción psicológica creada por Bion a fin de describir la capacidad de cambiar información sensitiva (elementos beta) en pensamientos creativos (elementos alfa), que provean a la mente de material para producir “pensamientos oníricos” (rêverie) y “por consiguiente la capacidad de despertar o estar dormido, de estar consciente o inconsciente”. A lo que yo añadiría, “estar vivo” o “no estar vivo”. Bion continúa:

      Conforme a esta teoría, la consciencia depende de la función alfa y es una lógica necesidad suponer que tal función existe si asumimos que el Self es capaz de estar consciente de sí mismo, en el sentido de saber de sí mismo a través de la experiencia de sí mismo. (1967, p. 115)

      Cuando Bion se refiere al “amor expresado a través del rêverie” por parte de la madre, pienso que está diciendo que ese amor le aportará al niño la capacidad de discriminar entre “ser como una cosa” (un objeto inanimado) o ser “una persona” (objeto animado). Para Bion (1962), una sobreestimación de lo inanimado sobre lo animado podría representar la consecuencia de una fragmentación forzada, asociada a una relación perturbadora con el pecho. Él afirmó que cuando la envidia obstruye la relación con el buen pecho, proveedor de amor, comprensión, solaz, conocimiento (Klein, 1946) durante la posición esquizo-paranoide, la ansiedad persecutoria presente podría dificultar la necesidad física de succionar lo cual pondría en riesgo la vida misma del niño. “El miedo a morir por inanición de lo esencial”, dijo Bion (1962) “obliga a retomar la succión. Una fragmentación tiene lugar entre la satisfacción


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