A la salud de la serpiente. Tomo I. Gustavo Sainz

A la salud de la serpiente. Tomo I - Gustavo Sainz


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a los policías y los ladrones, y no se deja ver porque dice que lo andan buscando. Dice que no sabe qué hacer y que esá confuso sobre su futuro. Estoy escribiendo esta carta en tu máquina, y los niños y Balmori están hablando con Balmori sobre la película que acaban de ir a ver. Se llama Las infieles, y tiene un reparto multiestelar, encabezado por Norma Lazareno y la Tigresa de la canción. Seguramente hará las delicias de Jorge Ayala Blanco. Bueno, como ya me cansé de escribir, me despido. Arquímedes Kastos.

      Y por otra parte:

      Por Roger Strauss y por Eugenio Villicaña sé que estarás en Iowa una temporada. Te deseo el mayor de los éxitos a la salida de Gazapo; en Estados Unidos encontrarás la crítica auténtica: la que se ocupa del libro y no del cuate o del hijo de la chingada que, alternativamente, somos todos y cada uno de los aztecas para los demás miembros del consorcio sacrifical. Sahagún cuenta en detalle la vidaza principesca que daban al supliciado veinticuatro horas anteriores al acto, ejemplo que Georges Bataille utiliza para fundar su teoría del consumo “maldito”. Te reitero la invitación. Desde el 26 de julio estoy instalado en París, en la casa que me deja por todo un año James Jones. Hay aquí un departamento aislado. Si tú y alguna de tus amigas se animan a dar el salto, serán bienvenidos. Es una casa en la isla Saint-Louis, sobre el Sena y con la vista inconmovible e inconmovida (por más que la f­riegue M. Malraux) de Nôtre Dame. Además allí estaremos todos: García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Sarduy, Cabrera Infante, Goytisolo, Carpentier, Donoso, you name it. Ojalá y te animes. Strauss y Laffont deberían de ayudarte a cruzar el Atlántico y, una vez en París, no tienes de qué preocuparte. Este otoño en París será una educación como para dejar enano a Frédéric Morel y tú, que tanta percepción tienes de lo que hacen y sienten y dicen los jóvenes, no deberías perderte esta revolución que ellos protagonizan. Además quiero hablarte; me parece fascinante lo que he leído de tus Obsesivos días… Fais-moi signe… Un abrazo de tu amigo Carlos.

      Y al final:

      Amigo, no sé si sabes que te van a publicar Gazapo en Italia, que la editora es de prestigio (Il Saggiatore, de Alberto Mondadori) y que el traductor soy yo. Estas líneas sirven como presentación, ya que el resto te lo escribiré en cuanto se acabe de perfeccionar el contrato tuyo y mío, y en cuanto yo acabe de resumir los problemas que encontré en tu libro y que discutiremos en otras cartas. Lo que te ruego en seguida, si no quieres que la versión salga perfecta, es que no me dejes plantado y que me contestes en seguida cuando pido tu ayuda, ya que el libro tiene que salir bastante pronto. ¿Algo más? ¿Quién soy yo? Bueno, soy el traductor oficial de Vargas Llosa, de García Márquez, de Cabrera Infante, me estoy enloqueciendo sobre mi versión de Paradiso, de Lezama Lima y tengo en proyecto la Opus omnia de Onetti senior. Por allá me conocen Vicente Leñero, Carlos Valdés y Jorge ­Ibargüengoitia (el cual te dirá mierdas de mí porque nos peleamos). Aprovecho los sellos y empiezo a mandarte unos problemitas para que me los resuelvas. Perdóname, pero soy italiano —como te habrás dado cuenta leyendo mi castellano—, y no conozco varios de tus matices. Me refiero a la séptima edición de Gazapo, la que tengo yo.

      Página 1: Sanborns. ¿Es un café? Dime más o menos de qué clase.

      11: ñis

      12: “Se rajó” ¿Se acobardó?

      13: “En esas cosas no jalo”. ¿No me meto?

      14: “¡No mames!”

      14: “Yo que él”

      19: “Cómo eres sacón”

      24: “¿Qué tal si hemos entrado?”

      25: “Corcholatas” ¿Son los tapones de las coca-colas?

      31: “El niñito parecía tlacuache”

      33: “Portabustos” ¿Es un sostén?

      42: “¡Entíbale, ñeris!”

      43: “Cubita” Es únicamente una cuba libre o puede ser cualquier otra bebida?

      46: “Vieja loca”

      46: “En la madre” ¿Quiere decir y no decir “me cago en la madre”?

      47: “Pinche ciudad”

      48: “de faul”

      51: “No seas mamón” ¿Algo como pendejo?

      53: “Gayola” ¿Sin pagar?

      Nada más hasta la página 53. Varias de mis preguntas te van a parecer idiotas, ya lo creo, pero yo nunca estuve en México y tienes que ambientarme un poco. Ciao y un abrazo. Enrico Cicogna.

      … las ramas en la colina a la espalda de su departamento vibrando por el viento, por el aliento de la mañana, reflejándose en su pared oculta por tantas latas rojas de coca-colas vacías, y El Personal y Admirado Amigo dejando la correspondencia allí, una vez leída, y caminando hacia la cocina para rumiar un poco qué debía responder y en qué orden, y llenaba de agua la cafetera, le arrojaba cuatro cucharadas de café colombiano, una de cocoa, una pizca de menta, otra pizca de sal, un poco de nuez moscada, la cubría, conectaba y volvía al escritorio, metía una hoja en la máquina de escribir, aspiraba el olor a café que inundaba el cuarto y que lo trastornaba favorablemente, se acercaba al montón de cartas leídas con una sonrisa torcida y satisfecha, y empezaba, después de mecanografiar la fecha, por ejemplo, con

      José Donoso

      “Son Donaire”

      Pollensa, Mallorca

      España

      Querido Pepe:

      … las letras saltando sobre la página, golpeando la página, mancillando la virginidad de la página, El Personal y Admirado Amigo siempre sufriendo alguna pequeña digresión, pues ineludiblemente, cada vez que empezaba a escribir cartas se acordaba de la bella Nélida Piñón, la novelista brasileña, quien al despedirse de él varios meses atrás en su espléndido departamento en un rascacielos de Rio de Janeiro, le advirtió que ella no contestaba las cartas, que le escribiera, sí, por favor, pero que considerara que ella quería emplear su energía principalmente para proseguir con su producción literaria (había empezado en esa época su República de los sueños), y él no supo qué contestar, quizás repitió te escribo de todas maneras o algo así, pero su sorpresa fue real y no tenía palabras para paliarla, pero lo cierto es que esa idea, que lo había enseñado a valorar su tiempo frente a la máquina de escribir, lo llevaba a la obligación de mecanografiar tantas cuar­tillas para su novela como cuartillas de corres­pondencia hiciera cada día, y si era posible, una más, porque de esa manera se sentiría más o menos tranquilo al fin de la jornada, aunque le doliera el dedo mecanógrafo, así que una o dos veces por semana leía el correo acumulado, lo respondía y sin levantarse de la mesa ni retirarse de enfrente de la máquina, retomaba la escritura de su novela, que un día se llamaba Obsesivos días circulares, y otro Adolescente rostro perseguido, y otro Años fantasmas, y otro Entienda quien pueda, y trataba de ir adelante, escribiendo cualquier cosa si no se sentía especialmente apto, es decir, inspirado, es decir, energético, seguro de sí, lo importante era seguir adelante, aunque luego volviera una y otra vez sobre esas nuevas y apresuradas líneas, plenas de errores mecanográficos, y a veces, hasta lograba sacar partido de algunos errores, o se sentía tentado a dejar los titubeos (como Christine Brooke-Rose en Between), las diferentes alternativas (como Vicente Leñero en Estudio Q) que exponía una tras otra (a la John Fowles), o las aclaraciones que también deletreaba para considerarlas más adelante, al día siguiente, o al fin de semana, cuando ya no lograba reconocer esas páginas exactamente como suyas, cuando habían pasado ya tantas nuevas lecturas y tantas padres experiencias o inexperiencias, e insomnios, vigilias y pesadillas, y tantos pequeños y grandes cambios fisiológicos, o biológicos sobre él que era otro, más allá de Borges y Rimbaud, o como Borges y Rimbaud, pero al pie de la letra, porque en verdad le costaba reconocer esas líneas, a veces crípticas, esa perversa costumbre de falsear y magnificar, a veces felices, a veces torpes, demasiado felices o poco explicables, aunque habían salido de su entorno biográfico, de su dedo saltando rítmica y velozmente sobre el teclado, de su vacilante memoria, por


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