A la salud de la serpiente. Tomo I. Gustavo Sainz

A la salud de la serpiente. Tomo I - Gustavo Sainz


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a su padre que era filatelista, y acumulándolas ya desdobladas una arriba de la otra para leerlas con cierto orden, por ejemplo:

      Sí, desde luego fui yo quien dio tu nombre para Iowa, y espero que mientras gozas la beca —como espero que sea— sepas en Iowa mantenerte al margen de toda la asquerosa cosa “good neighbor” y escribir, que si lo logras, será muy fructífero. Yo no pertenecí jamás al International Writing Program. Yo trabajaba en el Writers ­Workshop, enseñando a graduados americanos solamente a escribir en inglés. Pero algunos del International Writing Program venían a mis clases: un afgano peludo, un danés muy grande y un negro tatuado de Nigeria, algún inglesito delicado, etc., pero siempre, siempre me resultaron mucho más interesantes mis alumnos norteamericanos, mari­huaneros, locos, con una libertad suprema, inteligentes, refinados, macanudos. Si te metes con ellos y no haces vida “oficial” lo pasarás bien —en el sentido que podrás escribir sin que te molesten. Yo no iré como tenía pensado ir, y contratado para tal: me saqué la beca ­Guggenheim, como Leñero, a partir de junio del año próximo, y en vez de Iowa me vendré a Europa. Iowa entonces, para mí, queda para el 70-71. ¿Has leído esa novela increíble que se llama La traición de Rita Hayworth? Coméntamela. Es una maravilla. ¿Para qué me quiere Strauss? ¿Quieres que te super recomiende? Escríbeme si necesitas apoyo. Tengo todavía algún amigo, amiga en Iowa, si los quieres. Escribe. Abrazos. Pepe Donoso.

      O también:

      Muchísimas gracias por el envío de la entrevista y las páginas del primer capítulo de tu Work in Progress. La entrevista ha ganado mucho y el único retoque serio que me he permitido hacer (es una norma inflexible de la revista) consiste en la supresión de la frase en que me elogias. Te agradezco y creo que sos sincero, pero no quiero dar más pasto a mis enemigos. Esta vanidad al revés, estoy seguro que me la perdonarás. La otra corrección es mínima y consiste en desplazar la alusión o referencia a Leñero y Co., que estaba al final de un párrafo del que tú habías suprimido lo esencial. Cortado un poco antes, queda mejor, y la frase sobre Leñero puede quedar bien cuando tú hablas de que no hay grupos, etc. De todos modos he proce­dido en estos mínimos ajustes con la delicadeza de “editor” que me caracteriza. (Aquí asomó la vanidad, carajo). En cuanto al capítulo es excelente y tiene una cualidad hipnótica que espero se ejerza sobre los lectores. Me he quedado con ganas de leer y conocer más de la novela. Pienso publicar ambos textos seguidos en Mundo Nuevo 22. La entrevista primero, precedida de una breve introducción crítico-biográfica hecha por un servidor, y luego el capítulo. El conjunto es como una introducción y homenaje que va a quedar muy bonito. En cuanto a asuntos económicos, he hecho que te envíen 150 dlls. De inmediato, por concepto de pago de las dos colaboraciones y adelanto, así sea parcial, de gastos de correo, suplementos y otras bellezas. Con más calma, la semana que viene le pediré a mi secretaria que te haga una liquidación al día. De acuerdo en enviarte yo mismo las revistas, más o menos camufladas para evitar las tentaciones del correo mexicano. Eso sí, te llegarán por barco. De otro modo te saldrían muy caras y tendrías que estar escribiendo novelas para saldar tu deuda con Mundo Nuevo, lo que es más balzaciano que helleriano. En el texto de tu capítulo hay una cita de Berimbau que me temo sea incorrecta. As far I can see, el verso debe ser “Berimbau me acompanhou, Maximiliano não”. (No te asustes por los subrayados; en tu capítulo se respetarán las convenciones tipográficas que propones en el pasaje tachado de la entrevista, que leí naturalmente por pura curiosidad, y que me servirá para hacer una referencia en la introducción al capítulo). Aunque no conozco el texto portugués más que de oídas, la ortografía debe ser la que propongo. No existe la n en portugués y “nao” se escribe así. O por lo menos se escribía así en la época en que yo estudié en el Lycée Français de Rio de Janeiro (esto para que veas que Fuentes no es el único polígloto errante de las letras latinoamericanas). La desa­parición de Mundo Nuevo es un deseo de nuestros mejores amigos y enemigos. Es una revista que hace roncha y, por lo tanto… Pero creo que la noticia es un poco prematura. Ha habido episodios y conflictos, pero no creo que la sangre llegue al río. O, por lo menos, yo no dejaré que llegue. La revista me importa demasiado y creo que cumple una función necesarísima. Así que no te dejes influir por el ambiente exquisito de la meseta. De las películas que citas sólo vi Bonnie & Clyde, que me gustó muchísimo, y Mickey One que me interesó, pero mucho menos. (El simbolismo kafkiano-godardiano-hawkiano del film es un poco de mal gusto). He visto en cambio Poor Cow, de un tipo inglés nuevo que tiene sus cositas; Dutchman sobre Le Roi-Jones, que es teatro bien hecho; Tonite Let’s All Make Love in London, que es psicodélica y delirante, pero está magníficamente hecha (hay un pasaje de antología en que Vanessa Redgrave canta Guantanamera en español fonético de la Berlitz-Dorticós School, como si fuera una niñita de primera clase recitando en casa de sus tías “Los zapatitos me aprrietan”); Week-End del ínclito Godard, que pone en limpio sus últimos borradores (desde Made in USA, Deux ou trois choses que je sais d’elle y La chinoise), pero aun así muestra mala letra, sobre todo si se le compara con su discípulo y ahora maestro Arthur Penn, y finalmente Persona, de Bergman. ¿Te conté alguna vez que he escrito un libro con H. Alsina Thevenet sobre Bergman? Nosotros lo descubrimos en Punta del Este, 1952, antes que los franceses en Cannes, 1956. Hasta el mismo Bergman lo ha declarado en entrevista periodística de la que no guardo recorte, hélas. En fin: Persona es repelente y fascinante, abrumadora, y sobre todo una de las películas en que el maestro se “cuenta” más a la vista. Tengo que escribir sobre ella para una reedición, próxima, del libro indicado supra. ¿Qué tal como carta? Un gran abrazo, Emir.

      Y después:

      Por supuesto que te harás de la vista gorda ante la cantidad de faltas —debido por supuesto al odio que me tienen las máquinas de escribir—, que tendrán mis interesantísimas y sugestivas cartas sociológicas sobre la ciudad, el arte, la cultura política y los chismes del canibalismo intelectual. Por lo pronto has de saber que la tensión y la violencia de la ciudad han disminuido notablemente. La Junta de Gobierno le rechazó la renuncia al rector, Javier Barros Sierra. El rector decidió quedarse porque contó con el apoyo de toda la comunidad universitaria. La tropa salió el 30 de septiembre, y los directores e investigadores están tratando de convencer a los adolescentes siniestros de que la huelga ya está obsoleta, y no es necesaria para ­triunfar con el movimiento. Esperemos que los estudiantes lo entiendan, porque de lo contrario nos pueden llevar a otra situación muy peligrosa para la Universidad. Te llegaron dos libros de Emir Rodríguez Monegal, dedicados. Uno es El viajero inmóvil, sobre Pablo Neruda, y el otro El desterrado, vida y obra de Horacio Quiroga. El suplemento de Siempre! trajo dos ensayos regulares sobre la invasión del ejército a la Ciudad Universitaria. Uno es de Juan García Ponce, un poco ingenuo y pedante. Dice que los estudiantes son la única “conciencia pensante”, lo que resulta una estupidez, porque da a entender que los demás grupos de la sociedad no piensan. El otro es de Monsiváis y está lleno de indignación y sentimentalismo, que por supuesto comparto, pero no ve los errores tácticos y estratégicos del movimiento rebelde de los estudiantes. Además le faltó encuadrarlo dentro del contexto de la clase media, que sigue siendo autoritaria y maniquea. Luis Guillermo, en su Mesa de Redacción pontifica sobre Marcuse, sin haber leído más que las solapas. Dice que no se entiende y que no se explica su influencia. Luis Guillermo sigue pensando que todos los libros se leen con la misma lógica, y no es lo mismo leer una novela que un sesudo ensayo de sociología. Desde luego ofrecí mi conferencia, brillante, lúcida, rica en información —como que era un collage de excelentes ensayos sobre Carlos Fuentes. Fue más gente de la que yo esperaba. Fue hasta doña Alaíde Foppa. Ese día Genaro me dijo —dentro de la psicología del rumor—, que la policía me andaba buscando. Le dije que era absurdo, porque no soy estudiante, ni he sido líder, ni participé activamente en el movimiento, pero de todos modos fui absolutamente aterrado a la conferencia. Me acompañaron los niños. A la salida los fuimos a dejar en el carro de Mario. Terminé de leer La traición de Rita Hayworth. Me entusiasmó sobre todo porque recrea el lenguaje, la visión y las obsesiones sexuales de los niños y los jóvenes que se formaron con una visión cinematográfica de la realidad. O sea, nosotros. La red más extensa del mundo, Air France, ofrece un viaje de ocho días a Nueva York con hotel y dos cenas, y además una entrada a una comedia musical por sólo tres mil pesos, y además pagados en abonos —la única posibilidad de cosmopolitismo que tiene la clase media— y entonces he decidido


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