El verano que inventamos la nieve. Ana Draghía

El verano que inventamos la nieve - Ana Draghía


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quito los zapatos y empiezo a dar vueltas por la sala y parece que nunca haya dejado de bailar. Lo echo tanto de menos…, como tantas otras cosas que nunca volverán. Desde que me lesioné, me muevo como una principiante. Ya no tengo el equilibrio, ni el impulso, ni la elasticidad que un día tuve. Cualquier movimiento brusco me hace daño y el tobillo ha perdido la movilidad anterior a la rotura.

      Ralentizo los giros hasta detenerme y acabo sentándome en medio de la habitación a medida que doy vueltas sobre mí misma.

      La canción llega a los acordes finales.

      —Nel tuo silenzio io mi perdo

      La canción se acaba. No me muevo.

      Oigo pasos, pero no me incorporo. Por ahora quiero esto un poco más. Tengo en la punta de la lengua una palabra que no recuerdo. Creo estar a punto de entender qué quiero en realidad. No me doy cuenta de que todavía estoy muy lejos de esa respuesta.

      Un ruido sordo detrás de mí me asusta. Me giro de golpe.

      —Perdona.

      Una chica bajita se agacha a recoger unas gafas de buceo. Tiene el pelo peinado en una coleta alta, lleva unos pantalones largos y anchos de color verde y una blusa blanca de mangas abullonadas.

      —Hola.

      —Hola —contesto, aunque no me levanto.

      Ella guarda las gafas en una mochila de rayas marineras.

      —Soy Vittoria, la sobrina de Domenico —dice en un francés casi perfecto.

      —Lucile, aunque todo el mundo me llama Lu.

      Tiene una sonrisa muy dulce, algo tímida, y la cara llena de pecas que logran que reluzcan más sus ojos color miel. Sé que es precipitado, pero me cae bien de inmediato, debe de ser a causa de la ternura que desprende por cada poro de su piel, aunque yo nunca he tenido facilidad para hacer amigos, así que no creo que esta vez sea la excepción.

      Ella parece tener un pensamiento distinto al mío, ya que se acerca y me tiende una mano con mucha amabilidad. Aprovecho el contacto para ponerme en pie.

      —Vamos a ir unos amigos al lago y he pensado que te gustaría venir.

      Me pregunto si Domenico le ha dicho que soy una pobre chica que necesita que alguien cuide de ella. Quizá por eso está aquí, porque ayer debió de ver la desesperación en mi cara cuando le pregunté qué podía hacer alguien joven en este enclave del mundo.

      —No quiero molestar. Además, no hablo italiano y no sé si…

      Me interrumpe sin pensárselo dos veces.

      —La mayoría son franceses, veranean aquí con sus padres —me cuenta ella de inmediato—. Te gustarán, ya verás.

      No le cuesta mucho convencerme. Necesito salir de esta casa.

      —Vale.

      —Bien. ¿Te cambias y nos vamos?

      —No tardo.

       bicicleta

      Capítulo 5

      Averiguo pronto que a Vittoria le gusta hablar. Mucho más de lo que me gusta a mí. No obstante, no me molesta, porque su voz llena los silencios y yo no tengo que intentar encontrar un tema de conversación para parecer más simpática de lo que en realidad soy. Cada día tengo más claro que soy una borde.

      —Así que Pierre es el novio de tu madre —dice cuando apenas llevamos un minuto en marcha—. Es una de mis personas favoritas en el mundo —añade. Al ver mi cara de póker, debe de adivinar que no es santo de mi devoción como sí que parece serlo de la suya—. ¿Es que no te llevas bien con él?

      —Me temo que no. —Procuro no dejar entrever mi animadversión, por si eso la ofende, es evidente que tiene en buena estima a el Novio y no voy a ser yo quien le explique cuáles son las razones que me impiden sentir esa misma predilección por él.

      —¿Y con Timmy? Sería tu hermano o algo así si se casaran, ¿no?

      —Los astros quieran que no, Vittoria. Tampoco es que hayamos congeniado demasiado bien, ¿sabes? —aclaro para que no se le ocurra volver a insinuar nunca que ese idiota y yo podríamos llegar a ser familia algún día. Espero que mamá no cometa un error como ese—. ¿Vosotros os conocéis mucho?

      Ella sonríe y eso la delata. Tomo nota mental para recordar que he de prestar atención a los detalles de ahora en adelante, porque el brillo que le aparece en los ojos es propio de alguien que está ligeramente —muy mucho— interesada en el engatusador de Timothée, que parece ser un rompecorazones.

      —Veranea aquí desde que éramos niños. Es una persona extraordinaria, y antes era bastante más alegre, era feliz. Cuando su madre vivía era diferente. Siempre había gente en la Villa dei Cardellini y él no se separaba de ella.

      Recuerdo que mamá me contó que la mujer de el Novio falleció unos años atrás, pero nunca me molesté en preguntar la causa, así que, como veo que Vittoria parece dispuesta a hablar del tema, pienso que es la persona adecuada de la que obtener respuestas.

      —¿De qué murió su madre?

      —¿No lo sabes?

      Parece sorprendida de que no sepa algo tan importante cuando el Novio sale con mi madre. La verdad es que nunca he preguntado nada que tuviera relación con los Bellerose. He preferido no saber nada de ellos. Así es más fácil. Pero ahora algo ha cambiado. Puede que el aburrimiento contribuya.

      —Se suicidó.

      Arrastro los pies por la tierra. El frenazo es brusco.

      Vittoria se detiene unos metros más adelante. Lo hace con suavidad. Se vuelve hacia mí y todo en su rostro delata que se siente culpable por haberme revelado esta verdad tan dura mientras descendíamos cuesta abajo. Las palabras me han golpeado en el estómago.

      —Vamos —me apremia—. Tranquila. Es normal reaccionar así. Nadie se lo esperaba, sobre todo las personas que la conocían, porque era una mujer extraordinaria, muy risueña. De hecho, todo el mundo sabe que Timmy heredó la amabilidad de su padre y las ganas de bromear de su madre. La noticia de las circunstancias de su muerte nos dejó muy confundidos al principio.

      —Lo lamento muchísimo —digo, y sé que, en el fondo, no se lo estoy diciendo a ella, que es un pésame lanzado al aire, para otras personas, no tanto por la pérdida de alguien a quien no conocí, sino por no haber tenido la delicadeza de preguntar siquiera.

      —Timmy lo pasó muy mal. Al verano siguiente de su muerte, no salió de la Villa dei Cardellini. Pierre estaba desesperado, porque parecía que nunca volvería a sonreír de verdad. En el fondo, creo que muchas veces se esfuerza por su padre, para que no sufra.

      Mentiría si dijera que no me sorprende descubrir esta faceta de Timmy, y Vittoria parece darse cuenta del estado de asombro en el que me encuentro ahora mismo, así que decide cambiar de tema, intuyo que para ponerme las cosas fáciles. Se lo agradezco, pese a que sé que el nudo que se me ha puesto en el pecho no se irá tan fácilmente, porque, mientras vamos buscando la sombra de los árboles en nuestro camino al lago, no dejo de pensar en que la madre de Timothée se suicidó. Pero ¿por qué alguien tan alegre, como dice Vittoria, se quitaría la vida? Y más aún cuando ella y su hijo eran inseparables.

      —¿Tú también vives en París? —me pregunta un poco más adelante.

      —No, en Lyon, aunque siempre he pensado que acabaría viviendo ahí. O bueno, no sé, quizá en alguna otra parte. Últimamente, ya no tengo claro nada. —Tardo unos segundos en darme cuenta de que acabo de compartir algo personal con otra persona, y, para mi sorpresa, me hace sentir muy bien.

      Sé que el Novio y su hijo viven en la capital francesa, y que esa distancia ha impedido que la relación con mi madre sea más fluida. También


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