Gazes. Marta Ferreira Martínez

Gazes - Marta Ferreira Martínez


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aire asombrada. ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Me habría estado espiando? Esto empezaba a hacerse de lo más raro, yo no sabía siquiera quién era ese chico, y él parecía conocerme perfectamente.

      —¿Cómo diantres sabes mi nombre? —le pregunté mientras me giraba de nuevo.

      —Vaya, ya no pareces tan enfadada, Edevane. —Se rio.

      —Te he hecho una pregunta, ¿que cómo lo sabes? —repetí con más bordería.

      —Lo ha dicho la secretaria en el despacho, tampoco hay que ser tonto —confesó.

      —¿Eres tú muy listillo, no? —dije irónicamente.

      —Eso dicen —contestó guiñándome un ojo.

      A continuación, puse los ojos en blanco y me dirigí de nuevo al mogollón de gente para buscar a mi amiga, pero justo entonces pasó un niño corriendo delante mía que hizo que perdiera el equilibrio, cayendo así hacia atrás. No sé cómo, pero el caso es que acabé sobre los brazos de aquel chico tan curioso.

      —Te dije que te aplastarían —balbuceó él.

      Yo estaba en estado de shock, así que mi única reacción fue girarme, quedándome así agarrada a los musculosos brazos de aquel niño que me sostenía por la cintura a tan solo unos centímetros de su rostro.

      —Hola de nuevo —dijo dedicándome una sonrisa, mientras me miraba directamente a los ojos.

      Vergonzosa, aparté mi cuerpo del suyo y miré hacia el suelo con la esperanza de poder enterrarme en él.

      —¿Lo vas a intentar otra vez o te has rendido ya? —continuó burlándose él.

      —¿Vas a seguir intentando hacerme estallar o te has rendido ya? —le contesté.

      Posteriormente le dediqué la sonrisa más falsa que pude y una cara de asco mientras que ponía los ojos en blanco, este se rio.

      —Creo que voy a seguir intentándolo —añadió con malicia.

      —Bien —dije asintiendo con la cabeza.

      Una vez recuperada mi postura original, intenté meterme entre la gente de nuevo, pero justo entonces Lissa salió de ahí.

      —¡Liss! —exclamé.

      —¡Estamos en la misma clase! —dijo sin saludarme siquiera.

      En ese momento ambas empezamos a gritar y, posteriormente, nos dimos un fuerte abrazo.

      —Bueno, no en todas las clases —especificó.

      —¡¿Por qué?! —me extrañé.

      —Por las optativas —me explicó.

      —Ah, es verdad —dije llevándome la mano a la cabeza.

      Justo entonces, Lissa se echó a reír, es que soy tan despistada, y en estos días más aún, me entra el agobio y me quedo pensando en todas las catástrofes que me pueden ocurrir o todo lo que he hecho mal, no hay quien pare a mi cabeza.

      —Bueno, ¿qué? ¿Subimos ya a nuestra clase o no? —sugirió Lissa.

      —Vale —asentí.

      Las dos nos dirigimos a las escaleras, estaba todo el mundo ya subiendo a sus correspondientes aulas y se había formado de nuevo el pelotón de gente. Íbamos subiendo por las escaleras, cuando me tropecé y casi me como a la chica que había delante mía, menos mal que estaba Liss para cogerme. A veces me pregunto, ¿por qué soy tan torpe?

      —¡Gaby! —exclamó de repente Lissa emocionada.

      —¿Qué? —pregunté.

      —¡Es él! ¡Es él! —exclamó entusiasmada.

      En ese momento supe que se trataba de Theo, estaba tan obsesionada con él que esta reacción me parecía completamente normal, aunque igual otra persona lo vería una exageración.

      —¿Dónde? —pregunté ansiosa por conocer al famosísimo Theo.

      —¡Ahí! ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Ahí! —Señalaba hacia delante descaradamente.

      —¿Cuál de todos? —pregunté.

      Había tanta gente que no sabía a quién se estaba refiriendo.

      —El de la sudadera de Adidas negra, el que es moreno y guapísimo —dijo mordiéndose el labio inferior para exagerarlo aún más.

      Cuando conseguí parar de mirar la cara de desesperación tan graciosa que había puesto Lissa, miré arriba para averiguar quién era el tal Theo, pero cuando me di cuenta, mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, ¡era el chico de la secretaría! Ese chulito engreído que tanto me ponía de los nervios. Mi cara de sorpresa fue tan obvia y exagerada que Liss se pensó que era por lo guapo que era y dijo:

      —¡Ves! ¡Ves! ¿A que es guapísimo?

      Yo, sin creerme nada de lo que estaba pasando, contesté horrorizada, apenas sin aliento:

      —Sí…

      Acto seguido, Lissa emitió un ligero grito de alegría mientras daba pequeñas palmaditas; yo, en cambio, seguía observando a Theo con cara de desesperación.

      Cuando llegamos a la clase, tomamos asiento casi al final de ella juntas obviamente, y el profesor Tom, comenzó a explicarnos cómo se iba a organizar el curso.

      —Bien, chicos, como ya sabéis yo voy a ser vuestro tutor este curso. Todas las clases se impartirán en este aula con estos mismos compañeros, salvo las que voy a nombrar ahora. La de educación física, será en el gimnasio y estaréis todos. La de informática, será en la sala de ordenadores de la planta superior y solo estaréis los alumnos que la hayáis elegido. Y, por último, francés, que los que la hayáis cogido, iréis a la clase de 1.ºB. ¿Entendido? —terminó de explicar Tom y todos asentimos.

      Las horas se me pasaron rápido, pues ese día, al ser el primero, habíamos entrado más tarde y teníamos menos clases. Además, los profesores dedicaban su hora a presentarse y explicarnos un poco su manera de evaluar durante este curso. Sin embargo, no pude enterarme bien de lo que estos explicaron, pues no paré de darle vueltas al tema de Theo. ¿En serio tenía que ser un chulito engreído? ¿Ese chulito engreído? No quería tener problemas con Liss por su culpa, y él parecía que me iba persiguiendo por el instituto, me pregunté si podría haber evitado todo esto si no lo hubiese mirado en la secretaría.

      CAPÍTULO 3

      Me levanté de la cama de un golpe y cogí corriendo el teléfono. Tenía cinco llamadas perdidas de Liss. Sin darme cuenta, había pasado del despertador y me había quedado dormida. Eran ya las nueve y media, me había saltado la primera hora y la mitad de la segunda. Me vestí, e inmediatamente, salí de mi casa para coger el autobús, estaba superagobiada, nunca me había pasado esto antes. En cuanto bajé de la parada, fui corriendo hasta la puerta del colegio y, una vez que entré, casi sin darme cuenta, me choqué con alguien, tropecé y me caí al suelo.

      —¿Tú otra vez? —preguntó una voz grave en un tono chulo.

      Me giré de un sobresalto y pude contemplar el rostro de Theo. No me lo podía creer, ¡siempre acababa chocando con él!

      —¿No será que tú siempre estás en medio? —me chuleé esta vez yo.

      —Más bien que tú quieres que esté en medio —contestó enfatizando la palabra «tú».

      —¿Cómo? ¿Qué quieres decir? —pregunté un tanto confundida.

      —Que te chocas conmigo aposta solo para hablarme. Podrías pedirme el teléfono como hacen todas, ¿sabes? —volvió a chulearse.

      Solté una breve risa y contesté:

      —No, gracias, ya tengo suficiente con tener que soportarte en los pasillos.


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