Historia de la industria papelera valenciana. Federico Verdet Gómez

Historia de la industria papelera valenciana - Federico Verdet Gómez


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una compañía, con la finalidad de erigir una fábrica de papel. Dicha fábrica debería emplazarse en la partida Pinella (o del molino del Llop), junto al río Millars. Para financiar su construcción, solicitaron y recibieron de José Todo Soler, un préstamo de 16.500 pesetas, a un 8% de interés, en anualidades anticipadas y a devolver en dos años. Como garantía del préstamo, hipotecaron un molino harinero (de dos muelas) que habían adquirido, sobre el que pensaban construir la fábrica de papel, lindante, por el norte, con el azagador, por el sur, con terreno de los otorgantes (antes de la sociedad “Martínez Vellón y Compañía”) y, por el este y oeste, con terrenos de Concepción Fraud.107. El inmueble estaba compuesto de planta baja y dos pisos altos con más 16 metros de terreno por cada uno de los cuatro lados o puntos cardinales del citado edificio. La hipoteca incluía también toda la maquinaria instalada y que en lo sucesivo se instalase para la fabricación de papel y, además, la acequia o canal (que medía, desde el punto de presa hasta la salida del río, 1340 metros y 769 mm) por donde circulaban las aguas para dar movimiento al artefacto y maquinaria.

      El proyecto para construir la primera fábrica de papel en término de Villarreal no cuajó y, a principios del año 1900, Delfín Alis Agulló y Francisco Pérez Puchol vendieron a Luis Layana Alcina, el citado molino harinero en Villarreal108. Posteriormente, con fecha 15 de octubre de 1900, también le vendieron algunas tierras, cerca del molino de Barba y del molino harinero de don Francisco Pérez Puchol109. Luis Layana, que tenía un taller de libritos de papel de fumar en Valencia, pretendía plantificar una fábrica de papel en Villarreal. Hubo de desistir de su proyecto de instalarse en dicha localidad de la Plana, pero no de construir una fábrica de papel, que, finalmente, se construyó en Valencia (en el Camino de Penyarroja, detrás de la ermita del Ave María).

      El tercer proyecto, sin embargo, concluyó con éxito. Carreras Candi asegura que la primera fábrica de papel de Villarreal, se situó junto al río Mijares y contaba con un caudal de 8 l/s y un salto de 3,73 metros de altura 110.

      En la década de los 60, estaba en activo la «Papelera del Palancia», propiedad de Pallarés Girona, Pallarés Picón y Aleixandre, que fabricaba cartón, según el Catálogo de 1966. En este mismo año, se constituyó «La Clariana del Palancia, S.A.», por fusión de «Papelera del Palancia, S.A.» y por «La Clariana, S.A.», de Ontinyent, que aportó su máquina de sedas y manilas. La nueva empresa, en los 70, diversificó los tipos del papel.

      A principios de la década de los 80, entre las empresas autóctonas, sólo dos habían sobrevivido a la crisis del sector, «Vicente Aleixandre S.L.» y «La Clariana del Palancia, S.A.», que todavía sigue en activo. «La Clariana del Palancia, S.A.», una de las empresas tradicionalmente exportadoras111, en el año 1991, facturaba por valor de 4.500 millones de pesetas y daba empleo a 215 personas. En la actualidad, fabrica papel para escritura e impresión, y cartón, contando con 170 empleados112. Por el contrario, otros fabricantes se vieron obligados a vender sus empresas, como Pallarés Soldevila (cuya fábrica fue adquirida por la multinacional finlandesa Polacup) y Pascual Aguililla (después Pagui-Anoia). La industria del manipulado está representada por Ramos Garijo y «Caixes» que transforman cartón o hacen envases de papel y cartón.

       Burriana

      La exportación de naranjas desarrolló una importante demanda de papel. Al igual que ocurrió en Alzira, estas necesidades estimularon el establecimiento de fábricas de papel. En Burriana, se erigieron dos, «Papelera de El Mijares» y «Papelera de El Cid», que se situaron entre las empresas papeleras valencianas tradicionalmente exportadoras.

      La «Papelera del Cid», ubicada junto al río Anna y dedicada a la fabricación de papel de seda para envolver naranjas, fue fundada por Francisco Granell Felis, empresario burrianense, que estuvo a su frente hasta su fusilamiento durante la Guerra Civil113. Esta fábrica, activa en 1918, abastecía de papel de seda a los 9 timbrados de la localidad. Sin embargo, los timbrados consideraron excesivo el precio del papel. Por ello, “Los timbrados se constituyeron en una sociedad anónima, denominada Timbrado Burrianense y posteriormente fundaron la Papelera del Mijares, por no convenirles el suministro que les realizaba Papelera del Cid” 114.

      Al acabar la guerra, la fábrica fue adquirida por José Ramón Calparsoro Perot, empresario e ingeniero vasco, cuya familia poseía una fábrica de papel en Berástegui (Guipúzcoa). Según la Estadística del año 1943, la fábrica de «J.R. Calparsoro, S.A.» poseía una máquina plana de 2,10 ctms de ancho y una producción de 3 toneladas diarias de sedas y manilas. Calparsoro pertenecía a la Central de papeles seda y manilas y colaboraba con el Boletín-revista del Sindicato Nacional del papel. Según el Catálogo de 1966, la «Papelera del Cid» de Borriana, disponía de 2 máquinas planas que fabrican sedas y manilas, ocupando a 120 trabajadores.

      A comienzos de la década de los 70, fue adquirida por el empresario catalán Vicente Piera, también propietario, desde 1968, de la «Papelera de El Mijares». El cierre de ambas empresas se produjo en la década de los 80.

      La «Papelera de El Mijares», emplazada en el Camino de la Estación, fue fundada, en 1931, por diversos comerciantes naranjeros que trataron de obtener papel timbrado a precios más bajos. El alma de la empresa fue Manés Vila, quien había fundado el Banco de Burriana (1922) y el Timbrado Burrianense (1927). La «Papelera de El Mijares» se constituyó con un capital fundacional de 1.000.000 de pesetas, bajo la gerencia de Monés Vila. La empresa decidió levantar dos naves, en las que se montaron “dos máquinas que construye Francisco Blanes; se contratan 110 productores que sólo trabajarían nueve meses, iniciando la labor en septiembre. Se fabrican solamente dos calidades de 12 gramos. Será la primera manufactura valenciana en capacidad y segunda en rendimiento unificado115. Tenía una capacidad de producción de 960 toneladas anuales y elaboraba papel de fumar, sedas y manilas. El proceso de constitución de esta empresa fue paralelo y semejante al desarrollado en Alzira, cuando los exportadores de naranjas constituyeron «PAPENSA»116.

      Durante la guerra continuó produciendo bajo la dirección de un Consejo de Administración, controlado por la CNT, puesto que el papel timbrado era necesario para seguir vendiendo naranjas al extranjero, de lo que se ocupaba el Consejo Levantino Unificado de la Exportación Agrícola (CLUEA), intervenido por los sindicatos. En 1938, se empezó a elaborar manilas y papel de seda de color.

      Después de la guerra, se amplió la fábrica, pasando de dos a cinco naves, lo que permitió almacenar mayor cantidad de materia prima y dar desahogo al manipulado. En el año 1942, dirigía la empresa Traver (presidente del Consejo de administración), que, a su vez, ostentaba la presidencia de la Central de Sedas y Manilas. En el año 1942, la fábrica fue visitada por el secretario del Sindicato del papel, quien pudo admirar “no solamente la perfecta organización industrial de la misma, sino también las mejoras introducidas, tanto en su funcionamiento como en su producción, desde la terminación de la Cruzada”. Según la Estadística de 1943, contaba con una máquina plana de 2,40 centímetros de ancho, que producía diariamente de 4 a 6 toneladas de sedas y manilas. La empresa se adaptó a las necesidades del mercado, así, cuando decayó la demanda de papel para envolver la naranja, se comenzó a producir papel para las artes gráficas. El cambio de producto exigió una modificación de la maquinaria, pues se trataba de un papel de mayor gramaje. La materia prima siguió siendo, fundamentalmente, paja de arroz, palmito y esparto (que se traía de Murcia y Zaragoza). En 1944, la empresa fue adquirida por un grupo catalán que había obtenido la concesión de las cartillas de racionamiento y, después, de nóminas y que mantuvo su propiedad mientras duró dicha concesión. A finales de los 40, un grupo de fabricantes vascos compró la papelera, cuya dirección entregaron a José Armendáriz, quien procedió a la renovación de la maquinaria.

      Según el Catálogo de 1966, fabricaba distintos tipos de papel y empleaba a 255 personas. En el mes de febrero de 1967, se produjo la primera suspensión de pagos de la empresa que finalizó con su compra por parte de un empresario catalán, Vicente Piera Santacana, quien reflotó por completo la empresa y adquirió muy buenos clientes, entre los que se contaban la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre,


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