Una historia del movimiento negro estadounidense en la era post derechos civiles (1968-1988). Valeria L. Carbone
segregándolos en escuelas, viviendas y servicios públicos de menor calidad, limitando e impidiendo su acceso a créditos o programas sociales, sindicalización o puestos de trabajo. Y fue nuevamente el sistema judírico el que permitió su rápida institucionalización. En 1883, la Corte Suprema determinó que la ley de derechos civiles de 1875, que garantizó el derecho al trato igualitario en servicios y espacios públicos independientemente de la condición de raza, color o condición previa de esclavitud, era inconstitucional. Seguidamente, instituyó las bases legales de la famosa doctrina “separados, pero iguales”. Según lo resuelto en el caso Plessy vs. Ferguson (1896), la segregación racial en los espacios públicos no atentaba contra la protección igualitaria de las leyes.89 Esta premisa se transformó en la base jurídica sobre la que se edificó todo el sistema de segregación racial. Como puntualizó Du Bois en 1935, este sistema de segregación racial de jure implicó la sistemática y absoluta privación de derechos a los negros:
Se les prohibió votar a través de métodos coercitivos como la violencia física, intimidación económica, y propaganda diseñada para hacerle creer a los negros que no había salvación para él en la arena política, sino que debía depender enteramente de la mesura y buena voluntad de sus empleadores blancos. Luego vinieron una serie de leyes de privación del voto que discriminaron contra la pobreza y la ignorancia, dirigidas específicamente a trabajadores de color. Mientras, el trabajador blanco se salvó gracias a la connivencia deliberada, el trato preferencial y las cláusulas del Abuelo.90 Como reaseguro, se implementó el sistema de las “Primarias Blancas” a través del cual el partido “demócrata” restringió su membresía a electores blancos. Las “primarias blancas” se convirtieron en una práctica política legal y consuetudinaria en casi todos los estados sureños. (...) En el sur, la privación de derechos a los negros se logró casi por completo.91
Jim Crow se convirtió en sinónimo de ausencia de poder político, estricta segregación racial, acceso limitado o nulo a servicios públicos, educativos, recreativos y de salud de por sí “separados y desiguales”, privación de derechos electorales, acceso restringido a empleos no calificados de baja remuneración y nula movilidad social. Para mantener este sistema fue necesario – además de leyes y letreros que indicaran la separación racial de blancos y negros – recurrir a todo tipo de estrategias para afirmar y reiterar la inferioridad “innata” de los negros: violencia racial (física, verbal, simbólica), linchamientos92, desalojos y despidos laborales, acompañado del reforzamiento de la ideología racial desde el mundo académico. A fines del siglo XIX y principios del XX se popularizó la visión de la “escuela de Dunning”. De la mano del politólogo John W. Burgess y del historiador William A. Dunning (Universidad de Columbia), esta escuela historiográfica evidenció cómo la ideología racial tiñó los análisis de los intelectuales expresando una visión altamente negativa y displicente del negro estadounidense, tanto de su lugar en la historia como en la sociedad.
Poniendo de manifiesto que el significado y la realidad concreta de la raza continuaban siendo causa y efecto de la dominación de clase93, se evidenció que el racismo y la raza no solo se sustentaban sino que propugnaban la explotación económica y la restricción al acceso al poder político, el privilegio social y la subyugación cultural de la mano de obra negra. La esclavitud era legalmente una cosa del pasado, pero no la coerción y opresión que los afro-estadounidenses sufrían, manteniendo la correlación entre raza y clase que subyacía a la ideología racial. La segregación racial pasó a ser – literal y metafóricamente – el sistema de dominación que, bajo preceptos raciales, tuvo como objetivo enseñar a una nueva generación de negros que no había transitado la era de la esclavitud, el significado (clasista) de la raza.
Formas de resistencia y organización negra durante la era de Jim Crow
Esto exigió un mayor compromiso y organización por parte de los negros, que respondieron con todo tipo de actos de resistencia: boicots, acciones y atentados contra locales de propietarios blancos, campañas contra la discriminación laboral, de alfabetización y empadronamiento electoral, abiertos y subliminales actos de desobediencia civil. Recuperando la caracterización de Marable, identificamos tres tendencias principales (no auto-excluyentes) en las estrategias de lucha de la colectividad negra: inclusionismo, nacionalismo negro y transformacionismo94.
El inclusionismo representó la tendencia moderada e integracionista. Lejos de apuntar a reformas radicales o revolucionarias, plantearon intereses y objetivos en consonancia con lo que era aceptable para el establishment, las corporaciones y el Partido Demócrata nacional. No querían destruir el sistema sino formar parte de él, modificarlo “desde adentro” para transformar la representación simbólica de los afro-estadounidenses. Apuntaron al ascenso de una elite de negros educados, profesionales e influyentes a posiciones de autoridad para ayudar a desmantelar las prácticas y políticas del racismo institucional95, no así el sistema económico o la estructura de clases. Funcionarios, la burguesía, la clase media y profesional negra devinieron en adeptos de esta estrategia asimilacionista, que corroboraba la lógica y legitimidad del sistema económico y de clases, al tiempo que minimizaba la relación entre raza y desigualdad. Con ella, buscaron trascender la raza para mejorar sus condiciones de clase, a través de canales institucionales e integrados al sistema del que querían formar parte.
El nacionalismo negro – en sus distintas corrientes “separatista”, “radical” y de “la pequeña burguesía negra en ascenso” – apuntó al desarrollo autónomo de la comunidad negra a través de instituciones que fueran “exclusivamente negras”, estuvieran controladas por ellos y proporcionasen un mercado, recursos y servicios por y para esa comunidad. Partiendo de la premisa de que “los blancos carecen de la capacidad o interés para poner fin al racismo”96, la raza se convirtió para esta tendencia en parte integral de su discurso, estrategias y accionar. Marable considera que, en líneas generales, en períodos de optimismo político, cuando las barreras del racismo institucional parecían estar en retirada, la perspectiva integracionista fue usualmente la dominante. Pero en tiempos de reacción blanca y retroceso en materia de justicia racial, resurgió el nacionalismo negro97. Pero dado que la segregación impuso una cierta uniformidad a la mayoría de la población negra, cualquiera fuera su educación o clase social98, ni el inclusionismo ni el nacionalismo negro se perfilaron como estrategias viables de lucha colectiva para la totalidad de la comunidad negra.
La alternativa la ofreció el transformacionismo. Partidarios de la destrucción absoluta del sistema de Jim Crow, los transformacionistas fueron fuertemente críticos del sistema capitalista y de la estructura socio-política, institucional e ideológica que perpetuaba la explotación y desigualdad racial. Intentaron transformar las relaciones de poder y propiedad entre grupos y clases de manera tal que la raza resultara intrascendente como fuerza social, apuntando a la democratización del poder político y a la redistribución de la riqueza y los recursos.99 Luego de la emancipación, fueron dos las grandes organizaciones transformacionistas que concentraron a la vasta mayoría de los trabajadores negros: el Colored National Labor Union (1869-1872) y la Colored Farmers’ Alliance (1886-1892). En el sector urbano-industrial, donde los negros eran mano de obra barata no calificada, se buscó primordialmente su participación en el movimiento obrero y su afiliación