Futbolera. Brenda J. Elsey
en el alojamiento178. La capitana argentina, María Angélica Cardoso, explicó que el equipo había “sufrido bastante para llegar aquí y todavía tenemos que luchar; no podemos regresar a nuestro país derrotadas”179. Fueron entrenadas por un suplente mexicano, ya que su propio entrenador no pudo viajar. Argentina terminó en cuarto lugar al perder contra Italia frente a una multitud de 50 mil personas en Guadalajara180. Hoy, las veteranas del equipo argentino de 1971 se autodenominan Las Pioneras. Gracias a las redes sociales se volvieron a conectar, compartieron sus experiencias y, como parte de este proceso, comenzaron a documentar la historia más amplia del fútbol femenino en Argentina181.
Cuando en 1902 Juana Gremler presionó al gobierno para obtener más recursos para los programas de educación física de su liceo, quizás imaginó el impacto que tendrían los deportes y la educación física de las niñas. Después de todo, le dio más importancia que a otros temas “tradicionales”. La primera ola de defensores del deporte femenino creía en el papel que podía desempeñar la educación física para mejorar la salud de las mujeres y la condición física de la nación. Al mismo tiempo, se encontraron con una fuerte resistencia al deporte femenino. Aun así, pocos habrían previsto que generaciones de mujeres lucharían por su lugar en el mundo deportivo. Féminas como Gremler, que trabajaban dentro de la estructura estatal, fueron a la vez árbitros del cambio y guardianes de la política oficial en todo el Cono Sur y más allá. De hecho, la educación física y el deporte para niñas y mujeres jóvenes siguieron siendo temas de intenso debate dentro de las instituciones estatales, la comunidad deportiva y en la esfera pública en general. Los funcionarios gubernamentales, las asociaciones privadas y los “expertos” y educadores de salud pública creían tener todas las respuestas sobre cuánto y qué tipo de actividad física era útil para las futuras madres. A medida que los campos de la medicina y la educación se profesionalizaron en las décadas de 1920 y 1930, las mujeres se vieron desplazadas por sus homólogos masculinos. Sin embargo, la mayoría de los expertos se basaron en poca o ninguna evidencia para respaldar sus teorías sobre el deporte femenino y la actividad física. Más bien, estos expertos basaron su conocimiento en creencias personales y posiciones políticas. No obstante, las decisiones que tomaron, desde Bolivia hasta Argentina, desde Chile hasta Brasil, moldearon directamente los planes de estudio de educación física y la capacidad de las niñas para participar en el deporte, tanto dentro como fuera de la escuela. Literalmente formaron cuerpos de jóvenes, con el objetivo de producir mejores madres y esposas. A pesar de las actitudes sexistas, las niñas y las mujeres se abrieron paso en la cancha y en el campo. Ya fuera en básquetbol o fútbol, tenis o atletismo, el género femenino transgredió los límites destinados a mantener a la mujer en el hogar.
A medida que crecía el número de mujeres que participaban en deportes, también lo hizo su representación en la prensa. Además de que no existía un acuerdo común respecto de si debían o no participar, los medios deportivos en América Latina tenían opiniones distintas. En Argentina, El Gráfico optó por una imagen relativamente inclusiva de la deportista. Como se señaló, la revista a menudo optó por mostrar a las mujeres en acción, y al hacerlo normalizó, intencionalmente o no, la idea de que practicaran deportes. Aunque fue la revista deportiva más influyente de la región, su mensaje no se extendió necesariamente a otros países. En Chile y en otros lugares, las deportistas fueron tratadas en la prensa como anomalías: transgresoras de las normas de género e intrusas en espacios solo para fanáticos. Además, es difícil evaluar con precisión la importancia de El Gráfico para el desarrollo del deporte femenino argentino, que siguió dependiendo de la escasez de fondos del gobierno después de la partida de Juan Perón.
El desarrollo de competencias internacionales en deportes femeninos legitimó aún más la presencia de las mujeres. Desde el básquetbol chileno hasta la natación brasileña, el éxito de las atletas trajo una cobertura mediática más positiva, lo que ayudó a poner más énfasis en la importancia de la educación física y el deporte femenino. Sin embargo, había límites en el impacto que tenían los eventos regionales e internacionales, el apoyo que obtuvieron tendió a ser superficial. Los hombres aún dominaban los medios e instituciones deportivas, así como los ministerios de educación y salud pública. Como resultado, las colegialas y las mujeres atletas seguían dependiendo de los hombres para su apoyo, y aquellas que alzaron la voz se vieron marginadas. De la mano con ese enfoque, también se logró un mayor acceso a la educación física y al deporte, aunque solo como formas de “embellecer” a la nación y crear ciudadanos saludables. Existe amplia evidencia, tanto en Argentina como en Chile, de que la educación física, a veces dirigida por mujeres, promovió el deporte entre niñas y mujeres más allá del aula, lo que resultó en la creación de equipos independientes y comunidades vibrantes, aunque algo efímeras.
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