Futbolera. Brenda J. Elsey

Futbolera - Brenda J. Elsey


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y restaurantes de Buenos Aires. El deporte había crecido lo suficiente como para alarmar a un sacerdote católico en Argentina que comenzó una campaña contra el fútbol femenino. A pesar de las severas advertencias desde el púlpito, las mujeres continuaron jugando. Aparecieron artículos y editoriales que criticaban el fútbol femenino, lo que refleja el crecimiento del deporte. También hubo inquietud en las provincias, lo que muestra que el fútbol había ganado popularidad entre las mujeres del norte de Chile. Un artículo editorial en Antofagasta instó a las organizaciones femeninas a seleccionar cuidadosamente los deportes que podían mejorar la elegancia, como el tenis, en lugar del fútbol, lo que solo restaba valor a la feminidad.72

      Figura 1.4. Aurora Porteña, 1928

      Las mujeres atletas y sus aliados buscaron espacio dentro del pujante movimiento laboral chileno, que tenía algunas de las organizaciones deportivas más estables del país73. Sus esfuerzos por construir alianzas a menudo usaban el mismo lenguaje que la Iglesia y los políticos conservadores, recurriendo, en última instancia, al papel de las mujeres como madres en la “futura prosperidad de la nación”74. El fútbol femenino surgió en los lugares de trabajo, y con frecuencia más allá de las principales ciudades. En 1928, un equipo llamado “Aurora Porteña” formado en Coquimbo posó para una fotografía de equipo. La imagen mostraba a once mujeres que trabajaban en el lavadero de la familia Fontz en el puerto norte75. La fotografía fue donada a una biblioteca chilena en algún momento de la década de 1930 y la descripción mecanografiada, presumiblemente escrita por la biblioteca local, es reveladora. La fotografía indica que es el primer equipo de fútbol femenino y que “muchas de las jugadoras son hoy esposas respetables, entre ellas, la Sra. Anselma de Arriagada, la Sra. Araya, la Sra. Rojas, etc.” La bibliotecaria claramente quería establecer la respetabilidad de las jóvenes mujeres, quienes tal vez habrían sido juzgadas severamente por su participación, al demostrar que se habían casado con éxito. Sin embargo, las mujeres en la fotografía parecen totalmente indiferentes a la estética femenina típica. Las once tienen el pelo corto, llevan gorras y ninguna sonríe ni posa coquetamente. En cambio, la mayoría mira directamente a la cámara, sosteniendo las manos sobre las rodillas, las caderas o los costados. Todas tenían los mismos tacos, calcetines y uniformes, el único gesto hacia su género eran las cintas en la parte delantera de su vestimenta.

      El crecimiento de los deportes femeninos provocó reacciones extremas y bastante predecibles. Los autores rara vez firmaban los artículos editoriales más extremos sobre las mujeres en el deporte. En 1929, Match publicó un artículo que reconocía que los deportes femeninos podían ser positivos para la mejora de la raza chilena, pero que eran negativos para los matrimonios76. Según el artículo, en la “era preatlética, durante la cual las mujeres eran dóciles, dulces y obedientes”, los hombres podían esperar que sus esposas aceptaran su subordinación77. Las mujeres musculosas y seguras que producía el atletismo generaban mucha ansiedad entre los miembros masculinos de la familia. El efecto de las actividades deportivas de las mujeres en los maridos fue una consideración central de la prensa convencional. Según Los Sports, una mujer que practicaba calistenia para principiantes solo sería más atractiva para su esposo78. En este sentido, los medios chilenos reflejaron gran parte de lo que ocurría en Argentina, aunque no tuvieron la cobertura dinámica que El Gráfico le dio a las atletas femeninas. También pusieron mayor énfasis en la armonía familiar, donde la belleza era un vehículo para unir a una mujer a un novio o marido, pero no necesariamente para que fuesen perseguidas para obtener satisfacción sexual o por su propio bien.

      Los defensores de la educación física de las niñas buscaron aliados en los movimientos laborales y feministas, lo que tenía sentido dada la frecuencia con que las chicas dejaban la escuela para entrar al mercado laboral79. Sus esfuerzos por construir alianzas a menudo usaron el mismo lenguaje que la Iglesia y los políticos conservadores, en última instancia recurriendo a su rol de madres en la “futura prosperidad de la nación”80. Las feministas, de hecho, abogaron por los deportes femeninos. Unión Femenina de Chile, un grupo de élite que abogó por la educación femenina, tenía una sección deportiva en su boletín informativo que buscaba construir conexiones entre las mujeres que jugaban básquetbol, natación y tenis81. Los directores de los clubes deportivos abogaron por los juegos como correctivos del feminismo, somo se ha señalado en párrafos anteriores. Las mujeres atletas, según ellos, reconocían su propia inferioridad en relación a las feministas que luchaban por la igualdad, calificándolas de “vulgares”82. Algunas señales en las provincias sugieren que el fútbol también había ganado popularidad entre las mujeres del norte de Chile. Un artículo editorial en Antofagasta instó a las organizaciones femeninas a seleccionar los deportes que podían mejorar la elegancia, como el tenis, en vez del fútbol, lo que solo restaba valor a la feminidad83.

      La aceptación temprana y casi completa del tenis femenino ilustra la importancia de la clase y la raza para determinar qué deportes eran socialmente permisibles. Los círculos de élite de Valparaíso y Santiago abrazaron el tenis como un deporte con un ritmo apropiado para las mujeres. Además, casi no implicaba contacto físico. Al estar asociado con la cultura victoriana británica, que representó el pináculo de la civilización blanca para muchas élites chilenas, el tenis escapó de casi todas las críticas normalmente dirigidas al deporte femenino. Las revistas comentaban que si bien el tenis se asociaba con los extranjeros, los chilenos lo habían aprendido tan rápido que los clubes no daban abasto para acomodar a todos aquellos que querían jugar, lo que demostraba que los chilenos tenían una predisposición a los hábitos británicos84. Las mujeres y los hombres comenzaron a jugar tenis casi al mismo tiempo. Santiago Lawn Tennis Club, un lujoso club en el Parque Cousiño era un centro de tenis de élite donde jugaban ambos sexos. Los miembros del club se refirieron al tenis femenino como “un feliz triunfo del feminismo”85. En este contexto, el tenis femenino no alcanzó a desafiar las jerarquías de género predominantes. Sin embargo, para las mujeres que se destacaron en él, proporcionó una rara oportunidad de practicar deporte en serio sin ser castigadas socialmente. A pesar del descuido casi total del deporte femenino en la prensa chilena de la década de 1920, Los Sports y otras publicaciones aceptaron el tenis de dobles mixtos sin reservas86. Los dobles mixtos eran el evento de tenis menos popular, pero formaban parte regular de los torneos. Representaba una instancia única en la que hombres y mujeres competían en el mismo espacio y en el mismo equipo. El éxito de Anita Lizana, quien se convirtió en una de las mejores del mundo a fines de la década de 1930, normalizó aún más el tenis femenino en Chile, sin embargo, no estimuló una mayor inversión por parte del Comité Olímpico o de los ministerios responsables del deporte.

      Si bien el tenis era el deporte más aceptable, el más popular entre las mujeres chilenas de todas las clases, al igual que en Argentina, era el básquetbol. Los primeros partidos femeninos en Chile se jugaron en Santiago y Valparaíso a principios de la década de 192087. Los profesores de educación física promovieron el básquetbol con entusiasmo en las escuelas chilenas, pero también en los sindicatos y clubes vecinales88. Desde el comienzo las familias de las jugadoras se resistieron a que participaran pues temían que se convirtieran en “marimachos”89. La preocupación de que sus hijas se volvieran demasiado masculinas se relacionaba con el temor de que sintieran atracción por otras mujeres. A pesar de cierto nivel de desmotivación, las mujeres igual formaron equipos dentro de los clubes. Uno de los primeros clubes en promover el deporte fue Club Gath & Chaves, un centro comercial de alta gama en Santiago y Buenos Aires a principios del siglo XX. Una vez que comenzaron a vender ropa de mujer, contrataron a jóvenes vendedoras. Sus instalaciones deportivas se encontraban entre las más extensas y mejor equipadas de Argentina y Chile. La segunda ola de clubes incluyó Bádminton, Escuela de Artes, Universitario Tabú y General Baquedano. Por muy intrigantes que sean algunos de estos clubes, sabemos muy poco sobre la forma en que se desarrollaron los equipos femeninos de básquetbol dentro de ellos. Sin embargo, sabemos que los clubes femeninos formaban parte de la Asociación de Básquetbol de Santiago desde al menos 1933. Sara López Ramírez, profesoras de educación física, fue la primera presidenta de la Federación Femenina de Básquetbol de Chile. La federación integró nueve clubes: Estrella Polar, Enrique Correa, Comercio Atlético, Flecha, Manuel Montt, Cabrera Gana, Universitario Tabú, Badminton, Escuela de Artes y General


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