Futbolera. Brenda J. Elsey
dentro del plan de estudios, aunque de manera tangencial. Junto con el trabajo de Genst en el desarrollo del currículum, el gobierno boliviano creó el Departamento de Educación Física, y contrató a Saturnino Rodrigo para renovar el programa de educación física en la década de 1930. Si bien Genst abogó por diferentes niveles de extenuación para los estudiantes masculinos y femeninos, las niñas siempre formaron parte de su programa más amplio. Sin embargo, después de la partida de Genst, el ejército boliviano se involucró más y mostró menos interés en la educación física de las niñas23. Los programas militares se enfocaron en el sistema prusiano de marcha y en el trabajo en las barras paralelas y horizontales. Sin embargo, los maestros presionaron para incluir juegos al aire libre, incluido el fútbol, en el plan de estudios prusiano y sueco24. La opinión predominante entre los educadores de que las niñas no podían manejar ese estrés competitivo, así como los argumentos estéticos de que su juego parecía poco femenino e indecoroso, impidió su participación en educación física.
Junto con los programas liberales de educación física, la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) también incentivó la integración de niñas y mujeres en los deportes, particularmente en el básquetbol, en toda América Latina. La YMCA estableció una sucursal en Brasil en 1893 y estuvo presente en Argentina desde 1902, donde brindó apoyo técnico a los profesores de educación física25. Para la década de 1910, la YMCA ya había abierto centros en todo el continente americano, aunque envuelta en controversias debido a su propósito misionero protestante. En 1919, el Arzobispo de Lima les prohibió a los católicos entrar a las instalaciones de la YMCA26. El personal de la YMCA, incluidos los “padres” del básquetbol argentino, Paul Phillips y Frederick Dickens, provenían de un contexto en el que las mujeres llevaban décadas jugando básquetbol, fútbol, tenis y muchos otros deportes27. En 1914, la YMCA hizo una conferencia con delegados argentinos, brasileños, chilenos y uruguayos en la que se discutió cómo incluir a las mujeres en el básquetbol. Un delegado uruguayo comentó: “La chica latina necesita mucho el atletismo”28. Si bien no queda claro lo que quiso decir, las diferencias de participación femenina entre Estados Unidos y el Cono Sur eran notables.
Los agentes de la YMCA continuaron desarrollando la educación física y los deportes en América del Sur. Por ejemplo, Frederick Dickens se desempeñó como Director de Educación Física en la YMCA de Buenos Aires, antes de ser ascendido a Director Continental de Educación Física de la YMCA de América del Sur. Luego dirigió la delegación olímpica argentina cuando fue a París (1924) y Ámsterdam (1928). También se desempeñó como profesor en el Instituto Nacional de Educación Física de Argentina hasta 1938. Quizás porque la YMCA se mantuvo alejada del balompié, que ya estaba institucionalizado (y demonizado por algunos), el básquetbol, la natación y el atletismo dominaron los deportes femeninos en Argentina y Chile. Por el contrario, el fútbol femenino prosperó en Estados Unidos y Europa en la década de 1920. Dados los intercambios regulares entre los expertos en educación física, podemos suponer que los latinoamericanos estaban al tanto de los avances en otros países. Durante su gira de 1922, las Dick, Kerr’s Ladies, un club de fútbol femenino inglés jugó en todo Estados Unidos. Curiosamente, en Nueva York el club jugó contra el club femenino Centro-Hispano F.C. compuesto principalmente por inmigrantes latinoamericanas29.
La educación física, los medios de comunicación y las deportistas en Argentina
Argentina siempre se caracterizó y satirizó como un país que idealizaba la cultura europea. Por lo mismo, no sorprende que las ideas argentinas sobre los beneficios del ejercicio y el deporte se acercaran a los modelos europeos, particularmente a los métodos de gimnasia sueca y prusiana. Al mismo tiempo, la comunicación con sus vecinos y las particularidades de las instituciones argentinas cambiaron fundamentalmente los programas importados. Los estadistas argentinos promovieron la educación física para las niñas casi desde el principio. En 1839, cuando Domingo F. Sarmiento asumió la dirección del Colegio de Niñas Pensionadas de Santa Rosa, incluyó la danza y la gimnasia dentro del plan de estudios de las niñas30. En la década de 1870, el Dr. Francisco Berra escribió un texto de educación física, que se convirtió en estándar tanto en Argentina como en Uruguay. En él, Berra afirmaba que la educación física era tan importante para las niñas como para los niños. En reuniones como el Congreso Pedagógico de Buenos Aires de 1882, Berra y sus contrapartes en Brasil, Chile y Uruguay entablaron un diálogo directo31. Berra veía la educación física de las niñas como una forma de prevenir los estados nerviosos de las mujeres y evitar enfermedades mortales como la tuberculosis32. Enrique Romero Brest, el sucesor de Berra, fue el experto en educación física más influyente de principios del siglo XX. Brest no solo reconoció la necesidad de que las niñas tuvieran educación física en las escuelas, sino que también la de extender la cultura física fuera de la escuela. En 1902, Brest fundó el club de deportes femeninos Atalanta33. El experto declaró deliberadamente que el objetivo de la educación física femenina era mejorar la “raza” mediante la adopción de hábitos germánicos y anglosajones.
La integración de las niñas en la educación física significó que el Ministerio de Educación creara un vehículo para la representación diaria y corporal de las diferencias de género. Cuando los médicos y profesores afirmaron que las mujeres necesitaban armonía y equilibrio de movimiento, mientras que los hombres necesitaban vigor y acción lo que hicieron fue atribuir cualidades sociales a la biología. Los educadores físicos argentinos repitieron, hasta el cansancio, que el ejercicio femenino necesitaba mejorar la belleza, lo que significaba que las niñas debían mantener un peso saludable, pero no desarrollar músculos. Como ha señalado Pablo Scharagrodsky, aunque mejorar la salud materna era el objetivo final de la educación física femenina, lo mismo no era cierto para los niños34. Los campos emergentes de la educación física y la medicina deportiva enfatizaban la eventual aptitud materna de las niñas, pero no la capacidad de los niños para la paternidad. Brest, por su parte, se opuso a los ejercicios militares que habían sido populares en el siglo XIX. En cambio, defendió los juegos al aire libre que convertirían a los niños en ciudadanos con moral.
El caso de las atletas en Argentina, a pesar de tener puntos en común con los países vecinos e incluso haber influido en ellos, se destaca por varias razones. En primer lugar, los educadores físicos y comentaristas deportivos argentinos priorizaron el papel del ejercicio en la belleza, incluso más que la maternidad. En segundo lugar, la revista deportiva nacional El Gráfico, que tuvo cobertura e influencia regional, cubrió a las atletas de manera regular y trasmitió varios matices. Esto es especialmente cierto cuando se compara con países como Brasil o Chile, que tenían programas similares de educación física y participación deportiva. Finalmente, los recursos que el gobierno peronista entregó a las organizaciones deportivas abrieron oportunidades sin precedentes para las mujeres. Si bien los recursos no igualaban a los de los hombres, el apoyo estatal les dio un impulso temporal a los deportes femeninos. El interés de Perón de abrir espacio para la clase trabajadora dentro de los deportes tradicionalmente de élite también generó oportunidades para que las mujeres practicaran deportes menos populares, como el polo.
Más allá de las clases de educación física para niñas, que eran supervisadas, los expertos no estaban de acuerdo con que las señoritas hicieran ejercicio. Los profesores de educación física, los médicos y los periodistas coincidían en que las mujeres eran muy perezosas y nerviosas35. Estos expertos pensaban que los regímenes de ejercicio debían estar diseñados para ayudarlas a relajar sus nervios y equilibrar sus drásticos cambios de humor. Las revistas femeninas y los expertos en educación física las alentaron a hacer ejercicio en sus casas y no en clubes deportivos públicos. Las revistas de entretenimiento se centraron en las rutinas de ejercicio de actrices famosas que promovían entrenar en casa36. Revistas como El Hogar y Caras y Caretas desaconsejaron el ejercicio en público. Los autores asumieron que las mujeres tenían demasiado trabajo doméstico para acudir al club deportivo local37. Además, asumieron que serían ridiculizadas y, por lo tanto, les aconsejaron que mantuvieran sus actividades privadas. Los programas radiales de la década de 1930 les indicaron ejercicios que podían realizar en casa, especialmente estiramientos y pequeños movimientos de resistencia. La gimnasia se promovió universalmente porque vigorizaba el cuerpo, sin la “desfiguración” que implicaba un ejercicio más riguroso. Los expertos también recomendaron la danza rítmica porque ayudaba al sistema nervioso