Futbolera. Brenda J. Elsey

Futbolera - Brenda J. Elsey


Скачать книгу
instalaciones, espacios sociales y programas de educación física ya establecidos. A principios de la década de 1960, es probable que los padres prefirieran que sus hijas pasaran su tiempo libre en eventos universitarios que en clubes de barrio130. Además de básquetbol, las estudiantes de la Universidad de Chile organizaron una liga de voleibol femenino con equipos que representaban a las diferentes especialidades. La cobertura del atletismo femenino en la universidad sonaba igual que la cobertura del deporte femenino en 1910. Un reportero de Gol y Gol comentó: “La belleza tradicional de nuestras mujeres puso un hermoso marco en la inauguración del presente torneo”131. Hubo poco o ningún intento de analizar las tácticas o la composición de los equipos.

      La popularidad del básquetbol femenino comenzó a disminuir a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Las jugadoras atribuyeron el declive al sexismo, particularmente el desplazamiento de las entrenadoras y el apoyo desproporcionado a los equipos masculinos132. En 1966, Chile ocupó el quinto lugar de los seis equipos participantes en el campeonato sudamericano, su peor participación hasta ese momento. El menoscabo de las políticas paternalistas, que incluyeron apoyo a los clubes deportivos, perjudicó los deportes aficionados femeninos. Por ejemplo, en 1970, el Club Antonio Labán, el equipo más valioso de la historia según Estadio, eliminó por completo su presupuesto deportivo. Muchos esperaban que el regreso del club Colo-Colo a la competencia de básquetbol femenino en 1970 ayudara a compensar esta pérdida133, no fue así. Sin embargo, contrariamente a las tendencias en los clubes deportivos, el atletismo femenino siguió creciendo en las escuelas secundarias de élite. A fines de la década de 1960, hubo una competencia entre escuelas secundarias que incluyó 17 escuelas secundarias y casi 500 deportistas jóvenes134. Muchas de estas escuelas surgieron de comunidades inmigrantes. La natación femenina también se hizo popular entre las escuelas secundarias europeas de élite, incluidas Stade Français, Cambridge School y Dunalastair135. Además, las mejores nadadoras eran de las comunidades de inmigrantes alemanas y escandinavas, incluidas Inge von der Forst y Gisela Nissen136.

      Las fanáticas, las madrinas y otros miembros

      Las atletas son figuras centrales en la historia de la mujer y el deporte en América Latina. Sin embargo, las socias del club, las fanáticas y las madrinas, también contribuyeron a la cultura deportiva. La figura de la madrina era la de una mujer mayor que cocinaba, cosía uniformes y daba consejos a las jugadoras. Por ejemplo, Ida de Cariola, la esposa de Carlos Cariola, el conocido periodista y dramaturgo, acompañó la gira de Colo-Colo por América Latina y Europa en 1927. Una de las jugadoras describió a Ida como “la hada madrina de la delegación, su amabilidad, su espíritu cordial y agradable, lleno de afecto, para que todos la quisieran. Era amiga de todos, cariñosa y amigable, sabía cómo elevar a todos, su feminidad siempre fue una manta de seguridad para la delegación”137. Es importante destacar que Colo-Colo, que rápidamente se convirtió en el club más popular después de su fundación en 1925 y encabezó el movimiento hacia la profesionalización en 1933, ya había permitido que las mujeres fueran miembros del club en 1930. En sus estatutos, el primer artículo decía: “La corporación estará formada por miembros de ambos sexos, que se aplican a la práctica deportiva, que creará todas las ramas del deporte que la junta de Colo-Colo F.C. considera apropiado para sus objetivos, dando preferencia a aquellos que cultivan una base popular de admiradores”138. Sin embargo, las mujeres igual podían sufrir discriminación, pues necesitaban recomendaciones de los miembros actuales para postular. Green Cross era otro club que tenía una membresía separada para las mujeres139, quienes tenían voz y voto siempre y cuando pagaran las cuotas correspondientes.

      A lo largo del siglo XX, los fanáticos del fútbol se organizaron en las comunidades deportivas más grandes y, a veces, más violentas de América Latina. A principios de la década de 1900, los clubes ofrecían admisión gratuita a las mujeres con la esperanza de que su presencia disuadiera la violencia masculina en las gradas. A pesar de que la fanaticada se volvió más brusca y el ambiente más amenazante, las fanáticas acérrimas se abrieron paso en grupos organizados. La evidencia fotográfica muestra que en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay las mujeres asistían a los partidos en grupos grandes y con bastante frecuencia. Recién en la década de 1960 la fanaticada femenina se convirtió en un tema para los periodistas y directores de clubes. La mayoría desestimaba a las fanáticas porque asumían que las mujeres carecían de experiencia para comprender el juego140. También las acusaban de pretender disfrutar del fútbol para atraer a los hombres. Aun así, en la rivalidad más prominente de Argentina, dos mujeres lograron liderar las barras. María Esther Duffau, conocida como “La Raulito”, de Boca Juniors y “La Gorda Matosas” o Haydée Luján, de River Plate, quienes asumieron este rol en la década de 1960. Ambas acumularon poder dentro de sus respectivos clubes, de hecho controlaban las asignaciones de boletos, los “obsequios” del club y organizaban viajes internacionales. La Raulito y La Gorda prefirieron ropa, peinados y lenguaje masculinos. En las representaciones de los medios, abandonaron sus identidades femeninas para convertirse en “verdaderas fans”141. Tanto Duffau como Luján venían de entornos adversos. Duffau, como se popularizó en una película sobre ella titulada La Raulito de 1975, había crecido en las calles y a menudo pasaba por niño. Luján también era huérfana. Ambas consideraban a sus respectivos clubes de fútbol como su familia extendida. Luján retrataba al club de una manera similar a la que Eva Perón retrataba a la nación argentina, como su pariente ficticio. Luján afirmaba que su prometido no entendía su amor por el club, describía a River como su novio, su hijo y su esposo142. Es sorprendente imaginar el ambiente en el que estas mujeres guiaban a los aficionados en cánticos que ridiculizaban la feminidad y sumisión sexual de sus rivales. Los cánticos de muchos clubes se burlaban de la feminidad y supuesta homosexualidad de los equipos opositores. De esta manera, los clubes terminaron creando un ambiente hostil para las mujeres, así como para los espectadores homosexuales143.

      La década de 1980 estuvo marcada por un aumento de la violencia de los fanáticos en los estadios, lo que dificultó aún más la participación de las mujeres. Pese a que existen ejemplos de fanáticas que eran líderes, según los historiadores no eran aceptadas en la década de 1990144. Los fanáticos varones consideraban que ellas no tenían un verdadero conocimiento o pasión por el club, en parte porque sentían que la verdadera pasión se transmitía a través de la violencia, de la cual las mujeres no participaban porque eran excluidas. De hecho, los hombres rápidamente las protegían cuando había una pelea. Si bien las mujeres no sentían que existiera discriminación, también sabían que había líneas específicas que no debían cruzar. Por ejemplo, las fanáticas de Boca sabían exactamente en qué áreas de las secciones de aficionados podían sentarse145. Varias fueron excluidas violentamente de los círculos internos de los grupos de fanáticos. En etnografías con fanáticas, los científicos sociales determinaron que las mujeres eran muy conscientes de que se ignoraba su conocimiento y de que había una falta de representación femenina en los medios deportivos146. Muchas fanáticas criticaban el fútbol femenino, quejándose de que era una mal imitación del juego masculino. Las investigadoras Mariana Conde y María Graciela Rodríguez determinaron que los hombres afirmaban tolerar a las fanáticas, pero cuando se les pidió mayores detalles dudaron de la feminidad y sinceridad de las mujeres. Curiosamente, las Copas Mundiales de la década de 1990 rompieron la visión de los torneos anteriores, destacaron a las fanáticas, pero las presentaron como objetos sexualizados en un momento carnavalesco. La integración continua de los grupos en función de su potencial como consumidores también impulsó la inclusión de las mujeres como sector dentro del fútbol147.

      Las actividades de las fanáticas, las madrinas y las miembros de club se han borrado en gran medida de las historias de los clubes. Por ejemplo, el Club Unión Española, un importante club profesional en Chile que surgió a principios del siglo XX a partir de una consolidación de la asociación cívica de inmigrantes españoles, mandó a escribir la historia del club con motivo de su cincuentenario. En un breve libro que registró la historia del club, los directores construyeron una alegoría del club como familia, más específicamente una fraternidad148. “El nacimiento no ocurre sin dolor, el dolor de la madre y del recién nacido”, escribieron los directores sobre la creación del club149. Antes de la profesionalización, la rama femenina era muy popular, pero no era relevante para los directores que escribieron la historia del club. Si bien Unión Española organizó algunos bailes para


Скачать книгу