Futbolera. Brenda J. Elsey
fútbol contaba con 2.289 socios, incluidas 405 mujeres y niños151. En los registros del club de 1941, el número de mujeres estaba separado de los hombres, eran 201 de los 2.500 socios152. La historia oficial de la Federación de Fútbol de Chile, escrita en 1945, no mencionaba ninguna mujer153.
A medida que más mujeres se fueron uniendo a los sindicatos, también participaron en los clubes deportivos dentro de sus lugares de trabajo. Esta mayor participación en los deportes se ve reflejada en el Club Deportivo del Sindicato Industrial de Cristalerías de Chile, el cual en vez de elegir a una reina de belleza eligió a una reina del deporte para las festividades de primavera154. A mediados del siglo XX, las mujeres comenzaron a integrarse a las divisiones de los clubes de barrio a un ritmo cada vez mayor. Por ejemplo, las mujeres miembros del Club Pedro Aguirre Cerda, de Conchalí en Santiago, organizaron bailes, torneos deportivos y otros eventos sociales155. El Club Cultural Población Miguel Dávila, que colaboró estrechamente con el político socialista Mario Palestro, creó una rama de básquetbol femenino en 1949, dirigida por Rosa Gomes. Las mujeres también se unieron a los clubes como miembros de juntas directivas en este período156. Por ejemplo, en Lanco, una ciudad relativamente pequeña en el sur de Chile, el Club Diablitos se organizó en las oficinas municipales. El club fue originalmente fundado exclusivamente por hombres en 1960, pero en 1963 se unieron suficientes mujeres para formar una rama de básquetbol femenino. La entrenadora de básquetbol femenino se unió a la junta directiva, “inaugurando una nueva era en la vida del club”157.
La década de los sesenta, desencadenada por el anticolonialismo, el feminismo y los movimientos revolucionarios en el hemisferio sur, no cambió en nada el discurso dominante de las mujeres y el deporte. Nuevas publicaciones juveniles siguieron repitiendo el mismo antagonismo que las mujeres supuestamente albergaban hacia el deporte. En 1965, una joven escribió a una columna de consejos preocupada de que su novio amaba más al fútbol que a ella158. A pesar del crecimiento de los deportes femeninos y la influencia del feminismo en sectores de la izquierda latinoamericana, las atletas fueron ignoradas entre quienes intentaron relanzar los deportes como herramientas de rebelión popular. El libro El Fútbol en Chile, de Antonino Vera, contenía solo dos referencias sobre las mujeres159, la primera aparece en el párrafo inicial en un esfuerzo por establecer la popularidad del deporte. En él escribe: “Niños, jóvenes, hombres mayores, y ahora incluso mujeres han hecho del “juego inglés” su pasatiempo favorito160. La segunda mención aparece en la descripción que Vera hace sobre la entrada de la Universidad de Chile y la Universidad Católica, en 1938 y 1939, respectivamente, a la liga profesional. El autor afirma que los partidos universitarios atrajeron “por primera vez a las mujeres a los estadios”161, aunque sabemos que esto no es cierto. A principios del siglo XX había muchas mujeres en los partidos de fútbol, ya que sus fotografías abundaban en las páginas de sociedad. De hecho, ya en 1912 los periodistas deportivos se quejaban de que el comportamiento grosero de los jugadores estaba disminuyendo la asistencia de las mujeres a los partidos de fútbol162.
El regreso del fútbol femenino
Considerando la represión del fútbol femenino en Sudamérica, no deja de sorprender que Argentina haya enviado a un equipo al segundo Campeonato Mundial Femenino celebrado en México en 1971, y que otras naciones sudamericanas hayan considerado asistir. Las redes de comunicación informales fueron clave, ya que antes del evento casi no apareció en la prensa163. Si bien la revista chilena Estadio mencionó una vez el evento en febrero de 1971 e indicó brevemente que México se estaba preparando para organizar un torneo de fútbol femenino164, cuando se llevó a cabo el campeonato, no lo cubrió. Lo que sí hizo, fue informar sobre los campeonatos de fútbol femenino de 1971 en Estados Unidos, la noticia incluía una fotografía de gradas vacías como una forma de demostrar que nadie quería ver a las mujeres jugar al fútbol165. Pese a esto, los periodistas deportivos sudamericanos reconocían hasta cierto punto el éxito de las costarricenses y centroamericanas en el balompié. De hecho, una publicación chilena que discutía la decisión de la FIFA de prohibir la afiliación de organizaciones femeninas menciona que los centroamericanos serían los más decepcionados166.
Figura 1.5. Club Universitario, Buenos Aires, 1971
Fotografía del equipo Universitario de Argentina de 1971 que participó en el segundo Campeonato Mundial, de El Heraldo de México, 3 de julio de 1971
Si bien se rumoreaba que las chilenas y brasileñas estarían organizando equipos para el torneo, Argentina fue la única otra delegación latinoamericana en competir en el Campeonato Mundial de 1971 en México167. ¿Pero de dónde venían las jugadoras? Con la poca cobertura informativa de la prensa argentina, la mera existencia del fútbol femenino podría haber sido una sorpresa. Pero según informes de medios de comunicación tan lejanos como España y México, parece que los clubes más grandes de Argentina fueron los motores de un crecimiento en el fútbol femenino a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Igual hubo cierta difusión, se emitió un torneo entre Universitario, Real Torino, Sporting y Rosario en el canal trece, con índices de audiencia muy altos.
Poco después de que México anunciara que organizaría la Copa Mundial Femenina de Fútbol de 1971, la recién formada Asociación Argentina de Fútbol Femenino se comprometió en asistir. La asociación tenía seis clubes afiliados y, según el vicepresidente de la asociación, Raúl Rodríguez, planificaba organizar el primer torneo nacional después de participar en los campeonatos mundiales168. Si bien el periódico El Heraldo de México identificó a Daniel Fabri como entrenador del equipo femenino, este no viajó a México169. De hecho, las futboleras que integraron este equipo pionero no recuerdan ni a Fabri ni a Rodríguez, lo que puede significar que la prensa se equivocó o que probablemente mencionó a hombres marginales en el deporte para presentar figuras de autoridad masculina al público lector. La prensa mexicana también informó que Brasil enviaría una delegación, tal vez suponiendo que el país participaría en todo lo relacionado con el fútbol.
El equipo argentino estaba formado por jugadoras de tres clubes, el Club Universitario, que envío treces atletas a representar a su país, el Real Italiano y el Sporting, que enviaron dos respectivamente. Como ninguno de los clubes tenía dinero, la Asociación Argentina de Mujeres tuvo dificultades financieras para viajar al torneo mexicano170. Las jugadoras también tenían poco dinero para financiar el viaje. La mayoría de las jugadoras eran trabajadoras de fábricas, que jugaban al fútbol en su tiempo libre, aunque cuatro eran estudiantes universitarias. No está claro si todas vivían en Buenos Aires, ya que los periódicos de la época sugieren que las mujeres jugaban en La Plata y Rosario. La edad de muchas de las jugadoras, algunas de treinta y tres años, sugería que habían estado jugando fútbol organizado durante al menos una década171.
El período previo al torneo da una idea de la existencia del fútbol femenino en otros lugares de América Latina también. El equipo nacional mexicano organizó un viaje a Argentina para jugar una serie de partidos amistosos, que se disputarían en el Estadio Gimnasia y Esgrima en Buenos Aires172, pero el viaje terminó extendiéndose porque les pidieron que jugaran en otros lugares. La federación de mujeres mexicanas recibió invitaciones tanto de Perú como de Venezuela, que había organizado un torneo de cuatro equipos en 1959-1960, para que viajara a jugar partidos allá173. Aunque no viajó a Caracas, el equipo femenino mexicano jugó con representantes de Perú en el Estadio Municipal de Lima, como parte de la celebración de la independencia sesquicentenaria del municipio, dirigida por el alcalde Eduardo Dibos Chappuis174. Las Limeñas, que jugaron con zapatillas, perdieron 2-3175. El partido en Buenos Aires, inicialmente programado para el 16 de julio de 1971, se disputó bajo la lluvia. En tanto, los organizadores vendieron tantas entradas que tuvieron que trasladar la sede al estadio del Club Atlético Nuevo Chicago porque tenía capacidad para 50 mil espectadores176. El partido que la selección nacional mexicana perdió 3-2 fue violento. Las jugadoras estaban tan molestas por el arbitraje, específicamente un penal que recibieron por violentar a la portera del equipo rival, que se retiraron temporalmente del partido. Minutos más tarde regresaron a la cancha, pero rápidamente recibieron otra penalización. La jugadora mexicana Irma Mancilla y la argentina Betty García fueron expulsadas por pelear177.
Las futboleras argentinas que viajaron