Futbolera. Brenda J. Elsey
aceptaron con entusiasmo el básquetbol y comenzaron a recorrer sus ciudades, provincias e incluso el país en busca de competencia.
Las décadas de 1940 y 1950 fueron una “edad de oro” en el básquetbol femenino chileno, en términos de éxito internacional y asistencia de fanáticos. La tienda de ropa deportiva Casa Olímpico comenzó a anunciar su línea de ropa de básquetbol femenino en revistas y periódicos populares. En la década de 1940, las mujeres cambiaron los abultados trajes deportivos por shorts de satén y mangas cortas. Además, el básquetbol se convirtió en un vehículo para que las niñas viajaran. Por ejemplo, la Liga Escolar de Deportes apoyó ampliamente el básquetbol femenino y estudiantes provinciales participaron en torneos en Santiago, Concepción y Osorno. Consideremos el caso del Club Cabrera Gana, un pequeño club en el centro de Santiago90 que al comienzo ofrecía excursiones, uno de los tantos que se formaron para organizar viajes al campo, especialmente de alpinismo. Una de sus integrantes, Haydée Piñeiro, se convirtió en una de las mejores jugadoras de básquetbol de la época y ayudó a formar el mejor equipo de básquetbol femenino en Chile y, entre los mejores de Sudamérica. Las mujeres tomaron un mini bus y recorrieron las provincias argentinas, algo que Estadio describió como peligroso, incómodo, “una locura”91. Las diez mujeres viajaron durante cuarenta días en un vehículo que conducía el esposo de una de ellas. Jugaron en siete ciudades, perdiendo ante River Plate y Boca Juniors en Buenos Aires. En la década de 1940, un viaje de este tipo (con mujeres no acompañadas) era inusual, pero los compromisos deportivos que habían organizado sirvieron de incentivo y estructura únicos para sus viajes.
El crecimiento del básquetbol en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay fue mutuamente beneficioso porque las rivalidades internacionales generaron interés entre el público y la prensa. Chile organizó el primer torneo sudamericano de mujeres en 1946, donde derrotó a Argentina y se quedó con el título92. Las finales se llevaron a cabo en el Teatro Caupolicán y asistieron seis mil personas. Según un comentarista, “El básquetbol femenino jamás había logrado atraer a tanta gente a los partidos, en ningún país de América del Sur”93. En el torneo, las mujeres celebraron el primer Congreso Sudamericano de Básquetbol Femenino, que forjó una red de líderes continentales en el deporte. Los clubes del norte dominaron a los de Santiago y Valparaíso en los primeros años94. A pesar de cubrir de cerca la temporada, Estadio quedó sorprendido cuando las mujeres de la pequeña ciudad norteña de María Elena derrotaron a Santiago en el quinto torneo nacional, celebrado en 1944 en Concepción. La victoria de este equipo regional demuestra que el básquetbol probablemente llevaba décadas establecido en las provincias, incluso si no era oficialmente parte de las asociaciones nacionales.
Al igual que en el caso del básquetbol, el éxito internacional de las atletas femeninas de atletismo les ayudó a obtener apoyo a nivel nacional. El atletismo estaba estructurado de tal manera que los medios chilenos podían usar el tiempo, la altura y la distancia para evaluar cómo les iba a sus atletas en comparación con otras, incluso sin viajar a un torneo95. Esto era importante para un país que tenía problemas para organizar viajes para sus atletas, tanto para viajar al extranjero como para organizar encuentros internacionales en casa. Estos análisis los podía hacer, por ejemplo, la revista Estadio al comparar los tiempos de carrera de las estadounidenses con los de las chilenas y argentinas y determinar que las sudamericanas tenían una oportunidad contra las mejores atletas norteamericanas, especialmente de Estados Unidos y Cuba. Los Juegos Panamericanos, celebrados por primera vez en 1951, brindaron la oportunidad más importante para la competencia de atletismo femenino96. Para atletas femeninas como la chilena Eliana Gaete, los Juegos Panamericanos las motivaron a continuar entrenando, incluso después de formar una familia. Gaete ganó el oro en 1951 y 1955, años entre los cuales se casó y tuvo su primer hijo97. El éxito de Gaete, junto con el de Marlene Ahrens y Betty Kretschmer, entre otros, alentó la organización de torneos de atletismo para niñas, así como la expansión de los equipos de atletismo femenino dentro de los clubes deportivos más grandes.
A pesar de su éxito, las federaciones chilenas, que se negaron a abordar, entre otras cosas, el problema del acoso sexual, trataron duramente a las atletas. En el apogeo de su carrera, la atleta Marlene Ahrens fue suspendida durante un año por los comentarios que hizo a una revista chilena. En 1959, había rechazado los avances del dirigente de remo, Alberto Labra, quien presidió el Comité Olímpico chileno entre 1963 y 1965. A pesar de apelar y de que se realizara una investigación posterior que apoyó a Ahrens, los directores deportivos se negaron a ceder y mantuvieron la suspensión, lo que le impidió competir en los Juegos Olímpicos de Tokio de 196498, tras lo cual se retiró rápidamente del deporte. Las atletas femeninas no eran inmunes a los puntos de vista sexistas, incluso si con frecuencia se encontraban defendiendo la igualdad de las mujeres. La prensa era pronta a destacar cuando las atletas se criticaban entre sí. La velocista chilena Adriana Millard despreció la actuación de Fanny Blankers-Koen, una estrella de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, porque “corrió y saltó como un hombre”99. Además, Millard se quejó de que Blankers-Koen tenía demasiados músculos para una mujer. La atleta holandesa había conmocionado al mundo deportivo al regresar a las competencias y reclamar cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1948 después de haber tenido dos hijos. Aun así, Millard aconsejó que las mujeres jóvenes emularan a Maureen Gardner, que era más delgada y femenina.
Cuando los periodistas comenzaron a publicar historias populares del deporte chileno, especialmente de fútbol, en los años 50 y 60, retrataron a las mujeres como obstáculos para el progreso. Las crónicas de Pepe Nava, por ejemplo, retrataron a los primeros deportistas varones como rebeldes, y “locos por el deporte”100, mientras que las mujeres impedían el crecimiento del fútbol debido a su pensamiento anacrónico. Según Nava, los clubes deportivos amenazaban las posibilidades de recibir una propuesta de matrimonio, por lo mismo las jóvenes formaron organizaciones que se oponían al deporte101. En respuesta, un grupo de hombres jóvenes de clase alta celebró un partido en el Club Hípico para convencer a sus novias del valor del balompié. Las mujeres quedaron tan impresionadas que amenazaron con convertirse en “futbolistas”102. El artículo estaba acompañado de una impresionante fotografía de un equipo de fútbol de mujeres jóvenes, sin nombre ni fecha. El subtítulo decía: “Después de aborrecer el fútbol desde el principio, las jóvenes chilenas lo tomaron con tanto entusiasmo que formaron un equipo”103. Los uniformes parecen ser oficiales, tal vez de una escuela de niñas en la década de 1920. Todas las jugadoras y la portera llevaban tacos. “Afortunadamente, la idea no prosperó”, dijo Nava104. El comentarista nunca explicó por qué el fútbol femenino no se popularizó. De hecho, el rechazo de los medios chilenos al fútbol femenino, al igual que el de la prensa argentina, es difícil de analizar porque nunca se dio una explicación y el deporte en sí era apenas visible.
Las historias orales apuntan hacia la constante presencia clandestina del fútbol femenino. Por ejemplo, el trío de atletismo Eliana Gaete, Marlene Ahrens y Betty Kretschmer también jugó al fútbol. Según Ahrens, las mujeres jugaban mucho al balompié en la década de 1940105. En una entrevista de 2013, corrigió a un periodista que afirmó que “ahora” las mujeres jugaban al balompié al señalar que en su juventud ella “jugaba mucho al fútbol”106. Ahrens contó que en el fundo de su padre, ella solía jugar con los hijos de los inquilinos todas las tardes, a veces con zapatos y otras, descalza. Por su parte, Betty Kretschmer se quejó de que no le permitían competir en balompié, que era su deporte principal. Años después la atleta se dedicó al periodismo y escribió artículos principalmente sobre fútbol107.
La comunidad chilena de educación física consolidó su experiencia durante las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, los materiales intelectuales sobre la actividad física habían cambiado poco con respecto al género. En las revistas de educación física, los autores afirmaban diferencias inmutables entre hombres y mujeres, basadas en diferencias anatómicas (como la curvatura de la columna vertebral) y los atributos del “sistema nervioso”108. Específicamente, los expertos en educación física señalaban la excitabilidad femenina, su falta de concentración y la incapacidad que tenían para controlar sus emociones, lo que comenzaba en la adolescencia109. Debido a las diferencias naturales “inalterables” entre los sexos, en particular los músculos más fuertes y los huesos más grandes de los hombres, los expertos recomendaban una educación segregada en términos de género.