El bautismo del diablo. Clifford Goldstein
the Spell: Religion as a Natural Phenomenon (2006); Sam Harris, The End of Faith: Religion, Terror, and the Future of Reason (2004); y Christopher Hitchens, God Is Not Great: How Religion Poisons Everything (2007).
26 Citado en Noson S. Yanofsky, The Outer Limits of Reason: What Science, Mathematics, and Logic Cannot Tell Us (Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 2013), p. 262.
27 Ian Barbour, Issues in Science and Religion (Nueva York: Harper Torchbooks, 1966), p. 37 (cursiva en el original).
28 Colin A. Russell, “The Conflict of Science and Religion”, in Ferngren, Science and Religion, p. 4. Dos de los libros más populares en el pasado que presionaban esta idea de guerra fueron Andrew Dickson White, A History of the Warfare of Science With Theology in Christendom (Nueva York, 1896) y John William Draper, History of the Conflict Between Religion and Science (Nueva York, 1874).
29 Richard DeWitt, Worldviews: An Introduction to the History and Philosophy of Science, 2nd ed. (West Sussex, Reino Unido: Wiley-Blackwell, 2010), pp. 312, 313.
30 Rainer Maria Rilke, “The First Elegy,” en The Selected Poetry of Rainer Maria Rilke, trad. y ed. Stephen Mitchell (Nueva York: Vintage International, 1989), p. 151.
31 Un argumento, se ha dicho, se rompe ni bien alguien menciona a los nazis o a Hitler. Quizá. Pero tenemos el ejemplo trágico de cuán rápido la iglesia cristiana en el período del Tercer Reih se comprometió con el socialismo nacional. Nadie está haciendo un paralelismo entre la evolución y el nacismo; el siguiente paralelismo simplemente revela con cuánta presteza los cristianos se pueden comprometer con el Zeitgeist predominante, incluso con algo tan horroroso como el régimen Nazi: “Los cristianos alemanes siempre retrataron a Jesús como no judío, y a menudo como un cruel antisemita. Como Hitler lo había llamado ‘nuestro mayor héroe ario’, esto no era un gran avance. Antes de que los cristianos alemanes acabaran con él, el Rabí nazareno sería un hijo con una marcha militar y amante del strudel del Reich Alemán”. Eric Metaxas, Bonhoeffer: Pastor, Martyr, Prophet, Spy (Nashville, Tennessee: Thomas Nelson, 2010), p. 172.
Capitulo 2
La herejía de Galileo
Casi todos los niños escolares de Occidente luego de la Ilustración han aprendido sobre el juicio por herejía a Galileo Galilei, a manos de la Inquisición romana en el siglo XVII. Aunque es presentada como un ejemplo paradigmático de religiosos ignorantes y dogmáticos que luchan contra el progreso racional y lógico de la ciencia, esta historia es una ilustración de lo que sucede cuando la ciencia dogmática se convierte en la corriente principal . Y lo que es peor, lo que sucede cuando los creyentes religiosos incorporan dogmatismo a su fe.
Albert Einstein escribió, en el prólogo de una publicación del siglo XX sobre la obra de Galileo: “El leitmotiv que reconozco en la obra de Galileo es la lucha pasional contra cualquier tipo de dogma basado en la autoridad”.32
Einstein tenía razón. La obra de Galileo era una lucha contra el “dogma basado en la autoridad”. Pero el dogma estaba basado en la autoridad de la ciencia; un dogma que fue tan intolerante en el siglo XVII como lo es hoy. Lejos de revelar los peligros de la religión en contra de la ciencia, el juicio de Galileo revela los peligros de la religión que sucumbe ante la ciencia. La iglesia no estaba defendiendo la Biblia, sino su falsa interpretación, creada por una desafortunada fusión de la fe y la ciencia. Si fueran astutos, los evolucionistas teístas evitarían la controversia de Galileo y no la presentarían como el ejemplo arquetípico de por qué los cristianos deben amalgamar la evolución con las Escrituras.
Sin embargo, existe una diferencia crucial entre lo que la iglesia hizo en ese momento con el cosmos ptolemaico-aristotélico, del cual la Tierra era el centro, y lo que los evolucionistas teístas hacen hoy. La visión en la que la Tierra era el centro del cosmos no se presenta en la Biblia, por lo que ese modelo podría haber sido correcto sin contradecir las Escrituras. Pero la evolución contradice en todo a la Biblia. El error que cometen los evolucionistas cristianos hoy, con respecto a la Evolución, es cualitativamente peor que lo que sus ancestros espirituales e intelectuales hicieron en la Inquisición romana con la “herejía” de Galileo.
Con “fe genuina”
Como todo en la vida, es complicado. Sin importar el sesgo de positivismo de alguien, numerosos factores desde múltiples direcciones se solidificaron en el episodio de Galileo. Además de los cuestionamientos de la corte del Vaticano, otros aspectos incluían tensiones políticas entre Roma y las ciudades-estado italianas, y entre Roma y España; peleas internas en el clero (los dominicanos contra los jesuitas, los jesuitas contra los jesuitas); rivalidades intelectuales entre Galileo y otros científicos; los dogmatismos de la iglesia; la influencia de la filosofía en la fe; y las tensiones de la batalla con la Reforma, que ejercía gran presión para que Roma mantuviera la “ortodoxia bíblica”. No ayudaba el hecho de que algunos de los argumentos de Galileo no fueran tan fuertes (de hecho, algunos eran erróneos), y sus defectos de carácter tampoco ayudaban (no era justamente un santo). Además, aparte de los aspectos bíblicos, existían algunas razones lógicas y empíricas para cuestionar la postura de Galileo. Todos estos factores llevaron a algunas de las palabras más infames en la historia intelectual, científica y religiosa: la retractación de Galileo.
En parte, dice:
“Yo, Galileo Galilei, hijo de Vincenzio de Florencia, de setenta años de edad, juzgado por esta corte, y arrodillado ante ustedes, los más eminentes y reverendos señores Cardinales, generales de Inquisición a lo largo de la República Cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mis ojos el más santo Evangelio, y con mis manos sobre él; juro que siempre he creído, que creo ahora y que, con la ayuda de Dios, en el futuro creeré todo lo que la Santa Iglesia Católica Apostólica sostiene, predica y enseña.
“Pero dado que yo, luego de haber sido amonestado por este Santo Oficio a abandonar la falsa opinión de que el Sol es el centro de la Tierra y es inamovible, y que la Tierra no es el centro del Universo y que se mueve, y a no sustentar, defender ni enseñar de cualquier manera, ya sea oralmente o por escrito, la mencionada falsa doctrina; y luego de haber recibido la notificación de que la mencionada doctrina es contraria a los Santos Escritos, escribí e hice imprimir un libro en el cual trato la doctrina condenada y presento argumentos muy eficaces en su favor, sin llegar a ninguna solución: he sido juzgado con vehemencia como sospechoso de herejía, es decir, de haber sostenido y creído que el Sol es el centro del Universo e inmóvil y que la Tierra no es el centro de ese Universo y que sí se mueve.
“Sin embargo, con el deseo de quitar de las mentes de sus Eminencias y de todos los cristianos fieles esta vehemente sospecha concebida razonablemente contra mí, renuncio con corazón sincero y fe genuina, maldigo y aborrezco los mencionados errores y herejías, y en general todos y cada uno de los errores y sectas contrarias a la Santa Iglesia Católica [...].
“Yo, Galileo Galilei, me he retractado, he jurado y prometido, y me mantengo sujeto a lo que antecede, y en nombre de la verdad, con mis propias manos he suscrito el presente esquema de mi retractación, y la he recitado palabra por palabra. En Roma, en el Convento della Minerva, a los veintidós días del mes de junio de 1633.
“YO, GALILEO GALILEI, he renunciado a lo mencionado, con mi puño y letra”.33
Luego de esta