El bautismo del diablo. Clifford Goldstein

El bautismo del diablo - Clifford Goldstein


Скачать книгу

      El universo de Aristóteles

      Otros elementos de las enseñanzas de Aristóteles resonaron durante la saga de Galileo, pero su cosmología, su comprensión del universo, se convirtió en el punto de partida. Algunas de esas enseñanzas fueron anteriores a Aristóteles y se podían encontrar entre los babilonios, los egipcios y los pitagóricos, quienes sin duda influenciaron el pensamiento de Galileo, pero Aristóteles había desarrollado su propia comprensión sistemática de la estructura del universo, que la iglesia había adaptado y luego adoptado (al menos en parte) durante siglos.

      Aristóteles dividía la creación en dos regiones distintas: la terrestre y la celestial. Enseñaba que la terrestre, todo lo que está debajo de la Luna, está compuesta por cuatro elementos básicos: tierra, aire, fuego y agua. Este ámbito sufrió cambios, decadencia, nacimiento, generación y corrupción. En contraste, el ámbito celestial, la Luna y más allá, permanecía eterno, sin cambios y perfecto. Las estrellas y los planetas estaban compuestos por un quinto elemento (del que obtenemos la palabra quintaesencia), conocido como éter. A diferencia de la tierra, el aire, el fuego y el agua, el éter era puro, eterno e inmutable.

      En el sistema de Aristóteles, las estrellas orbitaban en círculos la Tierra, considerada la más perfecta de todas las formas geométricas. Visualizaba el universo mismo como 55 esferas cristalinas concéntricas, una anidada dentro de la otra, desde la más pequeña y cercana a la Tierra, a la más grande y lejana. Cada esfera cristalina, en la cual se hallaban los diferentes planetas y estrellas, rotaba a su propia velocidad constante alrededor de la Tierra, que estaba inmovible en el centro, como un punto en medio de tres anillos.

      La centralidad e inmovilidad de la Tierra fue crucial para el cosmos de Aristóteles, y en su obra En los cielos debatía sobre la Tierra como el centro inamovible del universo. Aunque usó diferentes razones, un argumento fue que la Tierra debía estar en el centro de todo lo que existe, porque si arrojas algo al aire, esto automáticamente cae a la tierra.

      Ptolomeo, Dante y Copérnico

      Aparte de los problemas obvios que vemos hoy con este sistema, las personas en los días de Aristóteles miraban al cielo de noche y veían, con bastante facilidad, que las estrellas no se movían como deberían según este modelo. Las creencias y las suposiciones sobre las cuales se construyó esta visión no coincidían con el fenómeno. Era como si el mismo cielo no hubiera leído En los cielos. Por ejemplo, si las estrellas y los planetas orbitan la Tierra a velocidad constante y en círculos perfectos, ¿por qué algunos planetas en ciertos momentos detienen su movimiento, vuelven atrás y luego van hacia adelante nuevamente? La teoría de Aristóteles no explica fácilmente el movimiento retrógrado que se ve en el cielo de noche.

      Al mismo tiempo, pensadores de todas las épocas trataron de hacer que el modelo se ajustara a los hechos. En otras palabras: “Aquí está la teoría. Ahora logren que lo que vemos, los fenómenos, se ajusten a ellas”. Hoy, en especial en la biología evolucionaria, poco ha cambiado.

      En el siglo II a.C., el astrónomo greco-egipcio Claudio Ptolomeo escribió un tratado de trece partes, el Almagesto, en el cual trató de describir mejor el movimiento del cosmos en un universo aristotélico con la Tierra como centro. Aunque revestía cierta complejidad, el sistema de Ptolomeo era una descripción matemática precisa (basada en el modelo de los cuerpos celestes que se movían en esferas perfectas alrededor de una Tierra inmóvil) de lo que los ojos de la tierra veían en los cielos. Y, hasta cierto punto, funcionó. Esto es, se podían hacer predicciones precisas basadas en la ciencia falsa que apoyaba el Almagesto, que ponía una Tierra inmóvil como el centro del universo. Si bien el libro se escribió alrededor del año 150 d.C., la influencia del Almagesto duró hasta los años 1600.

      Con La divina comedia, Dante hizo con la poesía lo que Tomás de


Скачать книгу