El bautismo del diablo. Clifford Goldstein
cualquier manera, su retractación vino a manera de respuesta directa a los cargos formales presentados por la Santa Inquisición.
Una parte expresa lo siguiente:
“Por cuanto tú, Galileo, hijo de Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años, has sido denunciado en 1615 a este Santo Oficio por sostener como verdadera una doctrina falsa enseñada por muchos de que el Sol permanece inmóvil en el centro del mundo (el Universo), y que la Tierra se mueve, y también con un movimiento diario [...] y por cuanto luego se produjo la copia de un escrito, en forma de carta abiertamente escrita por usted a una persona que había sido su alumno, en la cual, siguiendo la hipótesis de Copérnico, usted incluye varias proposiciones contrarias al sentido y la autoridad verdaderos de las Santas Escrituras; por consiguiente (este Santo Tribunal, con el deseo de prevenirse contra el desorden y el mal comportamiento que se encontraban en desarrollo y aumento en detrimento de la Santa Fe), por deseo de Su Santidad y los más Eminentes Señores, Cardenales de esta Suprema y Universal Inquisición, las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y el movimiento de la Tierra fueron calificadas por los Calificadores Teológicos de la siguiente manera:
1.La proposición de que el Sol está en el centro del mundo y que no se mueve de su lugar es absurda, filosóficamente falsa y formalmente herética, pues es expresamente contraria a las Santas Escrituras.
2.La proposición de que la Tierra no es el centro del mundo y no se mueve, sino que se mueve, y además con acción diaria, también es absurda, filosóficamente falsa y considerada teológicamente, por lo menos, errónea en la fe.
“Por consiguiente [...], evocando el santísimo nombre de nuestro Señor Jesucristo y de su gloriosa Madre María, pronunciamos nuestra sentencia: pronunciamos, juzgamos y declaramos que usted, el nombrado Galileo [...], se ha expuesto con vehemencia sospechado de herejía por este Santo Oficio, esto es, de haber creído y sostenido la doctrina (que es falsa y contraria a las Santas y Divinas Escrituras) de que el Sol está en el centro del mundo, y que no se mueve de Este a Oeste, y que la Tierra sí se mueve y no es el centro del Universo. También ha declarado que una opinión puede ser sostenida y apoyada como probable luego de que ya ha sido declarada y decretada oficialmente como contraria a las Sagradas Escrituras y, consecuentemente, de que ha incurrido en todas las censuras y penalidades ordenadas y promulgadas en los cánones sagrados y otras asambleas particulares sobre los delincuentes de esta descripción. Por tal motivo, es nuestro placer otorgarle la absolución, siempre y cuando, con corazón sincero y fe genuina, en Nuestra presencia, abjure, maldiga y aborrezca el mencionado error y las herejías, y cualquier otro error y herejía contrario a la Iglesia Católica Apostólica de Roma.35
No es de extrañar, entonces, que Galileo, con “fe genuina”, maldijera, aborreciera y abjurara “el mencionado error y las herejías”. La Inquisición le advirtió que sería torturado si no lo hacía, y (para un hombre de su edad y salud frágil) la tortura hubiera significado la muerte. Algunos siglos después, Albert Camus escribió: “Galileo, quien sostenía una verdad científica de gran importancia, la abjuró con gran tranquilidad en cuanto puso su vida en peligro. En cierto sentido, hizo bien”.36
La facilidad con la que abjuró de esa verdad, o si hizo bien en hacerlo, es debatible. Lo que no es debatible es de qué lo acusaron y de qué se retractó. O quizás eso sea debatible. La herejía de Galileo no era, de hecho, “contraria a las Santas y Divinas Escrituras”, sino contraria a un filósofo griego pagano fallecido hacía más de 19 siglos, un punto crucial a menudo extinguido de los relatos populares.
El Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo
Los problemas de Galileo, en especial con algunos jesuitas y dominicanos, comenzaron décadas antes de la abjuración, cuando apuntó su telescopio a los cielos y vio cosas que, de acuerdo con la ciencia honorable y establecida a lo largo del tiempo, no debían estar allí. Aunque Galileo había estado bajo sospecha por años, lo que incitó el odio de Roma fue su libro Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo, publicado por primera vez en 1632. Habiendo sido advertido sobre la enseñanza de algunos de sus puntos de vista (un amigo preocupado le dijo que Roma no era el lugar para hablar sobre cosas de la Luna37), Galileo esperaba eludir los golpes si escribía el libro como un debate intelectual audaz entre tres protagonistas: Salvatori, Sagredo y Simplicio.
A continuación, se encuentran algunos extractos de Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo:
Esta [un movimiento circular es más perfecto que derecho] es la piedra angular y la base de toda la estructura del Universo Aristotélico, sobre la cual se superponen todas las demás propiedades celestiales: libertad de la gravedad y levedad, ingenerabilidad, incorruptibilidad, exención de todas las mutaciones menos las locales, etc.38
Debo agregar que ni Aristóteles ni ustedes podrán probar nunca que la Tierra es de facto el centro del Universo; si hemos de asignarle un centro al Universo, es probable que el Sol esté en ese lugar, como lo entenderán a su debido tiempo.39
Pero viendo, por otro lado, la gran autoridad que ha ganado Aristóteles universalmente; considerando el número de famosos intérpretes que se han esforzado para explicar sus significados; y observando que las otras ciencias, tan útiles y necesarias para la humanidad, basan gran parte de su valor y reputación en el crédito de Aristóteles; Simplicio está confundido y perplejo, y parece que lo escucho decir ‘¿Quién resolvería nuestras controversias si se despojara a Aristóteles de ese crédito?’40
No quiero decir que una persona no debería escuchar a Aristóteles. De hecho, aplaudo la lectura y el estudio cuidadoso de sus obras, y reprocho solo a aquellos que se entregan como esclavos a él de tal manera que suscriben ciegamente a todo lo que él dice y lo toman como decreto inviolable, sin prestar atención a otras razones.41
Ustedes están enfadados porque Aristóteles no puede hablar; pero les digo que si Aristóteles estuviera aquí, nosotros lo convenceríamos o él destrozaría nuestros argumentos y nos persuadiría con otros mejores.42
¿Quién es el centro del diálogo? ¿Moisés? ¿Jesús? ¿Pablo? No; el énfasis es Aristóteles, cuyas enseñanzas (y la refutación de Galileo a esas enseñanzas) son un componente clave del Diálogo. Nunca se menciona a Moisés, Jesús o a Pablo. La frase “Santas Escrituras” aparece solo dos veces en el libro, a diferencia de “Aristóteles”, que aparece en el escrito un centenar de veces.
El Darwin de esos días
Galileo no estaba luchando contra la Biblia, sino contra una interpretación de la Biblia, dominada por el dogma científico predominante, que por siglos había sido el aristotelianismo. No se puede sobreestimar la importancia de este punto. Aristóteles (384-322 a.C.) fue el Darwin de esa era, y fue endiosado de maneras en las que ni siquiera Darwin lo es hoy. Muchos intelectuales, sin importar cuánto puedan permanecer bajo el hechizo del científico inglés, criticarán su obra. Incluso un yihadista darwiniano como Richard Dawkins pudo escribir: “Mucho de lo que Darwin dijo está, en detalle, equivocado”.43
En contraste, en la era de Galileo las personas estaban menos listas para contradecir a Aristóteles, cuyos escritos saquearon y desmantelaron intelectualmente la cultura del momento. Los estudiantes que entraban en las universidades de la Edad Media recibían la instrucción de descartar cualquier enseñanza que fuera en contra del “Filósofo”, como había llegado a ser conocido Aristóteles. William R. Shea escribió: “Los escritos de Aristóteles que han estimulado discusiones avivadas fueron de manera creciente convertidos en un dogma rígido y en criterios mecánicos de la verdad. A los otros sistemas filosóficos se los trataba con desconfianza”.44
Al igual que la manía de hoy de interpretar todo en un contexto darwiniano (desde la forma de la oreja de los perros a nuestra “tendencia natural a ser amables con nuestras relaciones genéticas y, sin embargo, ser xenofóbicos, desconfiados e incluso agresivos con