El bautismo del diablo. Clifford Goldstein

El bautismo del diablo - Clifford Goldstein


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de la cosmología Ptolemaico-aristotélica como base estructural para la cosmovisión cristiana se estableció en el imaginario colectivo, con todos los aspectos del esquema científico griego ahora imbuido de importancia religiosa. En las mentes de Dante y sus contemporáneos, la astronomía y la teología indivisiblemente unidas, y las ramificaciones culturales de esta síntesis cosmológica, eran profundas: porque si futuros astrónomos introducían cualquier cambio físico a ese sistema (por ejemplo, decir que la Tierra se mueve), el efecto de una innovación puramente científica amenazaría la integridad de toda la cosmología cristiana”.55

      Si bien Copérnico no fue exactamente quitado del escenario (se hallaba en su lecho de muerte cuando su libro salió de la imprenta), en 1616 este tratado fue puesto en el Índice Católico de Libros Prohibidos; a pesar de su intento de apaciguar a las autoridades dedicando el material a nadie más que al mismísimo “vicario de Cristo”. Dieciséis años después de la prohibición, Galileo fue condenado por Roma por “haber creído y sostenido la doctrina (falsa y contraria a las Santas y Divinas Escrituras) de que el Sol es el centro del Universo y que no se mueve de Este a Oeste, y que la Tierra sí se mueve y no es el centro del Universo”; en otras palabras, la cosmología de Copérnico.

       El artefacto del diablo

      Lo que sea que haya estado sucediendo en los cielos, esta era la atmósfera científica e intelectual en la cual se desató la tormenta de Galileo en la tierra. Para la mente medieval, el universo era una jerarquía estricta en la cual el cielo, comenzando por la Luna que se movía hacia afuera, era perfecto y armonioso. Todos los cuerpos celestes (Sol, Luna, planetas, estrellas), esferas perfectas en sí, orbitaban la Tierra en círculos perfectos, la forma geométrica suprema, el único movimiento digno del cosmos de Yahweh. En medio de todo esto, en el centro inamovible, se asentaba la Tierra. Aquí estaba el modelo científico que dominó el pensamiento intelectual occidental por más de 1.500 años, el que la iglesia también había luchado tanto por incorporar a su teología.

      Después de todo, ¡es ciencia!

      De acuerdo con el pensamiento científico establecido, eso no podía ser verdad. Después de todo, más de trescientos años antes de Cristo, Aristóteles había dicho que los cuerpos en el cielo orbitaban solo a la Tierra y a nada más. Citando a un famoso físico del siglo XX que se refería al descubrimiento de una partícula subatómica no conocida hasta entonces: “¿Quién ordenó eso?”.

       La herejía de Galileo

      Entre los cargos que la Inquisición le impuso a Galileo por causa de su libro estaba este: “La proposición de que el Sol está en el centro del mundo [el universo] y no se mueve de su lugar es absurda, filosóficamente falsa y formalmente hereje, pues es expresamente contraria a las Santas Escrituras”.

      Técnicamente, la Inquisición tenía razón y Galileo estaba equivocado. El Sol no es el centro del universo, sino solo de nuestro Sistema Solar, que a su vez está suspendido en los suburbios exteriores de la Vía Láctea, una de los miles de millones de galaxias que recorren el universo. Y lejos de ser “inamovible de su lugar”, el Sol viaja por el


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