Ronaldo: Un genio de 21 años. Wensley Clarkson
hacía lo que estuviera a su alcance para que Ronaldo se sintiera como en casa. Cuando llegaban visitas, preparaba dulce café brasileño y mostraba orgullosa fotografías de su niño prodigio. Con frases cortas y bien buscadas, explicaba a quien quisiese escucharla que “esta fotografía se la sacaron en el Valqueire, su primer equipo. Tenía ocho años. Estaba con sus amigos y decidió...”., y así interminablemente.
Sonia acudía a menudo a los partidos del PSV para animar a su hijo bien amado. Sin embargo, desde que Ronaldo nació, había tenido la tensión muy alta y le costaba soportar el estrés de los partidos.
“Tengo que tomar muchas pastillas para controlar la tensión, y no se puede decir que ver a Ronaldo jugar sea muy bueno para mi salud. A veces, me llevo una botella de cerveza y me la bebo durante el partido para relajarme. Tiemblo y grito cuando Ronaldo pierde y suelo insultar a los árbitros”.
Televisión, clases de conducir, entrenamientos, clases de holandés, llamadas de teléfono, partidos de tenis con un compañero del PSV... Ésa era la vida que Ronaldo llevaba en Holanda. Podría decirse que era el sueño de todo adolescente.
Ronaldo guardaba su último juguete en el garaje: un Chrysler Jeep. Tenía tanto miedo de que se le estropeara el coche que tardó meses desde su llegada a Holanda en sacarlo por las calles de la ciudad, eso sí, a paso de tortuga. Tomaba las curvas con una precisión enfermiza y ponía todos sus sentidos en cada maniobra.
“No dejaba de preguntar: “¿Qué tal lo hago? ¿Conduzco bien?”, recuerda un viejo amigo que fue a visitarle a Holanda. Por otra parte, estaba el tema de las cartas de las fans. Siempre había una bolsa enorme llena de cartas listas para ser enviadas a Brasil. En Holanda, los futbolistas sólo contestan a sus seguidores si éstos les adjuntan un sello. Ronaldo desconocía por completo esta norma. Durante sus primeros meses de estancia en el PSV, envió al menos 2.000 cartas con fotografías autografiadas, incluidas 700 a Brasil. Le costó al menos unos 500 dólares, pero eso era una miseria comparada con el recibo del teléfono.
Ronaldo tenía otro lado mucho más infantil. En el transcurso de una entrevista en casa del delantero, el periodista holandés Frans Oosterwijk no pudo salir de su asombro cuando Ronaldo se esfumó y se introdujo en una habitación con Nadia.
En el PSV, Ronaldo seguía marcando goles con la regularidad que le caracterizaba. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Los holandeses reconocen que Ronaldo tenía lo que ellos llaman una “tercera aceleración”: el sprint dentro del sprint, con el que el delantero conseguía regatear súbitamente a dos o tres oponentes. Ronaldo se mostraba especialmente satisfecho con el entrenador del PSV, Dick Advocaat. “Está contento conmigo, y yo con él”. De hecho, Ronaldo accedió a dejar de tomar Coca-Cola y patatas fritas a petición de su nuevo mentor y figura paterna.
Uno de esos pocos días libres de los que disfrutaba el futbolista, Ronaldo y su novia Nadia aceptaron la invitación del agente italiano de fútbol Giovanni Branchini para ir a visitar Milán. Branchini apareció en escena tras las recomendaciones de los “propietarios” de Ronaldo, Martins y Pitta, conscientes de que el italiano podría desempeñar un papel fundamental llegada la hora de intentar introducir a su jugador en la tan lucrativa Primera División.
Para Ronaldo, el viaje no era más que una forma agradable de pasar unos cuantos días. Sabía que algunos lo interpretarían como el primer paso de un plan concreto, y no ayudó mucho a acallar los rumores el hecho de que se reuniera para cenar con el presidente del Inter de Milán.
Massimo Moratti le hizo prometer que, en principio, pensaría en el Inter cuando decidiese marcharse del PSV. Ronaldo no se dedicó a buscar casa durante la visita, pero le gustó todo lo que vio.
Branchini llevó a Ronaldo y a Nadia a la catedral, a La Scala y a la sede del Inter, en el estadio de San Siro. La pareja dedicó también mucho tiempo a ir de compras. Después del viaje, Nadia mostró orgullosa a todos sus amigos y familiares las fotografías del viaje: Armani, Moschino, un hotel plagado de lámparas de araña y una cena sentada junto al cordial Branchini y al presidente del Inter.
Durante el viaje, Ronaldo y Nadia regresaron al menos en cinco ocasiones al hotel a hacer el amor, y cada vez que volvían a salir se habían cambiado de ropa. “Eran como adolescentes locamente enamorados”, dijo un amigo. “Claro que realmente lo eran”. Fue un viaje memorable y, desde entonces, Ronaldo supo que algún día volvería a aquella tierra.
A medida que fue transcurriendo el tiempo en Holanda, Ronaldo fue ganando confianza. Le costaba menos reírse de sus propias bromas y las de otros.
Cuando iban a verle sus amigos a su casa de Eindhoven, siempre tenía el detalle de servirles bebidas e incluso ponía la mesa con mucha gracia. Sin embargo, aún se sentía avergonzado de su madre sobreprotectora y omnipresente.
Cuando Sonia le dijo en una ocasión a uno de los invitados que “Ronaldo ha venido a la tierra para marcar goles”, su hijo la reprendió fríamente.
En Brasil, muchos de sus amigos comenzaban a quejarse por no tener noticias del futbolista. Ronaldo, por su parte, pensaba que el pasado, pasado estaba. “Ahora, mi única amiga es Nadia”, le comentó a un compañero del PSV. No había olvidado a gente como Calango y Zé Carlos, pero no quería quedarse anclado en el pasado.
En Holanda, Ronaldo no pasaba de ser un extranjero sin un fondo cultural. En muchos sentidos, se había adaptado increíblemente bien. Se desenvolvía con garbo por la vida y el contenido de su armario iba creciendo día a día, al igual que el de Nadia. En casa escuchaba samba y música reggae y su tenis había mejorado. Sin embargo, al contrario que otros jugadores, nunca leía la prensa.
Como era de esperar, Nadia se fue cansando poco a poco de Ronaldo, y resultaba evidente que la pareja no pasaría el resto de sus vidas juntos.
A medida que fueron pasando los meses, las discusiones entre ambos comenzaron a hacerse más y más serias. En una ocasión, Nadia le gritó durante la comida: “¡Me pones enferma! ¡Enferma! Estás todo el día pegado a mí; eres como una lapa. Entonces, ¿por qué no te casas conmigo?”. Los invitados, incluida Sonia, apartaron la vista avergonzados, pero la madre tomó nota mentalmente de lo ocurrido para sacar el tema a su hijo más adelante.
Nadia recordó un tiempo después que Ronaldo era extremadamente celoso y desordenado cuando vivían juntos en Holanda. “Cuando llegaba del entrenamiento se quitaba los calcetines y los tiraba en la mesa del salón”. No era de extrañar que lo hiciera: Nadia sabía muy bien que Ronaldo estaba demasiado acostumbrado a que su madre fuese recogiendo todo lo que él desordenara.
Al final de su primera temporada en el PSV, Ronaldo dejó Eindhoven para viajar a Río antes que Nadia. Ella le condujo al aeropuerto. Ronaldo tenía muy buen aspecto. Se le habían ajustado los dientes y tenía una seguridad recién estrenada. Ese año en Holanda se había convertido en un hombre más tranquilo, más serio.
Ronaldo y Nadia tardaron pocas semanas en romper su relación. En Río, Ronaldo conoció a otra rubia brasileña llamada Vivianne, que se fue a vivir con él cuando regresó a Holanda. Por una de esas extrañas ironías de la vida, las dos mujeres se conocían desde antes de conocer al propio Ronaldo.
Vivianne tenía un parecido asombroso con Nadia, pero esta vez Ronaldo puso especial cuidado en que la relación fuera más despacio, aunque más tarde confesó a sus amigos que Vivianne también cometió el error de suponer que la pareja acabaría contrayendo matrimonio.
“Sin embargo, Sonia no consideraba ni mucho menos aptas a Nadia ni a Vivianne”, comenta uno de los amigos de Ronaldo en Río.
Una vez más, Sonia parecía ser un factor decisivo en los amoríos de su hijo, y no dejaba de recordarle que podía aspirar a más.
Menos de dos meses después de que Nadia y Ronaldo rompieran su relación, en agosto de 1995, ella le llamó, le dijo que estaba embarazada y que él era el padre. Nadia perdió el bebé y aún no ha logrado sobreponerse del asunto.
“Perdí el niño porque Ronaldo me abandonó. Me habría gustado tener un niño que jugase al fútbol como Ronaldo”.