Ronaldo: Un genio de 21 años. Wensley Clarkson

Ronaldo: Un genio de 21 años - Wensley Clarkson


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      No hubo ningún defensa en el mundo, ni siquiera Bobby Moore,que consiguiera domar durante un partido completo al brasileño Jairzinho, ganador del Mundial de Fútbol de 1970. Marcó goles en todos y cada uno de los partidos que jugó con su equipo, la legendaria selección brasileña ganadora del Mundial de Fútbol de dicho año. Sin embargo, muchos piensan que esta estadística no hace justicia a la magnificencia de las habilidades de Jairzinho, un auténtico ‘predador’ que daba maravillosas asistencias. Por tanto, a nadie le sorprendió que más de 20 años después se dedicara a buscar talentos por las favelas de Río, principalmente, en busca de futuras estrellas del fútbol.

      El Jairzinho del pasado se parece, en muchos sentidos, al Ronaldo del presente: las fotografías de un Jairzinho sin camiseta en el campo de entrenamiento de Brasil en 1970 muestran un torso musculoso que hace juego con unas piernas potentes. En las pruebas de velocidad, demostraba ser el hombre más veloz del equipo en 50 metros.

      En 1990, Jairzinho demostró guiarse por un muy buen olfato cuando el joven Ronaldo, de 13 años, pasó del Club Social Ramos al São Cristovão, donde Jairzinho ayudaba de cuando en cuando a entrenar a los jugadores junior.

      Tras haber observado a Ronaldo en dos únicas ocasiones, Jairzinho se puso en contacto telefónico, antes del final del segundo tiempo, con dos jóvenes exbanqueros que estaban haciendo sus primeras incursiones en el mundo del fútbol en calidad de agentes.

      Alexandre Martins y Reinaldo Pitta reaccionaron rápidamente a la sugerencia del veterano Jairzinho y fueron al São Cristovão a ver jugar al joven.

      Los agentes quedaron absortos con el juego que desplegó Ronaldo: el joven marcó cinco goles a favor de su equipo en un partido que ganaron por 9-1. Cierto es que acababan de abandonar la Bolsa de Valores de Río, pero no necesitaban saber mucho de fútbol para reconocer el potencial de Ronaldo.

      “En seguida supimos que podría ser diferente del resto de los jugadores”, admitió Pitta unos años después.

      La imagen de Ronaldo jugando al fútbol auguraba millones de dólares. Iba a ser un negocio mucho más lucrativo que cualquier otro en los que habían participado con anterioridad.

      Poco tiempo después, los dos hombres hicieron un primer acercamiento a Ronaldo por mediación de su padre, al que propusieron comprar al São Cristovão la licencia de Ronaldo por 7.000 dólares, y le ofrecieron una comisión. El club, escaso de recursos económicos, aceptó a regañadientes vender a su mejor baza por menos de lo que costaba comprar un coche nuevo. Nelio estaba encantado. A continuación, los agentes Pitta y Martins sugirieron que Ronaldo abandonara las clases para dedicarse de lleno al fútbol. Tan sólo contaba 14 años.

      Martins y Pitta parecían dos banqueros de éxito intentando aparentar un aspecto informal. Vestían vaqueros bien planchados con chaquetas Armani y sólo se ponían sus trajes de 1.000 dólares cuando se proponían negocios serios. Inmediatamente, firmaron con Ronaldo un contrato de diez años, que era casi imposible de romper gracias a una cláusula de rescisión por valor de millones de dólares. En el contrato, se obligaba a Ronaldo a pagar a los agentes un 10% de cualquier contrato que firmase durante ese período de diez años incluso si ellos no participaban en las negociaciones. En el trato se especificaba también que los gastos de representación de los agentes correrían a cargo de Ronaldo.

      En una cláusula del contrato se llegaba a especificar que los dos agentes se reservaban el derecho a “manipular de forma pertinente la imagen pública y privada de Ronaldo, su nombre y sobrenombre, y a percibir una parte de lo recaudado gracias a fotos de la estrella o a cualquier otra forma de promoción”. El contrato garantizaba también que Ronaldo no firmaría ningún acuerdo sin la autorización previa de ambos agentes. En caso contrario, tendría que pagar elevadas multas que ascenderían a cientos de miles de dólares.

      “Básicamente, habían comprado los derechos de Ronaldo como persona”, explica un agente deportivo. “No le permitían prácticamente ni respirar sin el consentimiento de sus agentes”.

      Pero el aspecto más inquietante del trato era que Ronaldo necesitaba recurrir a su padre para que firmase el contrato por ser menor de edad. Aparentemente, ni Ronaldo ni su padre habían acudido a terceras personas para pedir consejo.

      Martins y Pitta fueron muy perspicaces al decidir no vender aún a Ronaldo al mejor postor, tal y como algunos habrían esperado. En su lugar, esperaron de brazos cruzados a que sus destrezas mejorasen y, a medida que fuese marcando más y más goles, fuese aumentando también su precio de traspaso.

      El plan les salió que ni pintado cuando, en febrero de 1993, Ronaldo fue convocado para integrar el equipo sub 17 de Brasil en el Campeonato de Sudamérica en Colombia. Ronaldo fue una de las estrellas del torneo, así como el máximo goleador, con ocho goles. El rumor de que había nacido una estrella se difundió rápidamente. Los agentes Martins y Pitta permanecieron a la espera, mientras el contador de dólares iba subiendo. Sabían que tenían la gallina de los huevos de oro.

      Mientras, el cazatalentos Jairzinho se quejaba por no haber recibido nada como descubridor del chico que se acabaría convirtiendo en el futbolista más conocido del mundo. De hecho, no había mucho que repartir de los 7.000 dólares, por lo que los agentes prometieron a Jairzinho pagarle lo que merecía si sus planes se hacían realidad.

      Los buitres comenzaban a merodear hambrientos en torno al pastel para conseguir unas migajas.

      Adiós a la favela

      Ronaldo solía llegar tarde a los partidos del São Cristovão porque su madre no le despertaba. Al final, acabó quedándose a dormir en casa de su entrenador para asegurarse de que llegaba a los partidos antes del inicio.

      Ary, el entrenador, insiste en que el padre de Ronaldo no solía acudir a ninguno de los partidos de su hijo, al contrario que la mayoría de los padres. Pero lo que Ronaldo no contó entonces a su entrenador fue que sus padres se estaban divorciando y las relaciones eran muy tensas. De hecho, Ronaldo se sentía aliviado de que su padre no apareciese por los partidos porque deseaba evitar pensar en su problemático hogar.

      Tal como apuntó Ary, “su padre no se dejaba ver por el campo. Durante todo el tiempo que Ronaldo estuvo con nosotros, vi a Nelio en tan sólo dos o tres ocasiones. Sé que suena duro decirlo, pero la mayor bendición en la vida de Ronaldo fue que sus padres se divorciaran”.

      De hecho, el contrato de Ronaldo suscitó muchos problemas entre padre e hijo porque el resto de la familia, especialmente su madre, pensaba que les estaban engañando de alguna forma. Ronaldo se contagió de ese recelo y la relación entre padre e hijo se volvió tirante de nuevo. La intervención de Pitta y Martins consiguió convencer a Ronaldo y a los suyos de que todo marchaba sobre ruedas.

      El mejor amigo de Ronaldo en el São Cristovão era Calango, su amigo de la infancia en Bento Ribeiro. Los dos provenían de entornos similares (los padres de ambos se divorciaron de forma similar) y su relación se afianzó en la época en que formaron una pareja asombrosamente compenetrada en el humilde equipo de segunda división.

      La primera vez que Ronaldo subió al Pan de Azúcar, fue en compañía de Calango: ambos cogieron el teleférico y subieron las escaleras que conducen a la gigantesca estatua de Cristo que corona Río. Durante esas excursiones, los dos adolescentes hablaban de todo: desde el fútbol, hasta la vida de sus desgraciadas familias.

      “Compartimos muchos secretos y aprendimos a entendernos el uno al otro a la perfección. Quizás esta relación nos benefició tanto sobre el terreno de juego como en la vida real”, afirma Calango.

      En el São Cristovão, Ronaldo tenía reputación de ser un jugador un poco vago. Leonardo, otro compañero de equipo, recuerda que “nunca corría para ganar la pelota. Sigue sin hacerlo”.

      Los entrenadores del equipo no han olvidado tampoco que Ronaldo era siempre el primero de la fila para repetir comida. “Cuando desayunábamos en el club, todos los jugadores recibían una rebanada de pan y queso. Cuando preguntábamos si había alguien


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