Ronaldo: Un genio de 21 años. Wensley Clarkson
lo que acababa de ocurrir. Era como si aquellos momentos tan tensos le hubiesen sucedido a otra persona. Le preocupaba el bienestar de su hija Ione y de su hijo Nelinho (el pequeño Nelio) en un hogar en ruinas. ¿Permanecería Nelio junto a la familia o se dedicaría a sus frecuentes sesiones de droga y alcohol?
Sonia estaba decidida a sacar adelante a Ronaldo y a sus otros dos hijos por su cuenta si Nelio seguía desentendiéndose de la familia. Era muy consciente de que nunca llegaría a ser un buen padre.
Nelio nació en un barrio mucho más pobre llamado Erja, en el que vivió con su familia hasta que contrajo matrimonio con Sonia en 1971. Durante los años posteriores al nacimiento de sus dos primeros hijos, Nelio se fue dejando llevar cada vez más por el alcohol y las drogas. Los empleados de su bar preferido de Bento, Julio’s, aún recuerdan muy bien sus sesiones de bebida maratonianas.
El camarero Ronadaldo Pires recuerda que “cuando Nelio se tomaba un par de copas, se convertía en el alma de la fiesta”. Cuando se emborrachaba, Nelio se dedicaba a invitar a todos los que estuvieran en el bar y después se pasaba las semanas siguientes rehuyendo para pagar lo que debía.
Cuando Nelio apareció en el centro médico para ver a su mujer, le dijo a ésta que no podía permitirse inscribir a Ronaldo en el registro, aunque estaba obligado a hacerlo inmediatamente por ley. Incluso pagó los honorarios del médico con monedas que posteriormente confesó haber recibido prestadas de amigos y familiares. Pasaron cuatro días hasta que Nelio consiguió ahorrar los 10 dólares necesarios para el registro y, para evitar ser multado por no haber realizado los trámites en su debido tiempo, declaró que el niño había nacido el 22 de septiembre.
No hay nada de raro en esto. De hecho, cada año deja de registrarse en Brasil más de un millón de niños.
Por este motivo, Ronaldo celebra su cumpleaños dos veces al año. En lo que respecta a su familia, Ronaldo nació el 18 de septiembre. Oficialmente, fue el 22.
Remontándonos a 1976, en aquella época, Sonia no tenía tiempo para andar sufriendo depresiones posparto. Le dio el pecho a Ronaldo durante muchos meses, porque era una forma barata y natural de alimentarle. Cuando abandonó el hospital con el pequeño en sus brazos envuelto en una sábana, ya había ideado un plan. El niño iba a ser su inspiración. Sería un éxito. Las predicciones disparatadas de aquel hechicero podrían hacerse realidad.
Poco después del nacimiento de Ronaldo, Sonia consiguió otro trabajo en un puesto de comida ligera, por el que cobraba 10 dólares diarios por turnos que a veces llegaban a las doce horas. Dejaba al pequeño Ronaldo al cuidado de su hermana, que vivía en su misma calle, Rua General Cesar Obino. Sonia había adoptado la firme decisión de convertir el trabajo en su prioridad absoluta para que los suyos lograsen sobrevivir económicamente. Cada mañana, antes de tomar el autobús para ir al trabajo, dejaba al pequeño en manos de su hermana, que vivía al otro lado del polvoriento camino en una casa mucho más ruinosa que la de los De Lima. Ronaldo no volvía a ver a su madre hasta la media tarde.
No era de extrañar que Sonia se sintiese inmensamente culpable por dejar a sus hijos al cuidado de familiares mientras trabajaba. Sin embargo, se negaba categóricamente a pedir ayuda a su marido. Todas las noches, cuando volvía a casa después del trabajo, Sonia cambiaba pañales, hacía la cena y después caía derrumbada ante el televisor. No disponía de dinero extra para salir, por lo que se deleitaba con los diálogos sensibleros y los espantosos argumentos de las telenovelas de Río (las novelas das oito) que cada noche triunfan en televisión.
“Eso no era vida”, afirma ahora Sonia. “Tenía pocos amigos y Nelio estaba ausente la mayor parte del tiempo. Mi vida se limitaba a cuidar de los niños y a trabajar, cuando en realidad tendría que haber estado por ahí fuera divirtiéndome con mi marido”.
La adicción de Sonia a las telenovelas de Río era su única liberación: solía sentarse ante el televisor durante horas y horas. Los actores parecían tan atractivos y honrados. ¿Por qué no podía ella encontrar a un hombre que fuese la personificación de estos personajes de televisión?
“En cierto sentido, Ronaldo, su hermano Nelio, su hermana Ione y yo misma crecimos juntos; quizás mucho más que otras madres y sus hijos. La televisión era una forma de evasión. No tenía mucho más en aquella época”, relata Sonia.
Sonia se enganchó a las telenovelas de Río, porque en la vida real se sentía abandonada por su marido y por el resto del mundo en general. Los héroes de los programas de telebasura y las infinitas revistas femeninas que caían en sus manos constituían una grata escapatoria de la desgraciada vida en la favela.
Sonia solía acordarse a menudo de las atrevidas predicciones del hechicero a propósito de su tercer hijo. Quizás la solución a sus problemas se encontrase en ese niño. Bien era cierto que cuando observaba la cara radiante del niño, le invadía cierta sensación de optimismo y llegaba a confiar en que el niño le abriría la puerta a la felicidad.
CAPÍTULO 2
Sudor y miedo en Bento Ribeiro
La Rua General Cesar Obino era como muchas otras calles de las favelas de Río, polvorienta y pedregosa. Tenía un bar, una escuela primaria y una iglesia evangélica, así como decenas de coches viejos, destartalados y quemados. Las mujeres mayores solían sentarse al sol en los escalones de entrada a sus chabolas y los niños se dedicaban a dar patadas a sus balones.
Las favelas surgieron porque una quinta parte de los 160 millones de habitantes de Brasil vive en “pobreza absoluta”, expresión acuñada por las organizaciones benéficas locales para la gente sin hogar. En un país en el que el salario mínimo sigue siendo de 120 dólares al mes y en el que alquilar un apartamento en Río viene a costar unos 450, no resulta en absoluto sorprendente que una gran proporción de la población acabe viviendo en casas construidas por ellos mismos del tamaño de lo que en Gran Bretaña se consideraría un cobertizo de jardín de buenas dimensiones.
Muchas de las favelas, como la situada en el extremo de Bento Ribeiro, fueron construidas en las laderas de las montañas para que las aguas residuales vertieran, ante la inexistencia de alcantarillado. Muchos de los niños matan el tiempo jugando al fútbol en las favelas al no tener medios para hacer otra cosa. Los hay que no saben leer ni escribir y su única moneda de cambio suele ser la destreza con el balón.
La familia de Ronaldo solía contemplar las mejores zonas de Río y sus barrios periféricos desde la favela, mientras se imaginaban como sería la vida con lujos tales como una alfombra, saneamientos, coches y, ante todo, dinero.
Dieciséis de los familiares de Ronaldo vivían o habían vivido en el lugar que la familia De Lima llamaba su hogar, o cerca de allí. Se trataba de un terreno sucio y descuidado que albergaba a tres pequeñas chabolas. Sobre un trozo de madera y con pintura negra figuraba el número a 14. Un papel pegado con cinta adhesiva al pilar de la puerta de piedra rezaba: “Se venden cometas”.
Cuando llegaban desconocidos a la favela, los niños dejaban de jugar al fútbol y se arremolinaban en torno a ellos con la esperanza de conseguir una moneda.
Durante los primeros años de su vida, Ronaldo compartió cama con sus padres. Le asustaba la oscuridad y, a menos que la luz del único dormitorio de la chabola permaneciera encendida, rompía a llorar. Sus padres solían esperar a que se quedara completamente dormido para acostarse. Hasta que no cumplió los cinco años, Ronaldo no durmió en el sofá de la sala de estar junto a su hermano mayor Nelio.
Mientras, Nelio padre intentaba no perder su trabajo en la compañía telefónica local. No le pagaban demasiado, pero era un trabajo estable y, gracias a él, Sonia conservaba la esperanza de que en un futuro su marido acabase sentando la cabeza.
La casa de los Lima estaba amueblada de forma muy sencilla. No había teléfono a pesar del trabajo de Nelio, ni frigorífico para conservar los elementos esenciales; simplemente una fresquera y dos hornillos de gas. Por otra parte, las instalaciones de fontanería habían sido improvisadas y no había más que dos enchufes: uno para la