Ronaldo: Un genio de 21 años. Wensley Clarkson

Ronaldo: Un genio de 21 años - Wensley Clarkson


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      Pedro

      El atractivo y persuasivo comentarista de televisión atractivo que, según muchos, fue el causante del mayor revuelo de la historia del fútbol, al haber sido relacionado con Susana con el objetivo de desestabilizar a Ronaldo.

      Mario

      El veterano seleccionador brasileño que se negó a ofrecer un juego bonito y acabó pagando un precio muy alto por su testarudez.

      Lidio

      El médico de la selección que recibió muchas críticas.

      Filé

      El respetado fisioterapeuta brasileño que advirtió sobre los desastres que se avecinaban, pero al que nadie escuchó…

      A todos ellos hay que añadir una docena de personajes secundarios, incluidas varias rubias (y algunas morenas), una gran cantidad de chicos de barrios marginales, amigos de nuestro héroe, los portavoces de los mayores fabricantes de material deportivo del mundo y muchos, muchos más...

      12 de julio de 1998, final del Mundial de Fútbol, París, Francia.

      Dos mil millones de personas vieron el partido de fútbol más importante del mundo con el corazón en la mano. Ronaldo, la superestrella que estaba en el centro del campo, deambulaba por el Stade de France como si tuviera la cabeza en otro lado, aunque no parecía tener ninguna lesión a la vista.

      La impotencia de Ronaldo quedó a la vista en su triste anonima­to. No recibía ningún balón y tampoco sabía dónde ir a buscarlo. Parecía que sus compañeros de equipo lo habían olvidado; o, peor aún, lo estaban ignorando.

      Brasil se hundió sin dejar rastro alguno.

      Para entender los antecedentes de este partido tan trascendental, hay que remontarse al día en que nació Ronaldo...

      ACTO I:

      EL HIJO DEL VUDÚ

      “Pienso que si no pasas una buena infancia o adolescencia, acabas luchando por tus objetivos con más determinación en comparación con aquellas personas que han nacido en cuna de oro.”

Clodoaldo, exjugador brasileño ganador del Mundial de Fútbol de 1970

      La historia de dos cumpleaños

      18 de septiembre de 1976, Bento Ribeiro, Río de Janeiro, Brasil

      Sonia Barata Nazario De Lima, una joven y preciosa madre de dos niños, se involucró en el vergonzoso ambiente de la calle; salía apresuradamente de su pequeña casa de un solo y minúsculo dormitorio al borde de la favela de la ladera, y se intro­dujo en lo que quedaba de un destartalado Volkswagen Escarabajo que le pertenecía a un familiar. Estaba francamente preocupada. Los dolores que sentía en su interior parecían presagiar que el embarazo iba a acabar de forma prematura. Quería que este bebé naciese de la misma forma en que lo habían hecho los dos anteriores. Sin embargo, la vida se resistía a ponerle las cosas fáciles. Allí estaba ella, embarazada a los 25 años y nada segura del papel que seguiría desempeñando Nelio, su díscolo marido, en su vida. De hecho, era consciente de que en cualquier momento podía abandonarla al ser incapaz de resistir la tentación del alcohol y las drogas.

      Sin embargo, Sonia estaba decidida a que este hijo naciese sano. Aún recordaba la predicción de un hechicero del lugar que, en una ocasión, invitado a la chabola por un familiar, había adelantado que su tercer hijo sería un niño con unas dotes sobresalientes, que sacada de la miseria para siempre a Sonia y a los suyos. Sonia rei­tera los presagios del brujo: “Un día, llegará un niño que iluminará tu vida y te hará millonaria”. En su día, le restó importancia a esa predicción, pero a medida que se iba acercando al centro médico local por un camino sucio, pedregoso y lleno de baches, las palabras del hechicero volvieron a resonarle en la cabeza. Desde luego, era mucho mejor que cualquier otro recuerdo de su catastrófico matrimonio con el atractivo Nelio.

      Para Sonia, la eterna soñadora, el matrimonio se le presentó en un principio como una buena forma de acceder a la felicidad, aun­que más adelante acabaría comprobando que su destino estaría ligado a la pobreza de por vida.

      “Estaba completamente enamorada de Nelio, pero era un amor ciego. Era tan joven que no me daba cuenta de las fisuras de la relación, que saltaban a la vista de todos”, afirma ahora Sonia. Hace una pausa y añade: ‘’Tendría que haberme dado cuenta”.

      La boda de Sonia y Nelio cinco años antes no sirvió más que para aliviar momentáneamente a Sonia del entorno de miseria y drogas que se respiraba en aquellos barrios marginales en los que la electricidad para el televisor era más importante que el agua corriente y el alcantarillado. Para la familia de Sonia, la boda fue la forma ideal de deshacerse de ella. Consideraban que no era más que una joven muy maternal que había acudido poco a la escuela y a regañadientes. El matrimonio se presentaba como la única forma de sobrevivir en la favela. Sonia, por su parte, se veía a sí misma en un segundo plano, incapaz de competir con el alcohol o las drogas. Sin embargo, la felicidad de Sonia fue efímera como solía serlo.

      Nelio vagaba de un trabajo a otro. En una ocasión llegó incluso a abandonar el hogar familiar durante seis meses para intentar con­seguir un trabajo en el estado de Amazonas, al norte de Brasil, donde los leñadores habían logrado hacerse con el dominio de la selva tropical.

      Sonia se puso a trabajar día y noche de limpiadora en una piz­zería para poder alimentar a su familia. Después, el matrimonio consiguió sendos trabajos en la compañía telefónica local, pero a Sonia le hicieron abandonar el puesto al quedarse embarazada de su tercer hijo. Ahora, los golpes que se empeñaba en asestarle la vida amenazaban con transformar su tercer embarazo en un desas­tre.

      Un día antes de empezar a trabajar, Sonia limpió la casa de arri­ba a abajo. En cierto modo, le ayudaba a evitar pensar en su situa­ción desesperada: casi siempre sola y a punto de convertirse en madre por tercera vez, cuando en realidad no podía permitirse ali­mentar a una boca más con los escasos treinta dólares semanales que ocasionalmente aportaba Nelio de su salario.

      Su orgullo le había impedido acudir a sus familiares en busca de ayuda económica. De todos modos, la mayoría de ellos estaban atravesando por la misma situación desesperada. Sin embargo, Sonia no estaba dispuesta a darse por vencida. Es más, tenía muy claro que iba a arreglárselas con o sin la ayuda de Nelio.

      Mientras el destartalado Volkswagen Escarabajo de su familiar iba enfilando las abarrotadas calles de Bento Ribeiro, Sonia no sin­tió miedo alguno. Tampoco le quedaba mucha opción.

      El centro médico San Francisco Javier no era mucho más higié­nico que su chabola. De camino a la sala de partos, Sonia se dio cuenta de la asombrosa cantidad de mujeres a punto de dar a luz. Muchas de ellas gritaban y alguna que otra estaba dando a luz en la diáfana sala en presencia de decenas de parturientas.

      Media hora después, llegó el turno de Sonia.

      “Es un niño”, le anunció el médico al tiempo que le mostraba un cuerpecito con una mata de pelo negro. “¿Cómo se llamará?”

      Sonia alzó la vista somnolienta y le dedicó una sonrisa, no sin esfuerzo, al médico que la había atendido en el parto. “Gracias, doctor. ¿Cómo se llama usted?”

      “Ronaldo”, contestó él.

      “Pues entonces le llamaremos Ronaldo en agradecimiento a su destreza”, respondió Sonia.

      Lo cierto es que Sonia no le había dado muchas vueltas al nombre, porque pensaba que habría sido un mal augurio en caso


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