Ronaldo: Un genio de 21 años. Wensley Clarkson

Ronaldo: Un genio de 21 años - Wensley Clarkson


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de insultos, desde comentarios despectivos acerca de la madre del árbitro, hasta otros relativos a las habilidades del portero del equipo contrario. Entre improperio e improperio, padre e hijo vitoreaban el nombre del Flamengo con todas sus fuerzas.

      El partido en el Maracaná marcó también el principio de la obsesión de Ronaldo por Zico, jugador que por aquel entonces era considerado el mejor futbolista del mundo. Padre e hijo fueron testigos de cómo Zico condujo al Flamengo a la victoria sobre el Vasco da Gama. Años después, Ronaldo comentó que “Zico era increíble, mágico, impresionante”.

      Ronaldo recuerda que “todos los niños tienen un héroe y Zico era el mío. Aún sigo considerándole el mejor. Intento copiar todos sus movimientos. Todo lo que hacía sobre el terreno de juego era espectacular.

      “Era enormemente habilidoso. Estudiaba bien sus jugadas y después intentaba imitarlas. Pero me acabé dando cuenta de que sólo podía llegar a ser lo que yo era”.

      Ronaldo pasó el Mundial de México 86 pegado a la pantalla del televisor. Desgraciadamente, Zico falló un penalti contra Francia que le costó a Brasil su acceso a la Copa. Ronaldo no ha cesado de darle vueltas a la jugada. Sigue convencido de que Zico ha sido el jugador que mejor ha lucido la camiseta de la selección, aunque no logra olvidar cada instante de aquel fallo desgarrador.

      Con el Mundial de Fútbol, los habitantes de Bento Ribeiro lograban evadirse momentáneamente de la miseria y las penurias de la vida en la favela. Durante esas semanas, lo único importante era la gloria de los jugadores nacionales.

      En 1986, Ronaldo, que por aquel entonces contaba nueve años, lloró desconsoladamente cuando su héroe falló el penalti. Recuerda que “en 1986 teníamos el mejor equipo, pero perdimos a penales contra Francia. Lloré con una rabia que sólo he vuelto a sentir cuando murió Ayrton Senna”.

      Poco después del Mundial de Fútbol de 1986, Ronaldo se unió al Valqueire, un equipo infantil local. Tenía nueve años, los dientes salidos y era terriblemente tímido a la hora de mantener una conversación, aunque en cuanto pisaba el campo, se transformaba.

      Ronaldo y sus amigos de la favela decidieron presentarse juntos a las pruebas para entrar en el Valqueire sub 10. Sin embargo, Ronaldo salió tarde de casa y llegó cuando las pruebas estaban a punto de acabar. El único puesto que quedaba vacante en el equipo era el de portero, un puesto que ningún niño de favela estaba dispuesto a aceptar.

      A Ronaldo no le importó con tal de tener la oportunidad de jugar al fútbol, deporte que ya se había convertido en su religión: lo era todo para él. A pesar de la pobreza y de las dificultades que atravesaba su familia, este deporte le hacía feliz y le llenaba. Incluso Sonia comenzó a hacer caso de las predicciones de su hijo Nelio, que vaticinaba que Ronaldo acabaría convirtiéndose en una estrella del fútbol.

      El entrenador de Ronaldo en el Valqueire, Fernando dos Santos, le sacó de la portería después de que el equipo sufriera una racha de lesiones. Ronaldo resultó ser un delantero tan eficaz que nunca volvieron a colocarle en el puesto anterior.

      Sin embargo, Ronaldo estaba comenzando a faltar tanto a clase que su madre tuvo que empezar a acompañarle cada mañana y esperar durante al menos una hora ante las puertas del colegio para asegurarse de que su díscolo hijo no se escapaba del recinto.

      Ronaldo decidió cambiar de táctica: esperaba hasta el primer recreo y después desaparecía hasta el improvisado campo de fútbol más cercano. En una serie de ocasiones, divisó a su madre y se escabulló por una puerta trasera para evitar ser descubierto.

      En las pocas ocasiones en que asistía a clase, Ronaldo se dedicaba a pintar dibujos de futbolistas y a soñar despierto: se imaginaba que jugaba en uno de los mejores equipos profesionales.

      Realmente sentía que su vida estaba predestinada. Más tarde comentó que “sentía que el fútbol era mi vocación profesional, el papel que tenía que desempeñar en la vida: jugar al fútbol y entretener a los demás”.

      (Unos años después, le preguntaron si esa afirmación era comparable con el típico comentario de Roberto Baggio cuando se comparaba a sí mismo con Miguel Ángel o Leonardo da Vinci.

      Ronaldo respondió: “¿Con quién? Nunca he oído hablar de ellos”.)

      Al igual que muchos de sus amigos, el desarrollo físico de Ronaldo comenzó a una edad increíblemente temprana. A los diez años contaba ya con unas piernas fuertes y musculosas resultado de las miles de horas que había practicado durante todas aquellas semanas. Tenía también el torso muy desarrollado para un chico de su edad. Su constitución física le ayudaba a marcar goles durante los partidos, pero también le hacía parecer mayor que los niños de su edad. Lo que sí resulta realmente sorprendente, por tratarse de un niño tan tímido, torpe y de aspecto tan corriente, es la edad a la que Ronaldo besó a la primera chica. Como dijo años después sin tener en cuenta las implicaciones que podía tener el comentario, “no fue con lengua ni nada. Fue simplemente un beso en la boca, pero fue un beso de los de verdad”.

      Lo más preocupante era que algunos de los amigos y conocidos de la edad de Ronaldo ya estaban tomando drogas. El crack era la droga más utilizada entre los niños de las favelas, que a menudo vendían sus cuerpos a cambio de estupefacientes. El fútbol se presentaba como la única alternativa sana.

      En 1988, a los 11 años, Ronaldo se unió a un equipo local de fútbol sala, el Club Social Ramos. El entrenador del equipo, Alirio Jose de Carvalho, insiste en que era un jugador que no sobresalía de la media. Sin embargo, reconoce que “lo que hacía tan especial a Ronaldo era su actitud. Era como si procediera de la luna. Ni le molestaba nada ni le impresionaba nadie”.

      Pronto se convirtió en el máximo goleador de la liga juvenil de la ciudad y, en un partido memorable contra el Club Municipal, marcó once de los doce goles de su equipo. En total, metió 166 goles en esa temporada.

      El fútbol era también una forma de escapar de los problemas familiares. Sus padres se separaron cuando él tenía once años, pero Ronaldo intentó por todos los medios que el tema no le afectara, volcándose de lleno en el deporte rey. Sin embargo, la realidad le asaltaba cuando regresaba a casa por la noche y su padre no estaba allí.

      Justo después de su decimotercer cumpleaños, Ronaldo fue convocado a las pruebas de selección del mundialmente conocido Flamengo. Era un sueño hecho realidad, puesto que ese era el equipo en el que más le apetecía jugar.

      El Flamengo era el equipo más famoso del país y, por tanto, también de Sudamérica. Su mascota, el urubu, era una especie de buitre negro escuálido que podía ser visto casi siempre sobrevolando las favelas.

      La familia de Ronaldo pidió al equipo que le pagara el billete de autobús si pasaba la prueba, puesto que le llevaría casi una hora llegar hasta la sede del Flamengo. El club se negó, rechazaron a Ronaldo en el equipo y le mandaron de vuelta a casa: se le partió el corazón. Más tarde reconoció que “fue el peor día de mi vida. No recuerdo haberme sentido nunca tan desgraciado”.

      En muchos sentidos, Ronaldo culpaba a su padre por no haber sido aceptado en el Flamengo, al creer que si éste no hubiese abandonado a su madre, quizás habrían encontrado la forma de reunir el dinero necesario para pagar el billete de autobús.

      Sonia recuerda cómo el joven había llegado a casa envuelto en lágrimas. “El problema es que no podíamos permitirnos pagar el billete de autobús. Estaba deshecho”.

      De hecho, Ronaldo sigue pensando que la peor decepción que ha sufrido en toda su vida, incluido el Mundial de Francia 98, fue la negativa del Flamengo.

      Sin embargo, también había otro motivo por el que lloraba. Mientras estaba esperando para colarse en un autobús, dos jóvenes se le acercaron y le robaron su reloj de 20 dólares antes de propinarle una paliza. Realmente fue el peor día de su vida.

      Durante las semanas siguientes a la negativa del Flamengo, Ronaldo se estuvo planteando seriamente olvidarse


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