De la revolución a la industrialización. Sergio de La Pena

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jerárquica, caudillista, basada en lealtades, relaciones patriarcales y patrimoniales— dieron continuidad a las bases estructurales del autoritarismo. De hecho la modernización del Estado, con la incorporación de las masas en el partido, obtuvo mayor legitimidad y control, lo que se expresó en la estabilidad del Estado mexicano a lo largo del siglo XX, al mismo tiempo que fortalecía sus rasgos autoritarios.

      En los últimos decenios se ha destacado el papel de las leyes e instituciones en el desarrollo del país —obstaculizando o propiciando el crecimiento— y en la evaluación de la intervención estatal. Se ha señalado como causa del atraso el que las leyes e instituciones no logren consolidarse como la base de las relaciones cotidianas, redundando en una fragilidad del "Estado de derecho". Se destacan como obstáculos el que las "reglas del juego" sean discrecionales, poco transparentes y den lugar a grandes espacios para la corrupción, generando una estructura de costos de transacción diferenciados; derechos de propiedad relativamente arbitrarios, adquiridos con frecuencia por relaciones personales más que institucionales. Por ejemplo, las "buenas" relaciones con las elites políticas han sido fuente de riqueza, y han fortalecido relaciones políticas clientelares, en detrimento de la consolidación de la ciudadanía. Sin negar el efecto pernicioso que esta "debilidad" de las instituciones formales tiene en el desempeño económico, tendríamos que preguntarnos ¿cuál es el origen social de estos comportamientos y de la fortaleza de las instituciones informales?; ¿por qué en México y en América Latina el capitalismo no logra consolidar las instituciones occidentales que facilitaron su origen y reproducción en parte del mundo desarrollado, con su correlato en un predominio del Estado de derecho? Si las instituciones son un producto social y expresan una jerarquía valorativa, ¿cuáles son las raíces sociales y los valores en que se sustenta esa fragilidad institucional y cómo ha afectado el desempeño económico de nuestro país?

      En un segundo momento, que la mayoría de los autores ubican en la década de los años veinte, la Revolución es inventada, mitificada por el Estado que la requiere como factor de legitimación; entonces se une lo que estaba disperso, las fracciones revolucionarias forman parte de una sola y única Revolución que da identidad a los mexicanos pues redime de los sufrimientos pasados y augura un futuro prometedor pleno de justicia e igualdad. Para crear ese futuro se plantea como necesaria la participación constructiva de todos los mexicanos revolucionarios, es decir de todos los que actúan de buena fe, de todos los que están dispuestos a crear la verdadera nación para el bienestar de todos, la conciliación, la unidad nacional, la construcción conjunta en armonía de la patria soñada. Esta idea de la Revolución se transforma en pilar ideológico del Estado, le otorga legitimidad y lo convierte en el protagonista central en la construcción de una nueva época.

      La recreación de la Revolución hecha bajo esta perspectiva se realiza algunas veces por encargo del gobierno, como cuando Alvaro Obregón a través de José Vasconcelos ofrece los muros públicos para que los grandes pintores del m omento: José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, plasmen y den una visión gráfica al pueblo de lo que ha sido la Revolución como hazaña popular, lucha liberadora y redentora de la población. Otras veces se mezcla la convicción de cambio con las expectativas que ha despertado y se le atribuye la realización de transformaciones aunque éstas sólo sean promesas.

      Todos los estudios de esta etapa filtran el ambiente intangible generado por la Revolución: odisea libertaria, cargada de esperanzas. "Grito desesperado de las masas y apuesta llena de esperanzas en un futuro mejor" (Múgica). La Revolución armada impacta profundamente la conciencia social. La destrucción como secuela vuelve urgente y necesario pensar y crear alternativas viables. Podría pensarse que luego de proclamada la nueva Constitución en 1917 se cerraba o culminaba una etapa que marcaría el nuevo rumbo de la nación, pero no es así, el debate ideológico y político duraría por lo menos hasta 1940.

      A mediados de los años cuarenta empiezan a aparecer las obras académicas de la Revolución realizadas por historiadores, abogados transformados en historiadores o autodidactas con afición por la historia. La Revolución empieza a ser "rescatada" de la versión "oficial" José C. Valadés inició una magna obra que arranca en el porfiriato y culmina en la Revolución, publicada en 13 tomos. A principios de los cincuenta Daniel Cosío Villegas anunciaba otra magna obra: La Historia moderna de México (publicada a lo largo de 17 años 1955-1972), hecha por un equipo de historiadores, con el rigor de quien posee el oficio, la obra fue escrita por los primeros alumnos de los transterrados españoles, ya con sede en El Colegio de México. A la Historia moderna debía seguir la Historia de la Revolución mexicana, bajo la coordinación de don Luis González, proyectada en 23 tomos, y comprendería el estudio de la historia de 1910 a 1960. En la presentación de la obra se plantea su objetivo:

      Se hizo con el cuádruple propósito de entender, que no exaltar


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