De la revolución a la industrialización. Sergio de La Pena

De la revolución a la industrialización - Sergio de La Pena


Скачать книгу
obra —reteniendo trabajo servil y manteniendo bajos salarios con el trabajo temporal que aportan las comunidades— lo que reprodujo y ahondó la desigualdad, al punto que éste ha sido uno de los obstáculos seculares y estructurales que se ha traducido en un freno al desarrollo, dando lugar a que una amplia porción de la fuerza de trabajo, en su gran mayoría no calificada, se encuentre subocupada, con bajos ingresos monetarios, lo que redunda en un mercado interno estrecho y segmentado.

      En México, a fines del porfiriato los salarios reales habían disminuido por el incremento de los precios de los bienes agrícolas, los jornaleros del norte no tenían la compensación del pago en especie que tienen los peones acasillados del centro y del sur, los alquileres de los arrendatarios subieron, así como la parte de las cosechas que los aparceros debían entregar al propietario, lo que se tradujo en mayor desigualdad que se expresó en una reducción de la esperanza de vida de la población. Con la Revolución, en especial en el cardenismo, se realizó una importante redistribución del ingreso por el incremento de los salarios reales y como resultado de la reforma agraria. La inflación de los años cuarenta nuevamente golpeó el poder adquisitivo de los salarios, pero la expansión de la inversión y el empleo mantuvieron en alza los niveles de demanda agregada.

      Por ello creemos que, además de la dotación de factores, debemos poner el acento en su distribución —en este caso desigual— como un elemento central que contribuye a explicar las posibilidades y límites del crecimiento. La desigualdad también se expresa en conductas sociales y políticas y contribuye a explicar la fragilidad de instituciones "modernas" —basadas en la existencia de ciudadanos— cuando las relaciones sociales —patriarcales y patrimonialistas contra cara de la servidumbre y de relaciones jerárquicas propiciadas por la desigualdad— no han sido el campo propicio para la afirmación del ciudadano como base de la sociedad. La democracia y el Estado de derecho sólo pueden prosperar en sociedades más o menos igualitarias, en las que existe una base mínima común, quizá por ello en Uruguay pudieron emerger relaciones más democráticas y conductas cívico-ciudadanas más rápido que México, el área andina o Centroamérica, donde se partía de una base sumamente desigual.

      Como se puede observar, en todas las propuestas para inducir el crecimiento como base del desarrollo, desde la posguerra hasta fines de los setenta se otorgó un papel esencial al Estado. La percepción de que el Estado debía intervenir para garantizar mayores niveles de equidad y desarrollo se fue imponiendo desde fines del siglo XIX, se acentuó con la primera guerra mundial; con la Revolución soviética y la crisis de 1929-1933 la solución estatista a la tensión entre igualdad y libertad se afirmó. Keynes, entre otros, teorizó desde el mundo capitalista la necesidad de intervención estatal para conseguir el pleno empleo y el incremento de la demanda agregada, en tanto que el área socialista mostraba un crecimiento impetuoso vía la planificación centralizada. En la segunda posguerra se universalizó el consenso dando lugar a la creación del "Estado de bienestar" en Europa Occidental. En este sentido la Revolución mexicana de 1910 compartió este "espíritu de época", destacando la necesidad de intervención del Estado en la economía para lograr mayores niveles de equidad y justicia social.

      La crisis mundial y nacional de las sociedades estatistas desde los setenta, preludiada por los movimientos de 1968 y cuya culminación se alcanza en 1989, indujeron una oleada antiestatal que desde la izquierda demandaba mayor democracia y desde la derecha, menor intervención del Estado y mayor participación de la iniciativa privada y el mercado. Las concepciones sobre el crecimiento cambiaron, la valoración sobre el papel del Estado y la regulación estatal se modificaron significativamente hasta hacerlas aparecer como la causa de la crisis, por crear enormes déficit fiscales, por actuar de manera "paternalista y populista", y por crear rigidez e ineficacia en el sistema productivo haciéndolo poco competitivo. En la participación del Estado se quiso


Скачать книгу