De la revolución a la industrialización. Sergio de La Pena

De la revolución a la industrialización - Sergio de La Pena


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arrendatarios, aparceros, medieros, entre otros— como bien lo caracterizaron Enrique Semo22 y Friedrich Katz.23 Aun en las "fábricas modernas" del porfiriato, que usaban tecnología de punta, convivieron la tienda de raya, el pago en vales y el trabajo servil como formas de reproducción de esa articulación entre modernidad y atraso. Ello otorgó al capitalismo latinoamericano características particulares.

      La dependencia fue vista por algunos autores como la causa central del atraso; en los años setenta a los que compartían esta opinión se les aglutinó en la corriente de pensamiento denominada dependentista. Se explicó la particularidad de América Latina como resultado de un sistema económico mundial donde los países desarrollados habían adquirido esta condición por la succión de excedente que hacían de los países periféricos o dependientes, condenándolos al atraso. Sin negar esta condición, ella no nos explica por qué algunos países dependientes y atrasados lograron superarla y lograron mayores niveles de desarrollo y mejoría en las condiciones de vida de su población y otros no, e incluso por qué algunos gobiernos de países dependientes han logrado mejores negociaciones y mayores espacios de autonomía que otros.

      Las conclusiones de Haber no son generalizables o aplicables al desempeño económico de América Latina como un todo; la evidencia estadística sobre el crecimiento de algunos países es más cercana a las hipótesis dependentistas, por ejemplo, en Centroamérica —excepto Costa Rica—; las IED de la United Fmit Company (UFCO) no generaron enlazamientos, ni condujeron a una mayor difusión del progreso técnico, ni profundizaron el mercado interno. Lo mismo podría decirse del guano en Perú y en cierto sentido de la inversión extranjera en petróleo durante el porfiriato en México. Autores no dependentistas como Femando Fajnzylber, Trinidad Martínez Tarrago, José Luis Ceceña Gámez, Bernardo Sepúlveda y Antonio Chumacero, entre otros, demostraron en los años sesenta y setenta que el saldo neto de las IED era negativo, es decir salían más capitales de los que entraban y con frecuencia no generaron los enlazamientos que se esperaba pues importaron los bienes de capital de otras filiales vinculadas con la misma firma.

      Además


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