De la revolución a la industrialización. Sergio de La Pena
inmediato; definir cada una de las etapas de ese pasado y ubicar la gesta revolucionaria de México en el conjunto de las revoluciones del siglo XX y en la larga serie de las revoluciones mexicanas.
A la par de estas obras algunos intelectuales críticos empiezan a "rescatar" la Revolución del Estado en un doble sentido: porque la convierten en objeto de conocimiento y porque desmitifican el uso ideológico que de ella hace el gobierno. Jesús Silva Herzog, Narciso Bassols, José Iturriaga, Daniel Cosío Villegas y José Colín, a principios de los cuarenta, se cuestionan sobre el fin de la Revolución como proceso histórico y perciben que en los cuarenta ha entrado en crisis. Para 1943 don Jesús plantea que la Revolución va "cuesta abajo", y en 1947 considera que es un "un hecho histórico". En contraste el discurso oficial seguiría hablando de la Revolución como un proceso en marcha y vivo por lo menos hasta 1982.8
En los años sesenta y setenta una nueva generación de historiadores, entre los que destacan algunos de izquierda, ofrecen un nuevo examen de la Revolución de 1910; sus alcances, posibilidades y límites. En una situación nacional que apuntaba a una crisis de importantes dimensiones en lo económico y político sobre todo después del movimiento de 1968. Dos obras resumen las reflexiones que se hacían en ese momento. La compilada por Stanley Ross se cuestiona si ¿Ha muerto la Revolución mexicana?9 Publicada originalmente en 1966, tuvo una segunda edición en español corregida y aumentada en 1979. Las 30 opiniones que se recogen en el libro responden a distintas inquietudes, sus participantes van de académicos a políticos, incluidos Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo; "viejos y nuevos revolucionarios" que en conjunto ofrecen un balance de la etapa posrevolucionaria bajo la interrogante central de si los problemas nacionales económicos, políticos y sociales podían ser resueltos en el marco programático e ideológico de la Revolución mexicana y con las instituciones que a partir de ella se habían generado incluyendo por supuesto al partido oficial (Partido Revolucionario Institucional, PRI). Las reflexiones de Jesús Silva Herzog, José Colín y Daniel Cosío Villegas aglutinadas en el subtítulo de "Los sepultureros" daban por canceladas las opciones de desarrollo en los marcos ideológicos de la Revolución, en tanto que "Los viejos y nuevos revolucionarios", así como los autores agrupados en el "Balance" proponían profundizar las reformas en uno u otro aspecto.
La otra obra, Interpretaciones de la Revolución mexicana,10 reúne los ensayos de interpretación realizados por un grupo de intelectuales de izquierda; tal vez siguiendo la trayectoria iniciada por José Revueltas cuestionan la ideología estatista de la Revolución mexicana, se interrogan sobre su naturaleza y el carácter del Estado que de ella emergió, sus posibilidades de transformación y límites; sobre la trayectoria de los regímenes posrevolucionarios se preguntan en especial si éstos conservan algún impulso transformador para sortear la crisis y si dentro de los principios de la Revolución mexicana se podían encontrar nuevas soluciones a problemas estructurales como la falta de democracia, o bien, se había agotado el impulso de cambio en las elites gobernantes y había que definir qué sectores tenían la capacidad para impulsar la transformación de la sociedad.
Es innegable el sentido político que adquiere este rexamen de la Revolución; sin lugar a dudas se percibe la influencia de la Revolución cubana —que evoluciona al socialismo— en algunos ensayos, pues existe cierto "voluntarismo revolucionario", y es que la actualización de la Revolución como vía para el cambio influyó en esa época a todo el pensamiento crítico. Pero las evaluaciones que se realizan también tienen su origen en los síntomas de agotamiento que mostraba el crecimiento industrial basado en la sustitución de importaciones, en la profundización de la desigualdad, así como en la exacerbación de rasgos autoritarios que adquirió el sistema político y que se expresaron violentamente en 1968. No obstante las diferentes interpretaciones, a los autores los aglutina su oposición a la interpretación "oficial" que plantea la Revolución como un proceso continuo, vivo, presente en todos los regímenes posrevolucionarios, con capacidad de transformarse y transformar a la sociedad en beneficio de las mayorías.
Desde esta perspectiva, los autores cuestionaban al Estado y al régimen antidemocrático posrevolucionario, destacaron el carácter conservador de las elites dirigentes, del partido oficial: PRI, y del Estado, así como el rol mitificante y unificador que había jugado la ideología oficial de la Revolución mexicana. La izquierda de esos años consideraba como tarea esencial para la democratización del país la recuperación de la autonomía e independencia de las masas —política e ideológica, a través de la independencia sindical y organización autónoma de los campesinos, al margen del PRI y del Estado— a fin de que pudieran convertirse en sujetos de nuevas transformaciones. En esa época se debatió sobre al naturaleza de los cambios, si podían realizarse por una vía reformista o si sería necesaria una nueva Revolución; el papel de las organizaciones, movimientos, partidos, "vanguardias" y alianzas. En la elaboración de alternativas se creaban "puentes" entre las tendencias y corrientes ideológicas y políticas presentes en la Revolución de 1910 —agrarista, nacionalista, democrática, liberal radical y socialista— y las que alimentarían los proyectos futuros.
Manfred Kosok, Ene Hobsbawm, John Masón Hart y Enrique Semo, entre otros, subrayan que la Revolución mexicana se ubica en un ciclo de revoluciones iniciado en 1905, y por tanto comparte algunas características con las Revoluciones rusa, china, iraní, turca y persa.11 Entre otros aspectos comunes que presentan estas revoluciones — que constituyen un ciclo mundial— es que se trata de países periféricos y no centrales —como había previsto Marx— son países predominantemente agrarios y no industriales, donde la burguesía propiamente dicha es incipiente, la clase obrera más desarrollada por la participación del capital extranjero y todas estas naciones han contado históricamente con la presencia de un Estado altamente burocratizado, autoritario y con fuerte peso sobre la sociedad.
En los años ochenta aparecieron nuevas síntesis sobre la Revolución mexicana, casi todas realizadas por investigadores extranjeros, entre 1984 y 1987 se publicaron las obras de Hans Werner Tobler, Die Mexikanische Revolution (1984),12 de François-Xavier Guerra, Le Mexique, de l'ancien régime á la révolution (1984),13de Alan Knight, The Mexican Revolution (1986),14 de John Tutino, From Insurrection to Revolution in México 1750- 1940,15 y de John Masón Hart, Revolutionary México;16 como en otros momentos, estas obras tampoco coincidieron en el carácter de la Revolución y la naturaleza y profundidad de los cambios, pero nos brindaron un conocimiento más profundo del proceso. Mientras que para Knight la Revolución tiene un contenido profundamente agrario, para Guerra es ante todo un movimiento político. Tutino destaca las raíces populares del descontento y la violencia rural que desemboca en una Revolución social; en tanto que Tobler enfatiza la constitución del nuevo bloque que asumirá el poder después del proceso armado y cómo muchos de los generales de los ejércitos revolucionarios se volvieron miembros de la "nueva burguesía" y examina su relación con los movimientos populares (cooptación, destrucción parcial y los diversos grados de autonomía); Hart, por su parte, destaca el contenido nacionalista de la Revolución y la diversidad de corrientes ideológicas presentes en los distintos movimientos que la constituyeron.
En México, la crisis económica de 1982 marcaría el reflujo y la reorientación de la izquierda en varios sentidos, los años ochenta marcaron un parteaguas que se tradujo en el abandono del patrón de crecimiento industrial, el quiebre del sindicalismo y las reformas salinistas (artículos 27 y 3 o constitucionales, propiedad extranjera, iglesia, Estado como