De la revolución a la industrialización. Sergio de La Pena

De la revolución a la industrialización - Sergio de La Pena


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—sociedades estatistas— de Europa del Este significó un eclipse de las ideas socialistas que condujo a Fukuyama a plantear el fin de la historia. La correlación de fuerzas en los ámbitos mundial y nacional se había trasformado significativamente. El proyecto socialista de izquierda se debilitó, pero no es casual que, en 1988, las fuerzas de izquierda se reaglutinaran en torno a la figura de Cuauhtémoc Cárdenas, en una opción político electoral, en donde la sombra del general Lázaro Cárdenas y de la Revolución de 1910 seguían presentes.

      Entre los historiadores que sí comparten las premisas revisionistas para el análisis de este periodo se destacaron y exaltaron las bondades de la modernización porfiriana y el intenso crecimiento logrado a través de la vinculación con el mercado mundial. Al mismo tiempo se enfatizaron las continuidades en el sistema político antes y después de la Revolución, cuyos rasgos autoritarios se acentuaron y "perfeccionaron", argumentando que ello se debía a la falta de autonomía en la participación y representación de las masas, que finalmente habían quedado subordinadas a las elites. A través de múltiples estudios locales y regionales se revaloró el alcance e influencia del movimiento revolucionario y llegó a cuestionarse la existencia misma de la Revolución. Y era verdad que regiones enteras se mantuvieron relativamente quietas entre 1910 y 1913 y otras mostraban un comportamiento diferente a los marcados por "las tendencias nacionales", pero la excesiva segmentación del proceso lo volvía irreconocible. De igual manera, se cuestionó la existencia de "tendencias nacionales" y se les consideró más como un producto historiográfico que otorgaba legitimidad al Estado. De esta manera, parecían escasos los logros revolucionarios; en cambio se destacaba su altísimo costo y se ponía el acento en la democracia como vía de cambio y en la orientación al exterior como vía de crecimiento económico. Se cuestionaron las "interpretaciones generales" y se tendió a sustituirlas por la descripción de procesos locales y regionales.

      Ante la multitud de trabajos sobre temas y regiones específicas nuevas preguntas han surgido: ¿cómo se crean estados de ánimo colectivos o espíritus de época?; ¿cómo se afirman o cambian los valores sociales?; ¿cuáles son las relaciones que se establecen entre los procesos sociales y los valores individuales?; ¿cómo la acción de los hombres cambia o no los valores, actitudes y alimenta el espíritu de cambio o por el contrario conduce a la resignación y la anomia? Algunas de estas interrogantes se han tratado de responder desde la historia cultural, la antropología histórica y volviendo a los enfoques interdisciplinarios, lo que seguramente dará lugar a nuevas interpretaciones.

      Un somero balance de las publicaciones recientes sobre la Revolución nos deja ver más claramente que el México que emergió de ella si bien mostraba continuidades con respecto al pasado porfiriano, la tónica fundamental fue de cambio. También es cierto que ninguna Revolución marca el año cero de la historia, todas presentan continuidades, lo importante es desentrañar la naturaleza de los cambios y su profundidad, que la mayoría de las veces no se hubieran producido sin el cambio en la correlación de fuerzas que implica una Revolución. Coincidimos con Enrique Semo cuando plantea que:

       UN DEBATE INCONCLUSO

      En el terreno propiamente económico, el periodo que nos toca estudiar también ha sido revalorado desde perspectivas distintas. En los sesenta y setenta los análisis se centraron en explicar las causas del subdesarrollo y los orígenes del atraso, pues el añorado desarrollo nacional autónomo resultó una quimera.


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