Amor en cuatro continentes. Demetrio Infante Figueroa

Amor en cuatro continentes - Demetrio Infante Figueroa


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la elegancia masculina. El conjunto había sido construido en 1906, tratando de imitar ciertos lugares especiales que existían en el centro de Londres. En la esquina opuesta, por el lado de Nelson St., existía un edificio importante de líneas rectas que albergaba una famosa biblioteca, la que había sido visitada por ilustres extranjeros, entre otros en 1854 por el patriota italiano Garibaldi, cuya presencia en el lugar había quedado grabada en una placa metálica que era posible leer desde la calle. El plano de edificación de la galería Central Arcade consideró que todos los negocios que contenía fueran de solo un piso, lo que le daba luminosidad y amplitud al lugar. Era un ambiente distinguido y único en la ciudad. Contaba con dos cafés que cuando el clima lo permitía instalaban mesas en la parte exterior, al frente de los locales mismos. Deben haber sido unas veinte tiendas las que circundaban el amplio rectángulo, algunas más grandes que otras. Pasearon de la mano, a paso lento, observando las vitrinas y comentando lo que se exhibía. Cuando se encontraron frente a la que parecía ser la más grande y elegante tienda de ropa femenina del conjunto, Elizabeth le comentó que dicho negocio pertenecía a Mrs. Lange, a quien identificó como una señora de pelo blanco, de unos cincuenta años de edad, que era feligrés de la parroquia y que asistía habitualmente a los encuentros dominicales posteriores a los oficios. No ingresaron al negocio a saludar a la dueña. Daniel, en base a la descripción que le hizo Elizabeth, recordó de inmediato la cara y el aspecto de esa mujer, la que siempre le había llamado la atención por su distinción y por sus modos amables. En ese instante no se le escapó que había un pequeño aviso pegado en el vidrio del negocio que ofrecía un empleo para una persona que tuviera conocimientos de costura y que pudiera desempeñar el trabajo de ayudanta de la jefa de taller. El muchacho no hizo comentario alguno en ese momento, pero para sus adentro se dijo que el domingo siguiente de todos modos abordaría a Mrs. Lange para hablarle de su hermana y sobre la posibilidad de que postulara al empleo ofrecido. Tal como lo había ideado, se esforzó al inicio del próximo oficio dominical para dar una especial bienvenida a la dueña de la elegante tienda de Central Arcade, recibimiento que la distinguida mujer acogió de muy buena gana. Una vez terminada la ceremonia y cuando se encontraban en el salón parroquial, Daniel se acercó a ella y le comentó lo hermosa que era su tienda y el estilo distinguido que tenía la ropa que ofrecía. Le agregó que el domingo anterior había estado allí en compañía de su enamorada y que por largo rato se habían quedado comentando el buen gusto de lo exhibido y la forma armoniosa en que estaba presentada la vitrina. Mrs. Lange agradeció con entusiasmo los cumplidos comentarios del muchacho. A continuación, él le mencionó al aviso en el cual ella solicitaba una asistente de la jefa de costureras y le agregó que su hermana era una muchacha que sabía mucho del tema, que poseía muy buen gusto, que era soltera, seria y trabajadora. Añadió que tenía buena presencia y que él estaba seguro de que podría estar interesada en el cargo ofrecido. Ella le respondió de inmediato que con agrado entrevistaría a Elsie, para lo cual Daniel le propuso un encuentro para el martes subsiguiente, calculando lo que demoraría la carta que debía remitir a su casa con la proposición, el tiempo que se requeriría allí para la toma de decisión y el lapso suficiente para que su hermana hiciera el viaje. Quedaron en eso.

      Cuando finalizó el evento en la parroquia y estuvieron solos en su casa después del ya tradicional almuerzo, Elizabeth le preguntó de qué había conversado tan largo rato con Mrs. Lange. Daniel, bajo promesa de secreto absoluto, le narró el plan que tenía para su hermana y le pidió la mantención de reserva, ya que cualquier filtración podría hacer abortar el proyecto. Le contó en detalle cómo procedería, cosa que Elizabeth aprobó. Sin decir nada, se dijo para sí misma que el hombre que tenía al frente demostraba una vez más ser no solamente inteligente, recto y afectuoso, sino que también profundamente solidario, característica que siempre aparecía cuando se tocaba el tema de las personas que requerían ayuda. Esa misma noche, tan pronto llegó a su habitación, Daniel escribió una carta a su madre narrándole lo acaecido y pidiéndole que Elsie viajara el lunes subsiguiente a Newcastle. Le añadía que no se preocupara por el alojamiento y por la permanencia en la ciudad, que él se encargaría de eso, pero que era fundamental que estuviera en Newcastle el lunes temprano, ya que la entrevista con la dueña debía llevarse a cabo el martes. La misiva fue enviada en calidad de suma urgencia, lo que garantizaba que al día siguiente estaría en manos de su destinataria. Apenas recibió la carta, Mary le comunicó el contenido a Elsie, a quien la invadió una sensación que contenía una mezcla de sentimientos, tales como temor por tener que abandonar la vida tranquila de Fatmill, alegría por la oportunidad que se le otorgaba, pena por dejar a sus padres, temor a fracasar en la aventura, orgullo por la preocupación de su hermano y angustia por la alternativa de vivir sola y tener que valerse tan repentinamente por sí misma. Pero en el conjunto de ideas descrito, se imponía el entusiasmo por el futuro que se le abría, lo que la llevó a seguir la tradición familiar en el sentido de que cuando acaecían cosas importantes en la vida había que elevar internamente una oración de gracias al Señor. La madre le dijo que debía guardar secreto sobre el tema frente a su padre y que calladamente debía empezar a preparase para hacer el viaje en los próximos días. En cuanto a las dudas de la hija por la reacción que podría tener Lawrence, Mary le contestó que ese asunto lo dejara de su parte y dicho esto partió a conversar con el pastor Charlie. Lo encontró en su oficina revisando algunos papeles. Al verla, le dio la bienvenida y le preguntó qué la llevaba a visitarlo. Mary le narró con lujo de detalles todo lo que había pasado y le rogó que al día siguiente fuera a su casa a cenar y le planteara a su marido el asunto, para lo cual debería recurrir a una mentirilla piadosa. Debería mencionarle a Lawrence que él por conducto de un amigo se había enterado de la búsqueda de personal en una prestigiosa tienda de ropa femenina ubicada nada menos que en la Central Arcade en Newcastle, destacándole el lugar de privilegio que ese sitio tenía en la ciudad. Luego debía argumentar, en la forma convincente en que él lo sabía hacer, que esa era una oportunidad única para Elsie, que no se debía dejar pasar y que dada la forma en que se presentaba el tema, era necesario adoptar una resolución de inmediato. Mary le añadió que debía ser tan convincente como lo había sido en el caso de Daniel y ella estaba segura de que sus palabras producirían el efecto requerido. Charlie le contestó que un pastor no debería decir mentirillas, pero que dada la situación estaba dispuesto a caer en ese pecado venial. Quedaron en que el religioso llegaría al día siguiente a la casa de los Kelly. Cuando Mary abandonó la iglesia, el párroco no pudo dejar de pensar una vez más en lo extraordinaria, resuelta y visionaria que era esa mujer.

      Esa tarde, cuando Lawrence regresó del trabajo, su mujer le dijo como una cosa sin importancia que se había encontrado en la calle con el pastor, quien le había preguntado con gran cariño por Daniel y que habían charlado un rato al respecto, lo que la había llevado a invitarlo a cenar para el día siguiente a fin de ahondar en las noticias que el hijo les remitía habitualmente. El minero encontró el asunto como la cosa más natural. Es más, se alegró de que el párroco tuviera interés en seguir de cerca la evolución experimentada por su hijo en Newcastle, pues no olvidaba que este sería un factor sustantivo al momento de postular a la beca en el Instituto del Carbón.

      Al día siguiente, alrededor de las 19:30 horas, el pastor golpeó la puerta de la casa de los Kelly. Mary se había esmerado en que la calidad de la comida fuera superior a la habitual. Mientras los hombres compartían una cerveza, Charlie entró suavemente en materia, narrándole a Lawrence la supuesta información que había recibido desde la ciudad. Durante la cena continuó con el asunto, aterrizando todo con la afirmación de que esa era una gran oportunidad para Elsie. La reacción inmediata del padre fue negativa, ya que la sola posibilidad de ver partir a su hija le creaba una tremenda pena interior que no podría resistir. Charlie le respondió que comprendía todo aquello, pero, por otro lado, al igual que en el caso de Daniel, era una oportunidad única para que su hija se abriera camino en la vida y tuviera una posibilidad futura mucho mejor que la que le podría ofrecer Fatmill. El clérigo nuevamente apeló a la parábola de los talentos, tal como lo había hecho antes, y a la responsabilidad que él tenía de intentar lo mejor para el futuro de sus hijos. A todo esto, las dos mujeres escuchaban con cara de sorpresa y en completo silencio las expresiones del religioso, como si lo que él estaba diciendo les fuera totalmente desconocido. Los argumentos de Charlie una vez más calaron hondo en el minero y produjeron un ablandamiento paulatino en la negativa inicial. Lawrence, confundido por la noticia y por la emoción que le había producido,


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