Amor en cuatro continentes. Demetrio Infante Figueroa

Amor en cuatro continentes - Demetrio Infante Figueroa


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lo que había planteado el pastor le hacía nacer una dualidad casi imposible de resolver –lo que era cierto–, pues si bien le interesaba sobremanera la alternativa que se le abría, le daba una pena infinita pensar en dejarlos solos. Pero que ante esa complicada disyuntiva, ella se inclinaba por aceptar el desafío. Ante lo anterior, con un tartamudeo fruto del impacto emocional que había recibido, Lawrence se mostró de acuerdo. Esa noche el minero se acostó con el corazón apretado por la angustia, a diferencia de la madre que ya había asumido antes el costo emocional, por lo que primaba en ella la alegría que le provocaba el inicio del cumplimento del proyecto que por años había trazado para Elsie. Al día siguiente, temprano, Mary partió a la estación y con los ahorros que siempre guardaba para emergencias, compró el pasaje para el tren de la mañana del lunes siguiente, lo que comunicó a su hijo por correo ultra rápido. Elsie usó el tiempo que mediaba antes de su partida para revisar su ropa a fin de dejarla en la mejor situación para presentarse como correspondía ante la dueña de la tienda. Ese trabajo preparatorio, además de distraerla en los momentos en que la ansiedad la consumía, sirvió para darle más seguridad acerca de su presentación externa ante quien tendría en sus manos la posibilidad de decidir en parte sustantiva su futuro.

      Por su parte, Daniel, cuando hizo su aproximación a Mrs. Lange, no tuvo consideración alguna con los problemas prácticos a los que debería hacer frente si se concretaba el plan. Por ello, cuando el sábado en la mañana recibió un sobre que tenía el rótulo de suma urgencia y venía escrito con la letra inconfundible de su madre, se percató de la realidad que tenía frente a sí, ya que existía un cúmulo de asuntos por resolver y para lo cual no tenía ni la más remota idea de cómo proceder, ni siquiera por donde comenzar. Después de cavilar por un buen rato, se dijo a sí mismo que debería tomar el toro por las astas. Se dirigió a la habitación de Eric, quien se encontraba leyendo, y le contó toda la verdad. El párroco permaneció impertérrito durante la narración, pero adivinó casi al instante la dirección que tomarían las cosas. Daniel le pidió que lo autorizara a que su hermana se alojara por unos días en su habitación, para lo cual él instalaría un camastro junto a su cama, que le cedería a Elsie. Le añadió que si conseguía el trabajo, él mismo se encargaría de buscarle un lugar donde vivir acorde con el salario que le ofrecieran. Por el contrario, en el evento en que el resultado fuera negativo, la chiquilla volvería de inmediato a Fatmill. Por ello, agregó, la petición que le planteaba en la práctica significaba que el alojamiento de Elsie en su habitación duraría unos pocos días, cualquiera fuera la respuesta final de Mrs. Lange. Al párroco no le sorprendió grandemente lo planteado por Daniel, pues ya hacía tiempo que tenía la convicción que para ese muchacho no había problema alguno en la vida que tuviera la característica de insalvable. Se rio para sus adentros, pero seriamente le contestó que aceptaba su proposición por esta única vez y que debía tener en consideración que su parroquia no era una pensión, afirmación que produjo turbación en Daniel, pero al mismo tiempo le dio tranquilidad. Dio gracias al Señor por tener el asunto resuelto y solo le nació agradecer a Eric en la forma más explícita posible por el gesto de grandeza que había tenido hacia él y su hermana.

      Ese domingo lo primero que hizo una vez terminados los oficios, fue narrarle a Elizabeth la novedad respecto de su hermana y le añadió que ella llegaba al día siguiente, por lo que se ausentaría del colegio el lunes y martes, tema que ya había solucionado con el Inspector Mayor del establecimiento, a quien le había explicado lo que acaecía. Asimismo, ratificó con Mrs. Lange la cita para el martes alrededor del mediodía. Daniel había decidido estar toda la tarde del lunes con Elsie para ayudarla a contener en algo el impacto y la natural ansiedad que le produciría su llegada a la ciudad. También había planeado que saliera esa tarde a conocer algo del centro de Newcastle, especialmente las cercanías de la Central Arcade, y mostrarle desde lejos la tienda donde se llevaría a cabo le entrevista de trabajo y el área en la que se desarrollaría su futuro si llegaba a ser contratada. Igualmente, había resuelto acompañarla al día siguiente hasta la puerta misma del lugar donde se verificaría la entrevista, pero sin ingresar al local. La reacción de Elizabeth fue en extremo positiva y le indicó que ella haría todo lo que estuviera en sus manos para asistirlo en el aterrizaje de su hermana en la ciudad. Daniel le confidenció que su mayor preocupación era el lugar donde ella podría vivir en el caso que todo resultara favorable, pues no se ubicaba en la ciudad como para identificar un barrio adecuado donde hubiera disponible una pieza para arrendar y que tuviera cerca un sistema de transporte expedito con el área donde estaba ubicada la tienda de Mrs. Lange. Elizabeth le dijo que ella se encargaría de eso, ya que en el periódico normalmente había ofertas de ese tipo y que con el conocimiento que ella tenía de las diversas áreas no le sería difícil encontrar un sitio que cumpliera con las características que él deseaba. Durante el almuerzo de ese día comentaron el tema con los padres de ella, lo que le produjo al doctor una nueva sensación de admiración por esa empeñosa familia y una no disimulada sorpresa de la madre, ya que no era una cosa fácil ser parte del equipo de Mrs. Lange, tienda a la cual ella recurría habitualmente para satisfacer sus necesidades personales. Sin embargo, no dijo nada y tuvo una expresión de aprobación, enfatizando la calidad del sitio donde Elsie pretendía trabajar e indicando que ayudaría a Elizabeth a ubicar un lugar adecuado para la recién llegada.

      Con la promesa de Elizabeth de que ella se preocuparía del problema habitacional de su hermana en el evento en que la entrevista del martes diera como resultado su contratación, Daniel sintió una grata sensación de alivio y pensó que los astros se estaban alineando favorablemente. Esa noche, una vez que estuvo solo en su pieza, sintió un nerviosismo interior ante la proximidad del arribo de la viajera e imaginaba la despedida familiar, que seguramente seguiría más o menos los mismos parámetros que había tenido la suya cuando abandonó el hogar. Pero lo que lo atormentaba era la alternativa de que Elsie no consiguiera el empleo, lo que significaría un tremendo golpe para ella y del cual ignoraba si sería capaz de reponerse. Además, no se le escapaba la casi inimaginable frustración materna. De ahí que la entrevista del martes sería como una luz a la salida del túnel, pero con la duda de si ella significaba que realmente se estaba por llegar al final o si por el contrario era la luz de una locomotora que se aproximaba rápidamente para atropellarlos a todos. En caso negativo, caviló, tenía que empezar a pensar en un plan alternativo que por el momento le era inimaginable. Tarde consiguió dormirse.

      A la mañana siguiente preparó el camastro que había adquirido en una tienda local. No se había preocupado de que fuera cómodo y buscó el más económico, pues lo usaría él y cualquiera fuera el resultado de la cita del martes lo requeriría solo por pocos días. Se preocupó especialmente de que el baño estuviera limpio y compró una toalla de calidad para ser usada por su hermana, así como los otros útiles de aseo personal ante la eventualidad de que arribara sin alguno de ellos. En seguida, esperó con una disimulada intranquilidad que llegara la hora de arribo del tren, teniendo en consideración que lo separaba del andén solo Watergate Road. Poco pasado el mediodía, Elsie visiblemente emocionada descendió y se fundió en un largo y afectuoso abrazo con Daniel, lo que hizo que a él le resultara difícil esconder lo que realmente sentía. Preguntó por Mary y Lawrence, cómo estaban, cómo habían quedado, cuál era el nivel de la tos del padre, cuán nerviosa se encontraba ella y otras interrogantes propias de ese encuentro tan particular. Cruzaron Watergate Road y entraron a la casa, yendo de inmediato a la habitación que ambos ocuparían. La recién llegada recibió una serie breve de instrucciones acerca de cómo era la vida en la casa de Eric y cuáles eran las principales reglas que se debía respetar, entre ellas, le dijo, estar siempre a la hora para las comidas y como son las 12:30 horas, añadió, es tiempo que nos aproximemos al comedor. El párroco arribó al lugar un poco después de ellos, momento en que le presentó a Elsie, la que fue recibida amablemente. El dueño de casa le indicó que estaba al tanto de todo lo que venía por delante y que esperaba que en los cortos días que pasaría allí se sintiera como en su casa. Ella le agradeció la bienvenida y le señaló que le traía especiales saludos de Charlie, quien siempre hacía muy buenos recuerdos de la antigua amistad que los unía. El dueño de casa le agradeció el mensaje y estuvo largo rato hablando de las cualidades del religioso de Fatmill, comentarios a los que los Kelly se sumaron en forma entusiasta.

      Después de almuerzo Elsie fue a la habitación a deshacer su maleta y a ordenar sus cosas. Comprobó con cierta inquietud


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