El universo en tu mano. Christophe Galfard
antes de ese punto.
Los físicos teóricos tardaron muchas décadas en descubrir el sentido de esta realidad. Al final, como comprobarás en el capítulo siguiente, se les ocurrió una idea bastante brillante que daba sentido a todo y a la cual se le denomina teoría del Big Bang.
Sin embargo, de momento tendrás que aceptar que acabas de alcanzar el final del universo visible, una superficie que hemos podido detectar y cartografiar con nuestros telescopios. La superficie de un muro que la luz no puede atravesar y que ha recibido el nombre de superficie de última dispersión.
Justo cuando empiezas a apreciar lo raro e inesperado que suena esto, todo lo que te rodea desaparece y te encuentras de vuelta en la isla tropical, mirando al cielo nocturno. Las estrellas siguen ahí, como los árboles y el mar. Y también están tus amigos, que te miran con una expresión bastante peculiar.
Te incorporas y les cuentas el extraordinario viaje que acabas de realizar. Les hablas de la muerte del Sol —debemos encontrar una solución a ese problema—, les dices que el universo es tan grande que es de locos... ¡Y lo del muro! ¡Ahí arriba hay una pared que marca el paso de la opacidad a la Edad Oscura!
Las caras de extrañeza de tus amigos dan paso a miradas de preocupación. Te ayudan a levantarte y, mientras te acompañan de vuelta a tu residencia de vacaciones, oyes cómo se preguntan si las gambas a la brasa eran de verdad frescas o si el alcohol era demasiado fuerte.
Unas horas más tarde, parte de los rayos del Sol, que se alza por el este, empiezan a rebotar sobre el polvo que contiene la atmósfera de la Tierra (sobre todo los que corresponden al color azul) y lo difuminan todo, ocultando el espacio a la vista. Tumbado en la cama, rodeado por el canto matutino de los pájaros, abres los ojos y distingues la silueta de una de tus amigas a tu lado. Por lo visto, ha hecho guardia junto a tu cama toda la noche. Te preguntas de nuevo si todo ha sido un sueño. ¿De verdad ha viajado tu mente por la inmensidad del espacio?
Tu amiga te pregunta si te encuentras mejor y te ofrece un vaso de agua. Una brisa fresca matutina te acaricia la frente, sonríes y piensas que, sea como sea, es fantástico volver a estar en la Tierra.
Tu sonrisa se ensancha porque, en lo más hondo de ti, sabes que has experimentado algo muy especial y que no ha sido un sueño, que todo era auténtico y que has tenido la gran fortuna de ver sin tener que pasarte años estudiando. Por algún motivo que desconoces, has visto el universo tal y como hoy lo conocemos.
Aliviada al verte sonreír, tu amiga se levanta para ir a buscarte el desayuno. En cuanto se va, tratas de recordar lo que acabas de experimentar e intentas no olvidarlo, porque tienes la sensación de que no ha sido más que el comienzo de una aventura muy extraña.
Te quedas sentado en tu cama de hojas de palma entrelazadas, contemplando las olas que llegan a la costa, y recuerdas la Tierra tal y como la viste desde el espacio, un punto azul minúsculo orbitando alrededor del Sol. Recuerdas las otras estrellas, miles de millones de ellas, arremolinándose alrededor del agujero negro que se oculta cerca del centro de la Vía Láctea, nuestra galaxia. Entonces recuerdas Andrómeda y la cuarentena aproximada de galaxias que forman el Grupo Local, y vuelven a tu mente los otros grupos y los clústeres y superclústeres de galaxias que se extienden hasta muy lejos, hasta el infinito y más allá.
No.
Hasta el infinito, no.
Hasta la Edad Oscura y el muro. Hasta la superficie última de dispersión, tras la cual la luz no puede viajar con libertad.
Además, sabes que, independientemente de la dirección que hubiese seguido tu mente al emprender el viaje, habrías terminado topando contra esa pared.
Casi parece que, a una escala mucho mayor de la que nadie sea capaz de imaginar, la Tierra se encuentra en el centro de una esfera cuyo límite es ese muro. Lo que hay en el interior de esa esfera podría ser todo el universo visible al que podrá acceder la humanidad a lo largo de toda su historia.
Con la mirada perdida en el horizonte que tienes delante, asimilas esa idea.
Si la superficie de última dispersión rodea a la Tierra, entonces esta debe estar en el centro de una esfera rodeada por ese muro.
Parece lógico.
Sin embargo, eso significa que la Tierra está en el centro de su universo visible.
Alterado, niegas con la cabeza y murmuras que no tiene sentido; hasta a ti te cuesta creerlo.
No tiene ningún sentido.
Pese a todo, sabes lo que has visto y, de pronto, desearías poder volver allá arriba y echar otro vistazo a todo.
Muy pronto lo harás, pero desde una perspectiva muy distinta.
Para que te vayas preparando, te diré que la superficie que viste, la superficie última de dispersión, no es el fin de la historia. Existen, por lo menos, otras dos superficies más allá de esta, con nuevos muros tras ellas. La primera se llama Big Bang. La segunda oculta lo que causó el Big Bang.
Antes de terminar el libro, viajarás hasta ese segundo muro, y más allá.
Pero, antes de eso, deberías tomártelo con calma.
A fin de cuentas, estás de vacaciones y tu amiga ha regresado con el desayuno.
Sin embargo, mientras comes, te ayudaré a poner un poco de orden en lo que acabas de vivir.
1
Ley y orden
¿Alguna vez has intentado saltar desde lo alto de un acantilado? ¿O tirarte por la ventana del piso más alto de un rascacielos?
Lo más seguro es que no.
¿Por qué?
Porque te matarías.
Igual que yo, si se me ocurriese intentarlo, e igual que cualquier otra persona.
¿Y cómo sabemos esto?
La respuesta es muy directa y, al mismo tiempo, profunda y misteriosa. A través de ella se explica el motivo por el que la raza humana se las ha arreglado para conquistar la Tierra y un cachito del firmamento. Explica también cómo conseguimos mandarte a contemplar las estrellas en la primera sección de este libro. Está todo relacionado con la naturaleza y sus leyes.
Independientemente de lo cultos que seamos, de si nos gustaban o no las ciencias en la escuela, y de si somos o no científicos, si hacemos examen de conciencia veremos que todos nosotros intuimos que existen leyes en la naturaleza y que estas no pueden vulnerarse. El hecho de que todo aquel que salte desde una altura excesiva acabará inevitablemente estampado contra el suelo es una de ellas.
A lo largo de los milenios que nos separan de nuestros ancestros cazadores y recolectores, son muchos los hombres y mujeres que han buscado sin cesar tales leyes; es más, hubo quien supo encontrar unas cuantas. Hoy, la ciencia que se encarga de continuar esta búsqueda y de desentrañar los misterios de la naturaleza recibe el nombre de física teórica, y son las puertas de este reino (en perpetua construcción) las que están a punto de abrírsete para que las cruces.
Podría decirse que los cimientos de este reino se asentaron cuando el astrónomo, físico, matemático y naturalista inglés Isaac Newton creó un nuevo lenguaje, el del análisis matemático, que le permitió describir casi todo cuanto está al alcance de los sentidos del hombre. El porqué de que una persona que salte desde un precipicio caiga en vez de caminar sobre el aire viene determinado por una fórmula. Siempre y cuando sepamos cómo empieza la caída, la fórmula de Newton nos indica dónde y con qué velocidad terminará. La misma fórmula nos dice que, si dejamos de lado la fricción del aire, no hay diferencia entre un ser humano, una esponja o un trozo de pastel cuando caen desde un precipicio. Igualmente