Virus-Cop: Muerte en el Nidda. Robert Maier
Olaf se puso a revisar lo que el virus había descargado en el servidor. Borró las grabaciones telefónicas, sin oírlas antes. Demasiado íntimo. Abrió el programa de configuración del virus e hizo los ajustes. El virus estaba configurado de tal manera que todo lo que pasaba por el móvil de Tobías, se enviaba íntegramente al servidor. Desde luego esa no había sido la intención de Olaf. Solo quería gastarle una broma a su hijo. Pero después de la sorprendente información sobre el asesinato, se le despertaron las ganas de investigar con Gottfried sobre el tema, aunque no tenía ninguna intención de vigilar a su hijo. Desactivó la opción de copia de llamadas, la de transferir fotos y videos tomados con el móvil y algunas otras funciones sensibles.
Después volvió a leer los documentos que había enviado el virus. Los datos sobre el asesinato de Benjamin Hoffmann, el estudiante muerto, estaban incompletos. Ya se estaba arrepintiendo de haber desactivado las grabaciones telefónicas. Podrían haber añadido más información.
Finalmente marcó el número de teléfono de Gottfried.
“Tengo noticias frescas. ¿Quedamos en el Krummer Hund a las siete?”
Olaf oyó al otro lado del teléfono un suspiro.
“Vale, Miss Marple.”
“¿Miss Marple?”
Pero Gottfried ya había colgado
4
Gottfried tenía el mismo aspecto enfermizo que la última vez que se vieron. Cuando entró en el restaurante algunas personas le miraron fijamente como si fuera el diablo en persona. Pidió a Karin costillas con col.
“¿Qué tal en el médico?” Olaf estaba realmente preocupado
“Tuve que anular la cita.” La voz de Gottfried sonaba extrañamente aguda. Tosió varias veces como si tuviera flemas en la garganta.
“Tienes que ir de todas todas al médico. A lo mejor tienes algo serio.”
“Inesperadamente tuvimos que hacer una videoconferencia y con las nueve horas de diferencia horaria con la Costa Oeste, no podíamos hacerla en otro momento.”
“Nadie adelgaza de esa manera sin ninguna razón. Por favor, vete al médico.”
“Ya estoy en tratamiento.”
Olaf se quedó mirando sorprendido a su amigo de toda la vida
“¿Me vas a decir de una vez por todas qué te pasa?”
Justo donde estaba la cara demacrada de Gottfried, apareció un plato. Karin puso el plato de costillas con col encima de la mesa. Gottfried cogió una cucharadita de mostaza del tarrito azul de loza, lo puso a un lado del plato y tomó un trago de su sidra. Entonces se quedó mirando a Olaf, como si acabara de darse cuenta que estaba en la mesa.
“Tengo cáncer.”
Sonó como un tiro en la cabeza. Así que ésa era la razón por la que había perdido tanto peso. Si las consecuencias de la enfermedad eran tan visibles, eso quería decir que no estaba en una fase inicial.
“Lo siento mucho Gottfried.”
Aparte del hecho de que parecía un cadáver andante, Gottfried hacía todo lo contrario que dar pena. Respiraba ruidosamente después de pegar un trago de sidra y dejar el vaso al lado del plato. Después luchaba con el cuchillo para cortar las costillas.
“Me tenías muy preocupado, pero que sea cáncer…” A Olaf se le habían quitado las ganas de tomar su sidra con soda. Tenía un nudo en el estómago.
“Hubiera preferido que fuera la solitaria” dijo tras un rato e inmediatamente se sintió imbécil.
“Pues no hubieras andado muy alejado. Tengo cáncer de colon.” Gottfried separó la parte de grasa de las costillas y lo puso a un lado en el plato “me ha dicho mi médico que no es sano.”
Olaf miró fijamente durante un momento la corteza rosada del plato de Gottfried
“¿Y ahora qué?
“Los médicos han preparado un plan y lo seguiremos.”
“¿Tienes que ponerte quimio?”
“El próximo viernes empiezo con eso.”
“¿Qué posibilidades tienes?”
“Los médicos opinan que estoy en un fifty-fifty” dijo Gottfried con la boca llena.
Así que sobrevivían uno de cada dos. Mirando a Gottfried, su cara pálida y sus manos temblorosas, asaltaba la duda de si él sería ese uno. Viendo su alegría ante un trozo de cerdo salado y las ganas con las que comía la col agria, cabía un margen para la esperanza de que Gottfried volviera a ser el viejo de siempre.
Siguieron hablando un rato sobre el cáncer y sobre cómo se había tomado su familia la noticia. Cuando Gottfried terminó de comerse sus costillas, se pidió otra sidra “Ahora vamos con tu investigación sobre el asesinato Miss Marple.” La sonrisa cadavérica tenía restos de carne entre los dientes.
“Si me vas a llamar Miss Marple, tú vas a ser Mister Stringer.”
Olaf echó un vistazo a su smartphone, en el que había guardado las notas sobre el caso. “Se trata de un estudiante universitario, Benjamin Hoffmann. Ha aparecido muerto en el Nidda, en Praunheim. Causa de la muerte: golpe en la cabeza, presumiblemente causado con un objeto romo.”
“¿Le robaron algo?”
“Parece que no.”
“¡¿Cómo que parece?! Eso se tiene que saber.”
“Sobre ese tema no me ha mandado el virus ninguna información.”
Cuando Gottfried oyó la palabra “virus” puso una cara de pocos amigos
“¿Qué carrera hacía?”
“Estaba haciendo el doctorado en Física.” Olaf se preguntaba si ese dato era importante para el caso. “Benjamin Hoffmann tenía una deuda de 20.000 euros.”
Gottfried silbó entre dientes.
“La policía supone que el asesinato está relacionado con esa deuda.”
“No es una cantidad nimia para un universitario. ¿Cómo la consiguió?”
“Jugando al póker en internet.”
“¿Con juegos de póker? ¿Se sabe en qué web jugaba?”
El virus también se mantiene silencioso con ese tema
“¿Tienes más datos?”
Olaf empezó a escribir en su Smartphone.
“Te voy a enseñar una foto del fallecido” dijo con una expresión cómplice. Le pasó el móvil a Gottfried. “Es una foto del lugar del crimen que ha sacado la policía.”
“¡¿Estas cosas puedes conseguir con tu virus?!”
Olaf no fue capaz de distinguir si el tono de Gottfried era de indignación o de asombro.
Olaf echó un vistazo rápido al bar, se dio cuenta que Günther le buscaba con la mirada y brindó con él en la distancia. Por favor, que no venga a sentarse en nuestra mesa.
“Tengo tres fotos del lugar del crimen” dijo en voz baja. “No es cuestión de verlas en el Krummer Hund. Te las envío por Messenger.”
Se reclinaron e hicieron como si estuvieran viendo fotos de vacaciones.
“Tu virus es una auténtica herramienta de espionaje.”
Esta vez sí que creyó percibir en el tono de Gottfried un pequeño reconocimiento.
“¿Tienes algo más?”
“La