El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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humanos, la besa.

      Entonces esta es la conclusión: mi jefa contrata a hombres atractivos por la simple razón de que disfruta de otra clase de servicios por parte de ellos.

      Es un interesante descubrimiento que por alguna razón no me sorprende ni un poco, de hecho, me causa gracia y hasta lastima.

      Recurrir a contratar a hombres para volverlos tus amantes es bastante patético, más si te crees la mujer del año.

      Doy un paso hacia atrás para reír por lo bajo y evitar ver cómo la mano de aquel hombre va subiendo para perderse bajo su falda. Decido que voy a fastidiarle el momento.

      Camino lejos del pasillo, río un poco y aclaro mi garganta.

      —Es algo bueno que la fotocopiadora sea rápida… —comienzo a decir en voz alta y haciendo que mis zapatillas suenen al caminar para que note que me aproximo.

      Cuando llego ella está con su vista en la puerta mientras pasa una mano por su cabellera rojiza, el atractivo moreno de quizás unos veintinueve o treinta años tiene las manos en sus bolsillos delanteros y me da una sonrisa.

      —Te tardaste —es lo que dice mi jefa. Qué malagradecida, gracias a que me tardé fue que consiguió algo del de recursos humanos y aun así se queja.

      —Lo siento, el departamento de administración estaba imprimiendo unos folletos que tú ordenaste.

      —Cómo sea… —dice y toma los papales de mis manos.

      —¿Eres nueva? —pregunta el moreno.

      —Sí, es nueva —responde Claudia por mí.

      —Bienvenida en ese caso, soy Robert —me extiende la mano, y la estrecho únicamente porque no es la mano con la que manoseó a Claudia—, espero y te sientas a gusto, soy el encargado del departamento de Recursos Humanos, si no te sientes cómoda con algo puedes acudir a mí.

      —Lo principal, es que me devuelvas mi mano —murmuro dándole a entender que aún no libera mi mano, él ríe y la suelta—, y gracias.

      Claudia aclara su garganta y le da una mala mirada a Robert, posterior a eso me da una mala mirada a mí. Que ni se crea que me estoy insinuando, es su «juguete» o lo que sea que está hablando.

      —Ve por un café, Hilary.

      —Con todo respeto, señorita Claudia, pero traerle café no está dentro de mis obligaciones, ni en el contrato.

      —En eso ella está en lo correcto —concuerda Robert sin perder su sonrisa.

      —Creo que es hora de que vuelvas a tu departamento, Robert.

      Veo cómo Robert se marcha dejándome con la ogra. Ella me observa fríamente.

      —No quieras pasarte de lista, Hilary, porque me parece que eso te resta puntos —busca algo—, ahora ve y saca quinientas copias de este folleto. Solo fotocopia cincuenta a color.

      Lo hace a propósito, quiere demostrar autoridad. Algo me dice que esta mujer está llena de inseguridades. Le doy una sonrisa falsa tomando sus estúpidos papeles.

      —¿Qué esperas? Ve rapidito, niña.

      —Claro, señorita Claudia.

      • • •

      14 de octubre, 2012.

      Escucho a los desastrosos de Ethan y Doug reír junto a Dexter, de hecho, los observo desde el primer piso de la casa, donde está mi habitación. Dexter acaba de mojar a Ethan con un balde de agua, no puedo evitar reír.

      —Quelo mucho chocolate —escucho un murmuro, me doy la vuelta y mi sobrino está en la puerta de mi habitación con un muñequito de algún X-Men. Sus ojos grises están muy abiertos mientras me observa.

      Me fijo que en su mano tiene una de mis barras de chocolate, pero realmente lo que me estoy preguntando es quién lo ayudó a subir las escaleras. Estoy horrorizada y a instantes de levantarme del gran ventanal de mi habitación, pero Andrew se asoma cargando a Halle.

      —Él quería subir a verte y que le regales una de tus barras de chocolate —me dice sin dejar de mecer a una soñolienta Halle que bosteza y se acurruca en su pecho, parece muy cómoda—. Karry aún no vuelve con las compras… ¿Puedes hacerte cargo mientras terminó de dormir a Halle?

      —Claro, ven sobrino —lo llamo y él corre hacia mí, lo alzo y lo siento en mi regazo—, te va bien eso de cuidar niños.

      —Solo recuerda que antes de ser famoso fui niñero.

      —Cierto… —digo entre risas mientras lo veo salir.

      Mi sobrino me extiende la barra de chocolate y con gusto comienzo a abrirla bajo su atenta mirada. Finalmente Kaethennis dejó que cortaran solo un poco sus rizos, por lo que ahora puede ver y no están tan largos.

      —Aquí tienes —se la doy antes de besar su cabeza y verlo dar un gran mordisco.

      Ambos nos mantenemos viendo a los tres idiotas bromear y lanzarse agua. No importa cuántos años tengan, en algún momento del día, se comportarán como niños.

      —Tíos —dice señalándolos e inclinándose, me veo en la obligación de bajar el vidrio, para evitar el peligro—. ¡Tío rojo!

      Como no bajé del todo el vidrio ellos son capaces de escucharlo, Dexter lo saluda, lo cual hace que él aplauda y justo Doug le echa más agua a Dexter. Este se voltea bruscamente ocasionando una leve colisión con Doug, que resbala y cae al suelo.

      Se ve como que duele.

      —¡Tío Dou! —exclama mi sobrino llevando una mano a su pequeña boca, parece preocupado.

      Muerdo mi labio viendo cómo Ethan sacude su mano frente a Doug que se mueve un poco. Mamá sale al jardín y desde aquí escucho perfectamente cómo comienza a reprenderlos.

      —¡Miren nada más como está mi jardín! —dice mamá—. Dexter Thomas, vas a limpiar todo este desastre, mira el pozo de lodo que han formado. Ethan será mejor que vayas a lavar esas manos y secarte, vas a ayudarme a cocinar.

      Frunce el ceño viendo como Doug se incorpora con una mueca de dolor, nadie le lleva la contraria a Hannah.

      —Mira nada más cómo te has caído, de seguro te has hecho un moretón. Ve a darte un baño, Doug, rápido, rápido —dice chasqueando los dedos.

      No puedo evitar reír, mi sobrino me mira aún preocupado.

      —¿Tío Dou?

      —Tranquilo, está bien.

      Aún desde el ventanal de mi habitación observo a mi sobrino jugar con su muñequito sobre mi cama, es divertido verlo murmurar y hacer sonidos para darle voz a la figura; además, de vez en cuando él me dará una sonrisa o correrá a darme un beso en la mejilla.

      Aunque desde hace unos veinte minutos ha comenzado a preguntar por mi hermano y cuñada, comienza a extrañarlos, ciertamente esos dos han tardado en regresar de la compra.

      —Hola —dice Kaethennis apareciendo en la puerta. Dan jadea y lanza un gritito bajando de mi cama y corriendo hacia ella.

      —¡Nani!

      —Mi cielo —dice cargándolo y besando sonoramente su mejilla, me divierte ver cómo mi sobrino enreda sus brazos en su cuello y se niega a soltarla—, mami y papi te han traído algo.

      Ella saca de su bolsillo trasero una paleta de colores, quizás debería advertirle que él ya comió una barra de chocolate, pero ya es demasiado tardo, así que lo dejo pasar.

      —¿Y para Hade?

      —Ella aún no puede comer eso, para Halle tengo mucha comida de bebé acumulada en mí, pero ella aún está dormida —musita dándome una sonrisa—. Harry te trajo muchas barras de chocolate, las dejó en la despensa.

      —Ahora lo amo más —bromeo.

      —Sí…


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