El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany
siempre ande pendiente, para nada.
Doug está tan increíblemente cerca que me ha dejado sin habla, literalmente.
—Debes pagarme con un beso, un delicioso beso —murmura acercando su rostro al mío—, en la boca.
Abro sorprendida mis ojos pero estoy viendo que los de él se hacen pequeñas rendijas antes de que presione sus labios tibios sobre los míos.
Esto está pasando.
No es un simulacro.
Está pasando.
Mantengo mis ojos abiertos viendo cómo él los cierra, ladea su cabeza hacia la derecha abre sus labios y atrapa el mío succionándolo. Sí, está besándome.
Me ordeno cerrar mis ojos y relajarme, bien puedo disfrutar de este acontecimiento que admito he imaginado muchas veces desde que lo conozco.
Solo son movimientos de sus labios sobre los míos, pero es Doug. ¡Hola! Cualquiera puede derretirse si Doug McQueen te da un beso.
Siento sus dedos enredados presionarse sobre mi cuero cabelludo justo cuando siento la humedad de su lengua trazar mi labio superior y luego abrirse paso ante mis muy dispuestos labios. Oficialmente esto se ha vuelto un verdadero beso.
Mis manos, algo inseguras, se presionan en su pecho desnudo y me sorprende percibir rápidos latidos de su corazón bajo mis dedos; al parecer, tengo algún efecto en él.
Su lengua roza la mía mientras me acerca incluso más y succiona fuerte mi labio superior, tira de él con sus dientes y luego vuelve a atraparlo para continuar besándome.
Me alegro de no estar siendo una tonta paralizada y estar correspondiendo a su beso.
Doug besa de manera apasionada y juguetona, justo como lo es su personalidad.
Siento su mano libre acariciar mi mejilla mientras un poco tímida rozo mi lengua con la suya hasta ir a su boca. Puedo decir que nunca nadie me había besado de esta forma, este es un beso que toda mujer debería tener para sentirse realizada.
Mantengo mis manos en su pecho, principalmente porque estoy cómoda de este modo y percibo los rápidos latidos de su corazón, aunque quizás él mío está latiendo muchísimo más rápido.
Esto más que un pago por su chisme, me parece algo muy bueno y provechoso para mí.
Siento cómo mueve sus labios contra los míos más lentamente antes de retirarse solo un poco y respirar hondo.
Realmente me ha besado, o, bueno, nos hemos besado, ya no sé ni cuál es el término correcto para describir lo que acaba de suceder.
Pero lo cierto es que ha ocurrido, no sé si fue de nuevo por su curiosidad o que lo motivó, pero estoy segura de algo, una vez lo he probado quiero mucho más.
Quiero mucho más de él.
—El mejor premio… Esto no es un pago Hilary —abro mis ojos y lo encuentro viéndome con fijeza—. ¿Qué es lo que haces?
—¿Cómo? —pregunto aún en mi nube McQueen.
—Yo comprendo —dice, liberándome, se pone de pie rasca su pecho y aclara su garganta.
Duró poco, pero lo disfruté.
—Espero y realmente te guste la máscara, debes decirme cuánto sacaste.
—¿Me estás corriendo? —pregunto, enarcando mis cejas.
—¡Desde luego que no! Joder, princesa, no te estoy corriendo, solo manifiesto algo.
—Entonces, intentas despistarme —concedo y él no lo niega—, de acuerdo, dejaré que me despistes.
Él me da una pequeña sonrisa, parece contrariado como si quisiera hacer algo y a la vez no, incluso se le forman unas arruguitas en su frente como si algo le disgustara.
Lo siento, Doug, pero ahora yo quiero más de ti y simplemente no voy a quedarme sentada fingiendo que nada más sucederá.
Capítulo IX
12 de octubre, 2012.
—Hilary, solo dile que no —musita Katherine mientras vemos a Frank con una sonrisa acercarse.
Cierro los ojos con fuerzas, cuando los abro Frank ya está sentando al lado de Katherine, frente a mí y a Jane. Nos saluda con una de sus sonrisas características, es inevitable no devolvérsela.
—¿Qué están conspirando las damas? —pregunta y Katherine le sonríe.
—Estamos conspirando acerca de cómo manipular a todos los hombres —dice tranquilamente Jane sin dejar de enviar mensajes en su celular.
—Suena interesante —musita antes de mirarme directamente—. ¿Qué conspira Hilary?
—No querrás saberlo —respondo sin ni siquiera planearlo, doy un mordisco a mi manzana con rapidez.
Puedo estar conspirando dos cosas:
La primera es rechazar definitivamente a Frank, mi buen amigo Frank.
La segunda es tratar de no desgastar tanto el recuerdo de Doug y yo besándonos. Eso parece más difícil y es lo que me lleva a una tercera conspiración: no olvidarlo e ir por más.
—Creo que quiero saberlo —me dice, guiñándome un ojo. Miro la hora en mi reloj.
—Bueno, debo irme, hoy es uno de esos tres días laborables —me pongo de pie—, por cierto, les estaré enviando una invitación para que acudan a la fiesta de lanzamiento del CD de BG.5. Claro, si quieren ir.
—¿De verdad? —pregunta Jane sorprendida.
—De verdad —aseguro agachándome y besando su mejilla—, no estés tan sorprendida.
Beso rápidamente la mejilla de Frank y le doy un empujón a Katherine. Estoy preparándome mentalmente para ver a Claudia, para mi día de trabajo.
• • •
—¿Puedes llamar a Renatto? Bueno, en realidad debes hacerlo —dice caminando por un largo pasillo del sótano de la galería—, dile que necesito que venga a retirar su último cuadro, no me sirve y es un asco.
—¿Debo decirlo textualmente?
Ella se detiene y se da la vuelta para observarme, achica los ojos y chasquea la lengua con fastidio.
—Evidentemente debes hacer que suene diplomático, no es muy difícil pensar, querida. Deberías intentar usar ese cerebro bajo esa bonita cabeza.
No debo golpear a mi jefa, no debo matar a mi jefa, no debo pensar en maneras de torturar a mi jefa.
Me repito ese mantra durante el trayecto que hacemos hacia la planta baja de la galería. Está cerrada, razón por la que todo el personal parece movilizarse limpiando, ordenando cuadros y haciendo llamadas importantes. Hay más movimientos de lo que esperé habría en una galería y eso me encanta.
Me doy cuenta de algo a medida que ella da las órdenes:
1. El personal masculino es atractivo y algunos bastante jóvenes, al menos, más jóvenes que ella.
2. Todo el personal masculino recibe órdenes de ella como sirvientes y la miran de un modo en el que no se debe observar a la jefa.
3. Hay demasiada confianza, las risas y toques casuales no son los idóneos para una relación de trabajo.
Me fijo en todos esos detalles mientras la sigo intentando pasar desapercibida entre tantos hombres, aunque no lo logro. Al llevar una falda holgada y camisa ajustada casual para no lucir como una «vagabunda» parece que resalto, porque ellos me dan vistazos y algunos, incluso, me dan grandes sonrisas insinuantes.
Creo que esta mujer ha convertido la galería en un lugar para darse vistazos de buenos hombres. Pero ahí no es donde está la sorpresa del día.
La