El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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      —Finge que yo soy Frank, aunque, bueno, él no tiene tanta suerte de ser yo —bromea haciéndome reír—. Hilary, me gustas… ¿Quieres salir conmigo?

      —¿Qué? —pregunto confundida.

      —Princesa, se supone que soy Frank.

      —Oh, claro, claro.

      —Entonces, princesa he decidido que me gustas y…

      —Él no me llama princesa, solo tú.

      —Lo haces difícil —dice rodando sus ojos—, muy bien. Hilary, me gustas y quiero que tengamos otra cita, podemos llevar nuestra amistad a otro nivel.

      Me quedo callada, observándolo, él enarca sus cejas con incredulidad.

      —¿Realmente te cuesta tanto rechazarlo?

      —Creo que entro en pánico. ¿Qué pasa si llora? ¿Si deja de hablarme?

      —Solo dile que no —comenta el hombre que me tatúa, recordándome su existencia.

      —Exacto, solo di no, no siempre podrás inventar excusas —respira hondo—, intentémoslo de nuevo.

      —De acuerdo.

      —Hilary, me gustas y quiero que tengamos muchas más citas, creo que tenemos química y podemos ser más que amigos.

      —No —digo y él sonríe—, no creo que sea buena idea, eres mi amigo y quiero que sigas siéndolo. Doug, no puedes sonreír. No creo que él sonría luego de que lo rechace.

      Él ríe y lleva nuestros dedos entrelazados a sus labios depositando un beso y viéndome a través de sus pestañas rubias. Hay hombres que nacieron para ser admirados y ser considerados inalcanzables. Doug es uno de ellos.

      —Mira —señala Doug a mi dedo—, ya casi terminan, y no te diste cuenta.

      —Gracias —musito, y él me guiña un ojo.

      Media hora después y con una venda que me causa gracia alrededor de mi dedo, Doug y yo salimos de la tienda. Aun cuando intenté pagar mi tatuaje, Doug se hizo cargo, afirmando que es un regalo.

      —¿Vamos a mi auto?

      —No lo creo, voy a encontrarme con papá, va a comprar algo para el aniversario con mamá —digo, viendo momentáneamente al piso.

      —Oh, bueno… En ese caso… ¿Nos vemos luego?

      —Claro…

      Él ladea su cabeza hacia un lado y me contempla con fijeza, esa manía de Doug de incomodar a las personas nunca desaparecerá.

      De un momento a otro sus manos pellizcan mis mejillas y ruedo los ojos, todos saben que odio que hagan eso, es una sensación que comparto con mi sobrino, así que llevo mis manos a su rostro y lo apretujo, seguramente nos vemos como dos idiotas.

      —No pellizques mis mejillas —digo y apretujo su rostro. Sus ojos se achican debido a la magnitud de su sonrisa.

      Él libera mis mejillas y yo su rostro, mantiene la sonrisa antes de ver la hora en su teléfono. Luego vuelve su atención a mí.

      —Debo irme, quedé para algo.

      —Sí, claro, papá debe estar esperándome.

      —Dale mis saludos a Carter, espero y no quiera patearme luego por hacer que la princesa se tatuara, aunque sea un tatuaje pequeño.

      Le sonrío y me pongo de puntillas para besar su mejilla, es por ello que no veo venir cuando sus dedos toman mi barbilla y presiona con rapidez sus labios cerrados sobre los míos. Ocurre tan rápido que no estoy segura de si sucedió.

      Pero esa sonrisa divertida y mirada curiosa me asegura que no lo imaginé, que realmente pasó. Apuesto a que mis ojos están increíblemente abiertos.

      —Lo siento princesa, tuve curiosidad.

      —¿Curiosidad? —él asiente con la cabeza—. ¿Tú crees que por tener curiosidad deben darse besos?

      —Puede ser que sí, puede ser que no…

      —¿Y ha respondido eso a tu curiosidad?

      —Como no tienes una idea.

      —¿Es toda la explicación que vas a darme?

      —Toda la que puedo darte.

      Abro y cierro la boca continuamente sin entenderlo, sorprendida y frustrada de que sucediera tan rápido que ni siquiera pude disfrutar. No me dio tiempo ni para sentir cosquilleos. Solo Doug podría hacer algo como eso y dejarme molesta por no hacerlo duradero.

      —¿No me digas que estás cabreada?

      —Estoy molesta —digo, dándome la vuelta y caminando hacia algún taxi.

      Lo escucho llamarme, pero aun cuando me llama también lo escucho reír. No quiero ser su «curiosidad». Tampoco quiero que siga siendo mi platónico.

      Él no lo sabe, pero su curiosidad ha despertado la mía.

      Katherine tiene razón, nunca he intentado realmente ver o descubrir la manera en la que Doug me ve.

      Solo quiero saber que se siente, como es y luego puedo seguir mi vida con tranquilidad. Puedo hacerlo.

      Llevo dos dedos a mis labios. Irónico, he imaginado muchas veces sus labios sobre los míos, sucedió y fue tan rápido que no recuerdo haberlos sentidos.

      Te odio Doug McQueen, has frustrado una de mis fantasías.

      Capítulo VII

      10 de octubre, 2012.

      —Muy bien —dice Harry cerrando la puerta del auto—. ¿Estás lista?

      —¿Se vale decir que no? —pregunto y como respuesta, Dexter, que está sentado atrás, se inclina hacia adelante.

      —Desde luego que no se vale ningún puto no, pon este jodido auto en marcha, Hilary Jefferson.

      —No hay necesidad de sacar esa boca sucia —murmuro encendiendo el auto.

      No miento cuando digo que me da miedo conducir, tantos autos y personas transitando me ponen nerviosa, además de que en Londres el tráfico es una cuestión increíblemente difícil de descifrar.

      Respiro hondo antes de poner el auto en marcha, el que mis hermanos me regalaron hace unos meses. El hecho de que vayan en el auto hace que sienta más presión. Incluso Harry está en eso de ser todo mandón.

      Los primeros minutos en los que salgo del estacionamiento de la casa y posteriormente de las calles de la urbanización, todo es silencio, lo cual es extraño.

      Todo comienza realmente cuando estoy en las calles principales de Londres.

      —Joder, una abuela con andadera caminaría más rápido que tú conduciendo —se queja Dexter—, hasta Halle lo haría más rápido.

      —Halle no camina —digo molesta y nerviosa por los autos que tocan sus bocinas a mi alrededor, quizás sí voy realmente lento.

      —Bueno, Harry Daniel conduce su triciclo más rápido que tú —comenta Harry masajeando sus sienes—. Hil, por favor, vas a veinte kilómetros, es absurdo, van a multarnos porque vas a generar tráfico.

      —Solo soy precavida.

      —¡Joder! Mueve este auto —exige Dexter en un grito que me sobresalta, él incluso comienza a reír—, por favor, hermanita.

      —Déjenme.

      Unos largos minutos se escuchan sus quejas, trato de ignorarlas mientras conduzco, Harry finge golpear su frente de la ventana mientras Dexter no deja de refunfuñar desde atrás. Las personas tocando bocinas a mi alrededor tampoco ayudan.

      Entonces Harry tiene razón, un policía nos detiene


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