El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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Harry estaciona el auto, bajo, arrojando la puerta con fuerza, aun cuando es mi auto. Kaethennis es la primera persona que veo cuando entro a casa de mis padres.

      —¿Qué tal les ha ido? —dice con Halle entre sus brazos y mi Harry Daniel dando vueltas a su alrededor.

      —¡Ellos no me dejaron conducir de regreso! —exclamo y mi sobrino me observa con curiosidad mientras mete una paleta de caramelo en su boca, sus mejillas están llenas del dulce.

      —¿Que’les? —me pregunta extendiéndome la paleta, no puedo evitar sonreír.

      —No, sobrino, gracias, pero no quiero.

      Escucho las risas de mis hermanos, seguramente vienen riéndose de mí, les lanzo una mala mirada que los hace reír aún más. Kaethennis enarca sus cejas hacia Harry mientras cambia de posición a Halle que se mantiene con sus ojos azules muy abiertos.

      —¿De qué ríen? —pregunta Kaethennis a Harry.

      —¡Papi! —grita mi sobrino, pareciera que no lo hubiese visto hace tan solo unas horas, no puedo evitar sonreír al ver como Harry lo alza para después besar su muy llena de dulce regordeta mejilla.

      —Uhm, sabes a caramelo —le dice Harry haciéndolo reír—, bueno, nos reímos de lo divertido y agobiante que ha sido ir en un auto manejado por Hil.

      —¡La han multado! Y ella está cabreada porque no la dejamos conducir de vuelta, si la dejábamos entonces no íbamos a llegar nunca. ¿Sabes por qué la multaron, Hottie?

      —Evidentemente no —es lo que responde mi cuñada riendo cuando Dexter quita a Halle de sus brazos para acunarla en los suyos.

      —La multaron por ir excesivamente lento, creo que me duelen los oídos de tantos bocinazos que le tocaron —musita Dexter viéndome con diversión—, no te cabrees, Hilary, que esa putada de conducir como anciana me ha dejado aturdido.

      —Ya dejen de molestarla —sugiere Kae dándome una dulce sonrisa—, no te preocupes, Hilary, estoy segura que luego lo lograrás.

      —Espero vivir para ese día —dice Harry apretando a Dan contra sí haciéndolo reír—. ¿Está muy rica esa paleta?

      —Sí, mira —mi sobrino mete la paleta en la boca de mi hermano quien hace un sonido de deleite—. ¿Te gustah?

      —Me encanta —responde Harry—, pero debemos limpiar esas mejillas y manos, están muy sucias.

      —Ben —es la respuesta de Harry Daniel mientras se dirige al baño a limpiar su rostro.

      —El día que aprenda a conducir, excelente, no dejaré a ninguno de ustedes subir a mi auto —le advierto a Dexter.

      —Me alegra escuchar eso, porque no creo que ninguno de nosotros quiera subir.

      —Imbécil.

      —Crees que porque tienes un tatuaje en el dedo me intimidas —me molesta Dexter y Kaethennis ríe.

      Resoplo y me acerco a él para quitarle a Halle, pero él comienza a esquivar mis manos ansiosas por cargarla.

      —¡Vale, vale! —dice Kaethennis recuperando a Halle de los brazos de Dexter, la niña nos observa antes de bostezar, una bella bebé de dos meses—, si van a pelear por cargar a mi hija háganlo sin tenerla de por medio, por favor.

      Como si mi sobrina apoya a su madre ella hace un quejido antes de comenzar a llorar.

      —Vamos, cielo, dejemos a tus tíos pelear mientras mami te da de comer —musita caminando hacia el pasillo por el que Harry y mi sobrino desaparecieron minutos antes.

      —Quiero que sepas que realmente debes aprender a conducir Hilary.

      —Lo intento, todos ustedes me presionan.

      —Porque jodidamente necesitas el auto para ir a la universidad y no me siento seguro si tú manejas increíblemente lento, joder, no puedo estar tranquilo dándote un auto que no puedes manejar —me dice, frunciendo el ceño—, me preocupo y no soy el único en hacerlo cariño.

      »Sé que piensas que todos nosotros hacemos esto para molestarte, y, bueno, puede que nos distraigamos un poco por como conduces, pero solo queremos que puedas hacerlo. Yo sé que vas a lograrlo, pero únicamente si realmente lo intentas.

      —Me siento frustrada por no hacerlo bien.

      —Ven y deja que tu hermano jodidamente caliente te dé un abrazo.

      Riendo, me dejo abrazar por Dexter, bueno somos nosotros dos hasta que Harry Daniel corre gritando «abrazo» hacia nosotros.

      —¡Papi! ¡Abrazo! —lo invita mi sobrino abrazado a las piernas de Dexter.

      Riendo Harry me abraza desde atrás, de manera que estamos en el abrazo de sándwich que solíamos tener cuando yo era tan solo una niña.

      —Extrañaba estos abrazos —murmuro.

      —Siempre tendrás un abrazo, Jefferson, solo debes pedirlo —murmura Harry besando mi cabeza, Dexter me guiña un ojo.

      Amo a mis hermanos.

      • • •

      La imponente Claudia Renette está frente a mí recitando una serie de instrucciones que me tienen aturdida y tomando nota con locura. Todo en ella está gritándome que es autoritaria y para nada una jefa dulce.

      Es una mujer de treinta y tantos pero que de una buena manera aparenta 30, es pelirroja, pero no al natural, de hecho, es visible que lo pinta pero no le queda mal, la hace ver más joven y sus ojos son muy oscuros.

      La manera en la que usa ropa ajustada y tiene ciertas áreas de su cuerpo operadas de una forma, además de su reconocida soltería me hace saber que ella es bastante partícipe de darse gustos con hombres, pero ese no es ya mi asunto.

      —Espero y no me decepciones, Hilary, porque ciertamente yo no quería contratarte —dice con una sonrisa tensa.

      Esa es una buena manera de crear inseguridades y presión en alguien. Lo cierto es que mi entrevista no fue con ella, fue con su padre, quien resulta es el dueño de la galería, pero ella lo maneja y tal parece que yo no soy de su agrado.

      ¿Por qué estas cosas me pasan a mí?

      —Y no quiero que vistas simples jeans, ¡por Dios!, no puedo trabajar con alguien que me acompañara y luce como una vagabunda.

      Quiero decirle «amablemente» que los jeans que estoy usando los compraron mis hermanos nada más y nada menos que en la semana de la moda el año anterior y que mi camisa, Andrew me la había regalado cuando viajó a Grecia hace un tiempo, sí, no eran cualquier trapo. Mi ropa es más costosa que la suya, pero solo sonrío mientras asiento.

      Mi jefa es una perra, espero y nadie sepa que he dicho mi primera mala palabra de la semana.

      —Debes combinar conmigo en los asuntos de negocios y fiestas —sigue mientras yo anoto—. ¿Tienes que anotar todo? No eres lo suficiente lista para retener todo, lo entiendo.

      —Solo intento retener de todas las maneras posibles la información que me da.

      —Como sea, a partir de mañana te quiero puntual, sabes que solo te necesito tres días a las semanas, que ordenes mi agenda y para las reuniones y celebraciones en la galería —me mira fijamente—, sé que te entusiasma la idea de tener un sueldo alto, pero gánatelo.

      La miro con mi boca abierta, que mujer más hostil, es mi primer día de trabajo y siento que esto no será ni un poco sencillo.

      —No quiero que te líes con ninguno de los empleados de la galería —me evalúa—, conozco a las chicas que se creen que con su rostro bonito pueden escalar quitándose la ropa.

      Eso ya me parece una ofensa, aprieto mis manos contra la libreta que sostengo, lo dice la mujer que solo está aquí por su papi.

      —No soy esa clase de persona, soy una mujer honesta que…


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