El juego de la seducción. Martín Rieznik
conmigo). Le digo que me encanta el perfume de su shampoo, le toco el pelo, ella sonríe y nos besamos.
En ese momento, se acerca una amiga de ella recién llegada a la fiesta y nos interrumpe el beso con alta energía, haciendo chistes y hasta dándole un pico a su amiga delante de mí. Aparentemente, ambas comparten vestuario en el equipo de vóley. Hablamos con ella un rato, nos damos unos besos más y me voy momentáneamente, diciendo que debo volver a buscar a mi amigo.
Subo a la terraza del boliche a tomar algo y al ratito cae la amiga de la chica que había besado, con dos más que salían a fumar. Me encara y me dice “¡Vos! ¡Ojo con mi amiga!”. Le respondo:
–Vení, me caíste bien, vamos a jugar a algo: tenés que elegir de esta terraza a tres chicos y decirme con quién te casarías, con quién tendrías una aventura y a quién matarías.
Accede y vamos caminando por el lugar, ambos del brazo. En el momento de elegir un compañero de aventuras, me dice:
–Te iba a elegir a vos, pero ya estás ocupado. Es una lástima…
–Me parece que compartimos el mismo lenguaje sexual, somos dos depredadores… Yo ya estuve en un par de fiestas y es una experiencia increíble. Es una lástima que a vos no te haya pasado…
–¡Ay! Siempre tuve la intriga ¿cómo es? Contáme.
–¿Sabés guardar un secreto?
–Sí.
–Yo también, no puedo contarte.
Se ríe. Silencio. Nos miramos a los ojos. Me acerco un poco y me besa... mucha tensión sexual. Le digo:
–Vos y yo no podríamos estar con tu amiga nunca...
–¿Por qué no?
–Sería mucho placer junto, demasiado intenso…
Rápidamente paso a otro tema de conversación, para que no sienta que lo único que me ata a ella es la idea del trío. Volvemos con el grupo como si nada hubiera pasado.
Al rato, sube la amiga con las demás chicas que habían quedado abajo. Como ya era un poco tarde, todas comienzan a organizar su partida y yo les propongo a las dos chicas que había besado que vayamos a desayunar a lo de un amigo. Aceptan, creo que la primera no sabía que había besado a la segunda.
Volvemos en el auto de un amigo. Yo propongo ir atrás con las dos “para que no se porten mal”. Obviamente, voy en el medio, las abrazo, las acerco y digo:
–Las vi darse un pico, pero… ¡yo beso mucho mejor que las dos!
–¿Qué? Nosotras damos mejores picos.
–¿A ver?
Se dan uno. Le doy un pico a cada una como premio, con el pretexto de mostrarles que los míos son mejores. Sigo compitiendo y las desafío. Les digo que seguramente no se animan a dárselo con lengua; lo hacen, se ríen y todos en el auto también. Ya no hay marcha atrás.
Subimos al departamento de Diego, pongo música y mi amigo dice que se va a dormir (obviamente, yo le había contado lo que estaba pasando y ellas no mostraban ningún interés por él). Saqué a bailar a las dos, hice que se besaran y que me besaran. Una de ellas se mostró bastante tímida cuando vio que la cosa venía en serio, pero su amiga la abrazó, la acarició y la acercó hacia mí para besarme. En seguida, ella se metió entre nuestras lenguas. Después, el paraíso…
Pedí un taxi para ellas y yo dormí como un bebé en el sillón de mi amigo.»
Capítulo
06
Reactivo vs. proactivo
Ese arcoiris que termina en sus tetas
El amor verdadero es un lujo, no se trata de un derecho de nacimiento predeterminado. Como ocurre para conquistar cualquier lujo, precisamos examinar los métodos más eficaces para conseguirlo.
Leil Lowndes
Un Aven se relaciona con las mujeres de una forma diferente a la empleada por la mayor parte de los hombres.
Las personas, en general, actuamos de manera reactiva. Reaccionamos a las emociones de los demás con un reflejo casi idéntico: si alguien nos trata en forma agresiva, respondemos con agresividad; cuando alguien nos sonríe, sonreímos.
Esta falta absoluta de control sobre las emociones nos deja desnudos en el proceso de cortejo. Aunque siempre vayamos a seducir con buenas intenciones, no necesariamente obtendremos una buena respuesta, lo que puede ser interpretado por muchos hombres como signo de la mal llamada “histeria”. Entonces, suele ocurrir que el rechazo penetre como un ancla en nuestro ego y en nuestro orgullo y desencadene un torrente de emociones negativas (ira, rabia, enojo, desprecio, malhumor, vacío, abandono, depresión y otras similares).
Esta reacción revela lo mal preparados que estamos para enfrentar ciertas situaciones de la dinámica social, y también expone nuestra escasa predisposición para desarrollar una fortaleza emocional que nos conduzca al logro de los objetivos propuestos.
Tomemos dos ejemplos. Veamos cómo actúan el señor X y el señor Y en las siguientes situaciones:
1. El señor X se aproxima a una mujer y es rechazado con una frase hiriente. De modo automático, modifica su actitud y le responde también de modo despectivo. Su humor cambia por completo; lo sucedido lo afecta por varias horas o incluso durante algunos días.
2. El señor Y se aproxima a una mujer, es aceptado en la interacción, pero ella comienza a tocarle el bíceps en forma insinuante. Automáticamente, él responde también en plan sexual, con toques o cumplidos ante los que ella reacciona mal, ya que la escalada ha sido muy rápida y no quiere sentirse fácil ni estar con un hombre que rápidamente se le entrega a ella y se muestra sexualmente necesitado. Al tocar al señor Y, aunque sea de modo inconsciente, ella sólo intenta verificar cuán necesitado de sexo y/o de interacciones sociales está él. Si lo percibe muy necesitado, lo rechazará.
En ambos escenarios, tanto el señor X como el señor Y actúan reactivamente, dejándose llevar por sus emociones primarias, sin perspectiva de la situación. Así desaprovechan una interacción que bien podría haberse desarrollado de manera diferente. ¿Cómo?
La proactividad en un Aven
Utilizaremos los mismos dos ejemplos, pero desde el accionar de un Aven.
1. El Aven X se aproxima y es rechazado con una frase hiriente. Pero la mujer no se va: si se fuera, concluiría la interacción. Sólo está probando si logramos pasar su filtro. En lugar de reaccionar como el señor X, el Aven podría chocarle las manos como si la estuviese felicitando y aprobar su comportamiento diciéndole “Me encantan las mujeres con actitud”. Esta acción le permite pasar a la siguiente fase en su juego. Estará dentro del set, hablando con ella, y podrá continuar.
2. El Aven Y se aproxima a una mujer y es aceptado en la interacción, pero ella comienza a tocarle el bíceps de manera insinuante. En ese caso, él rechazará su insinuación con una demostración de desinterés hacia su escalada sexual. Por ejemplo, llevando el cuerpo hacia atrás y pidiéndole a la mujer, con ánimo divertido, que le dé dinero por cada uno de sus toques. O sugiriéndole que le parece una actitud muy “golosa” de su parte, lo que lo coloca a él en una clara situación de premio. Ella responderá a esto con una o varias demostraciones de interés; entonces, el Aven Y podrá continuar con la interacción en forma proactiva, construyendo atracción.
En ambos casos, el hombre mantiene el control de la interacción, incluso cuando inicialmente parecían situaciones difíciles de superar.
En general, los seres humanos actuamos con patrones de comportamiento bastante limitados. Salvo alguna variable extraordinaria, las mujeres suelen rechazar a los hombres de cuatro o cinco formas distintas. Y aunque algunos puedan contabilizar hasta diez formas de rechazo diferentes, aun seguiría tratándose de un patrón fácil de responder. De esta manera,