Como en una canción de amor. Maurene Goo

Como en una canción de amor - Maurene Goo


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porque prácticamente se había dejado absorber por las paredes del elevador.

      Así que volví a mirar al frente, muy a pesar de mi curiosidad. No quería parecer un loco mirón cuando aquella niñita rica que venía de su propio penthouse en un hotel seguramente quería que la dejaran en paz.

      Pero seguía murmurando cosas. En inglés y en coreano. ¿Sería norteamericana?

      Las otras personas en el autobús también la estaban mirando, pero nadie hizo nada.

      Volví a mirar hacia adelante. No te involucres, Jack. No necesita tu ayuda.

      Una a una, las personas fueron descendiendo del autobús, y la muchacha se quedó. Cuando me di vuelta para mirarla una vez más, ya estaba prácticamente desmayada en su sueño, con la boca apenas abierta.

      Como no podía ver bien su rostro, no me quedaba claro cuántos años podría tener, pero se la veía más o menos de mi edad o tal vez un poco más joven.

      Y era mitad coreana y mitad norteamericana. O eso supuse. Sé que sonará irracional, pero sentí una especie de obligación de cuidar de mi propia gente allí en Hong Kong. Esto no era para nada lo que tenía en mente cuando dije que quería celebrar esta noche. Ya podía oír a Charlie, un diablo en miniatura sobre mi hombro, alentándome. Es muuuuuy bonita, diría con su voz chillona.

      Me puse de pie y caminé hasta su asiento, los movimientos del autobús me hacían tambalear.

      –Eh… ¿hola?

      No movió un solo pelo. La visera de la gorra le escondía el rostro.

      –Disculpe –hice una pausa–. ¿Señorita? –bueno, esa era la primera vez que había llamado así a alguien.

      Nuevamente no hubo ningún movimiento ni nada que me dijera que ella sabía que yo estaba allí. Me incliné hacia adelante y con un dedo sobre su hombro la llamé. Nada. La sacudí apenas un poco más fuerte. Movió la cabeza, pero eso fue todo.

      –Ya –dije levantando la voz, esperando que mi informal saludo coreano la despertara. Fue un poco descortés, pero una medida desesperada. Vi que retorcía los labios. Algo estaba comenzando a registrar. Y luego murmuró otra vez su “Baegopa”. Seguía con hambre.

      Era muy malo hablando coreano, así que cambié al inglés.

      –Si te levantas, podrás comer.

      Mis ojos se clavaron en sus labios, que eran muy bonitos sin lugar a dudas. Se veían muy rosados, como si se los hubiese maquillado más temprano. El labio superior era más mullido que el inferior.

       Ey, deja de mirarle la boca a una muchacha borracha.

      Me senté en el asiento junto a ella, esperando encontrar su teléfono en algún lado y poder llamar a alguien para que viniera a buscarla. Busqué con la mirada en los bolsillos de su abrigo. Y justo en ese instante, ella cambió de posición y apoyó su cabeza sobre mi hombro.

      La caída fue lenta. Exuberante casi. Su chaqueta rozó la mía y su hombro dio contra mi brazo. Su cabeza aterrizó justo en mi hombro y ella suspiró. Su cabello largo sobre mi brazo; los mechones sedosos y oscuros tocaron mis nudillos.

      Guau.

      Salte de esta, Jack. Con mucho cuidado, le corrí la cabeza y estaba a punto de empujarla para el lado de la ventanilla cuando se despertó.

      –Hola –sus ojos soñolientos se encontraron con los míos.

      Era la primera vez que podía verle bien el rostro y debí aclararme la garganta ante la electricidad que emanaba.

      –Hola… Hola, ¿cómo estás? Te habías quedado dormida y estaba intentando despertarte.

      Pestañeó y miró a su alrededor.

      –¿Dónde estoy?

      –El autobús… Eh… ¿Hong Kong? –no tenía idea de cuán perdida estaba.

      Sus ojos registraron los asientos, las ventanillas, la ciudad, y luego a mí.

      –Ah… Ahh… Oh, oh –dijo, y luego se echó a reír–. Santa María, ¡estoy en problemas! –su expresión me resultó tan anticuada y extraña que me desconcertó. ¿Era norteamericana acaso?

      –¿Necesitas ayuda para llegar a algún lugar? –le pregunté, con mucho cuidado de no cruzar la línea de lo amable y pasar a sonar demasiado entusiasta.

      Negó con la cabeza.

      –No, estoy bien. ¡Estoy OK! –Con una mano, hizo el símbolo de OK y se encerró el ojo con él. Algo sobre ese movimiento me resultó familiar. Luego se rio otra vez y yo volví a sentirme obligado a asegurarme de que estuviese a salvo.

      –¿Estás segura?

      –Estoy segura de estar segura –dijo con un hipo. Ah, niña… Un hipo. Parecía uno de esos ratones de dibujitos animados que ha bebido demasiado. El autobús se detuvo y ella se levantó tan rápido que yo me caí de trasero al suelo–. ¡Esta es mi parada! –exclamó, levantando el dedo índice en el aire.

      Se apresuró a llegar a la puerta en esas ridículas pantuflas de hotel y yo la seguí.

      La sostuve del brazo antes de que descendiera por las diminutas escaleras.

      –Te ayudaré de todos modos. Estas escaleras son muy empinadas.

      –No hay problema –dijo encogiéndose de hombros. Noté que, al hablar, sonaba como una especie de vaquero; estiraba las vocales. Eso me provocó una sonrisa. ¿Se estaría burlando de mí?

      Apenas logramos descender las escaleras y el conductor ni siquiera nos vio cuando caímos a la calle. Miré a mi alrededor. Aterrizamos en el medio de la zona de bares, justamente donde había planeado encontrarme con Charlie.

      Los ojos de la muchacha se volvieron enormes apenas logró asimilar dónde estábamos. Había personas y carteles de luces brillantes por todos lados. Esta zona estaba ubicada en una colina, por lo que las calles eran bien empinadas de un lado y del otro, y había decenas de bares y cafés para elegir.

      –Creo que encontraré una buena hamburguesa por aquí.

      –¿Una hamburguesa? –le pregunté. Se la veía alerta. El sueño en el que había estado sumida ya era cosa del pasado.

      –Euh –respondió en coreano, asintiendo con la cabeza–. Tengo hambre.

      –Lo entendí –le dije con una sonrisa–. Bueno, no sé dónde podrías conseguir una por aquí.

      –¿A dónde estás yendo tú? –de repente, toda su atención se posó en mí. Sentí una ráfaga de calor recorriéndome por dentro. Era como tener un rayo de sol eterno dándome de frente… Agradable, pero un poco demasiado intenso.

      Hice una pausa e incliné la cabeza a un lado para poder mirarla bien. Hacía un instante, parecía borracha y fuera de sí; y ahora se la veía raramente sobria.

      –¿Por qué? ¿Quieres venir? –ese tono de coqueteo fue casi instintivo y me arrepentí un segundo después.

      Ella inclinó la cabeza hacia el mismo lado que yo había inclinado la mía. Precisamente, como un paso de baile. Me apuntó con su delicado dedo.

      –Sí. Llévame contigo.

      Capítulo siete

      LUCKY

      El muchacho guapo se veía sorprendido.

      Fue agradable sorprenderlo con la guardia tan baja. Tener un momento de descaro. Ahora que estaba afuera, en las calles transitadas en la noche de Hong Kong, rodeada de gente joven que solo buscaba diversión…


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