La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez
que la vanguardia político-armada existente suplía la estructura partidista; y una cuarta, afín a la visión pregonada por los Renovadores, vio urgente construir un movimiento de masas y revolucionario pero liderado autónomamente por ¡A Luchar!, y en el que se disolvieran las demás fuerzas. Grosso modo, por mero ejercicio de asimilación con algunos de los credos de la izquierda, dichas tendencias y posiciones tuvieron criterios, esencialmente, la primera, trotskistas; la segunda, leninistas; la tercera, la combinación de ambos; mientras que la cuarta, guardando la distancia debida, del corte de lo que fue el ala izquierda del Partido del Socialismo Democrático (psd) alemán de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht antes de la revolución fallida de noviembre del 1918, pero descartando su aversión al centralismo.77
En definitiva, los enfoques de una elite revolucionaria —propio del partido de cuadros—, en la uc-eln, y de construir un partido de masas, en ¡A Luchar!, acapararon las mayores deferencias. Solo que no es fácil dicha distinción, pues como lo expuso Duverger, depende de la estructura que asuma cada organización.78 Si en un comienzo el primer enfoque tuvo más proyección, fue el segundo el que finalmente se impuso; revelando dudas o fatigas respecto al triunfo militar. Además, la izquierda colombiana no fue impermeable a vientos externos. Tal como lo constata León Valencia: “la experiencia salvadoreña fue invariablemente reproducida en cuanto a la construcción de un proyecto de masas, es decir a partir de cinco variables: una política, desarrollar un frente democrático muy grande; una unitaria, buscar la unidad de todo movimiento insurgente y de todo el movimiento social; otra militar, configurar un solo ejército y, finalmente una internacional, basada en acuerdo con otros movimientos regionales”.79 A pesar del lazo, el Comité Ejecutivo de ¡A Luchar! y el Comando Central80 de la uc-eln debieron responder a situaciones distintas y por momentos incompatibles.
A ¡A Luchar! le faltó estrategia, pese a que sus directivas advirtieran, no sin aguardo, que la revolución estaba lejos, y una menor hostilidad frente a su participación en la contienda electoral. En la Segunda Convención Nacional, en julio de 1988, la consigna “¡A luchar! Por el poder popular” remplazó la de “¡A luchar! Por la unidad revolucionaria”. Las conclusiones confirmaron el cambio: “[…] no oponerse a ninguna reforma de derecho que tienda a posibilitar espacios de participación […]. ¡A Luchar! es una organización autónoma que cuenta con su propia dinámica […], asumirá un comportamiento de respeto a las dinámicas, formas organizativas y decisiones de las organizaciones naturales de masas”.81 Implícitamente ¡A Luchar! respaldó las iniciativas de paz y la idea de una reforma política. En febrero de 1989 fue más explícito al respaldar la convocatoria al Segundo Encuentro por la Paz, en Ibagué. De ello habló Pablo Emilio Angarita: “un escenario privilegiado para que los partidos y movimientos políticos, las guerrillas, los sectores de la sociedad civil y el propio Gobierno dieran a conocer sus posiciones sobre el proceso de paz en Colombia y sus perspectivas”.82 Públicamente y previo a las elecciones, ¡A Luchar! mantuvo su objetivo de ser el corneta de las masas en el camino a la toma del poder popular y el socialismo. Como era de esperarse, todo cambio de orientación o exceso de autonomía le ocasionaría forcejeos con el grueso de la uc-eln, donde ¡A Luchar!, y lo mismo pensaba la opinión, era asumido como su vocero dentro del movimiento social, cosa cierta mientras durase la unidad. En muchos militantes más interesados en el proyecto social y político que en la afirmación del ejército revolucionario preexistió la certidumbre de que las intenciones de ¡A Luchar! afectarían aquella alianza.
La persuasión de la Constitución
La campaña por la Asamblea Constituyente produjo en ¡A Luchar! y el conjunto de la uc-eln posiciones divididas. Algunos sectores en ¡A Luchar! plantearon en vano una Asamblea popular y abierta a otras fuerzas. El movimiento, a disgusto del mando de la uc-eln, sostuvo la iniciativa constitucional, aunque furtivamente. Según Alfredo Aguirre, el interés no fue “necesariamente una reforma constitucional, sino ante todo transformaciones tajantes en lo laboral, en lo financiero y en el agro; y no hay que olvidar que en Colombia no ha habido nunca una reforma agraria”.83 La coyuntura de la Constitución abrió el debate respecto de la estrategia político-militar y la evocación de la coexistencia de dos procesos en el seno de la uc-eln. En mayo de 1991, en la Tercera Convención Nacional de ¡A Luchar!, y que la jefatura de la uc-eln impugnó, la cuestión fue vincularse o no a la ad m-19. La decisión fue el apoyo extrínseco para evitar diluirse en esta.
Valga recordar que en el eln irrumpió en 1990 otra facción que disintió de la manera en que la jefatura interpretaba la realidad social. Conocida como “el Parche”, e integrada por mandos de columnas que actuaban entre Antioquia y Valle del Cauca, suscribió el comunicado “la coyuntura debe ser mirada con anteojos de largo alcance”, criticando la inacción del eln en el proceso pre-Constituyente. El Parche buscó acercarse a los Renovadores, pero el Comando Central de la uc-eln se interpuso, sujeto a lo que dijera el Frente Domingo Laín.84 Fueron los Renovadores los que pusieron el dedo en la llaga al convocar en mayo de 1991 al seminario Socialismo: Realidad, Vigencia y Utopía, que dejó entre sus conclusiones: la no vigencia de la lucha armada, la búsqueda de la paz y la necesidad de democratizar la vida nacional; junto con la consigna: “Por una Corriente de Renovación Socialista”. En agosto del mismo año la decisión de la crs85 de abandonar la uc-eln fue validada, obteniendo sucesivamente el visto bueno de la mayoría de los asistentes a la Tercera Convención Nacional de ¡A Luchar! La sigla uc-eln se mantuvo por un tiempo, aunque de tácito correspondía solo al eln.
El fin de la uc-eln no debe endosársele al movimiento donde el leninismo, el trotskismo y el cristianismo hicieron simbiosis, ni a la guerrilla que escrupulosamente aplicó el patrón “castrista-guevarista”. Como fuese, ni ¡A Luchar! se desintegró, ni el eln se resquebró en lo inmediato.86 Además, dicha guerrilla nunca renegó por la decisión de la crs ni arremetió contra sus miembros, el Comando Central seguramente siempre tuvo presente que la uc-eln era una unidad estratégica y temporal. Esa incompatibilidad, declara León Valencia, la advirtió el propio Manuel Pérez, que “nos aconsejó sabiamente: ‘miren muchachos, nosotros somos dos tendencias muy distintas, esto no va así para ninguna parte, mejor separémonos, cortemos’. Para muchos de nosotros la propuesta resultaba antidemocrática, pero era sensata”.87
Es claro que la crs congregó a los más moderados dentro del campo marxista-leninista, y si el resto de la izquierda tildó de intransigentes a quienes de allí procedían, no todos fueron entusiastas de las armas ni discreparon sin razón de la democracia. Una menor preponderancia del aparato partidista, una estrategia ligada a las condiciones del país, un interés por asociar las diversas reivindicaciones y los movimientos sociales en un único proyecto, la exhortación a no imitar el comportamiento autocrático de las elites nacionales, fueron algunas de esas prioridades que indujeron al cambio. Sin descontar el contexto, como lo exponen Andrés Restrepo y Marly Contreras:
Para un número importante de ellos [los miembros de la crs], creyentes al extremo del proyecto histórico que encarnaban los países socialistas, todos los supuestos y las ilusiones se vinieron abajo. El fin de la Guerra Fría cambiaba radicalmente la correlación de fuerzas en el mundo. No habría más apoyo diplomático ni más “retaguardia internacional”, no habría más “internacionalismo proletario”; los Estados Unidos empezaban a ser hegemónicos y el mundo a ser unipolar.88
Pero tampoco renunciaban al ideal socialista y, por ende, a “una formulación de la teoría revolucionaria entendiendo al socialismo como la democracia más radical”.89
Como ocurrió con las otras guerrillas que se desmovilizaron, las transiciones a la democracia en los países latinoamericanos que padecieron dictaduras, el armisticio de 1991 en El Salvador en favor del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (fmln) y los efectos de la perestroika avivaron en la crs la idea de hacer política por medios legales, su propio nombre es un derivado de ello. Pero los dos factores decisivos fueron la proclamación de la nueva Constitución y la ocurrencia de la ad m-19.90 En el momento en que aquella se proclama, la crs no había comenzado a negociar. Ello no le impidió instar a sus simpatizantes a apoyar los nombres o las listas de la izquierda legal y reformista a las elecciones parlamentarias de 1991; de hecho, la tendencia los Renovadores, y dado que ¡A Luchar!91 no pudo enviar alguno de sus representantes,