La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez
proceso de paz de la crs no se salvó ni de las amenazas ni de las importunaciones ni de los homicidios: “entre agosto de 1991, cuando salimos de la uc-eln, y abril de 1992, nuestra organización perdió 112 militantes”,92 va a calcular Fernando Hernández. Esto incluyó a ¡A Luchar!, que perdió a dos dirigentes.93 Lo que obligó a su dirigencia a guardar la vida de quienes adelantaban labores sociales o políticas, la mayoría.94 Igual fue la decisión de la jefatura de la crs con respecto a sus militantes no armados y simpatizantes. Un problema adicional fue que una parte de la opinión, que ni se enteró de aquel proceso de paz, vinculaba a ¡A Luchar! con el eln. Lo peor es que lo mismo estimaron personas del establecimiento, quienes consideraron la creación de la crs y la manumisión de ¡A Luchar! meras estratagemas del eln.95 A pesar de los obstáculos, en la crs surtió más efecto la confianza en el cambio constitucional y la movilización social que lo cortejaba.
Es prosiguiendo esa dinámica que en diciembre de 1991 tuvo lugar en el Urabá antioqueño la Primera Conferencia Nacional de la crs.96 Sin perder su proyección por el socialismo, la discusión giró alrededor de los llamados nuevos movimientos sociales en auge en el país y en el resto de América Latina; el juvenil, el de mujeres, el ambientalista, el de asuntos étnicos. Asimismo, fue evocada la importancia de la sociedad civil; aspecto ineludible para comprender el discurso de la izquierda en los años siguientes. Estos nuevos planteamientos fueron tanto un autoexamen de los postulados que rigieron a la crs como la puesta en práctica del espíritu de la Constitución. Así como lo habían pregonado los Renovadores en el Primer Congreso de la uc-eln en 1987, el asunto de la urbanización del país adquirió gran importancia. Y la crs lo corroboraba en uno de los documentos de su Primera Conferencia: “urbanizar la propuesta revolucionaria significa reconocer que las transformaciones que requiere Colombia están en la sociedad urbana de este país de ciudades y regiones y superar el esquematismo del análisis de clase que reducía el trabajo revolucionario a la clase obrera, el campesino pobre, la pequeña burguesía estudiantil y los pobladores de los barrios populares urbanos”.97 En Colombia su propuesta era concomitante con un contexto en el que se hablaba de un cambio social, debido a un vertiginoso crecimiento urbano (1950-1990),98 fruto de la expansión y la crisis del café, el desarrollo de la industria textil, y, primordial, la multiplicidad de violencias.
Producto de su Primera Conferencia, en febrero de 1992 la crs dio a conocer una declaración de diez puntos. Respondiendo a las expectativas de la izquierda legal y de los sectores progresistas, el primer punto concernía a su disponibilidad a negociar. Mientras el resto del decálogo coincidió con los anatemas estipulados en las agendas guerrilleras o en el discurso de este campo y de los movimientos sociales colombianos: un Estado que no vela por los derechos humanos y es inerte frente al paramilitarismo, una exclusión social durable, los yerros de la apertura económica, el cierre de la democracia, la desidia para atacar la corrupción, la búsqueda de la paz.99 La declaración presentaba además puntos innovadores, sin ser de su exclusividad. El número diez, por ejemplo:
La Corriente de Renovación Socialista convoca a las fuerzas democráticas y revolucionarias, al pueblo y a los sectores sociales con anhelos de paz, de cambio y dispuestos a construir el nuevo país del pan para todos y de la democracia popular, a conformar una profunda movilización política organizada que encabece un Amplio Frente de Oposición y encarne los sueños nacionales de una sociedad nueva, justa, democrática y pluralista.100
Aquí se advertía, de un lado, la instrucción de construir una oposición a las políticas de Gaviria, pero dentro de los confines institucionales. Del otro, la adjetivación de la democracia en tanto popular; antes que una oda a los regímenes socialistas donde es el partido de gobierno el que fija los mecanismos de participación, fue el deseo de emular la idea de la “democracia participativa” que comenzaba a coger fuerza en América Latina, tras la experiencia de Puerto Alegre, Brasil.
En otro de los puntos la crs recurrió a un concepto derivado de la ola de cambios en América Latina y Europa Oriental. Al rechazar la connotación militar dada a las denominadas zonas de distensión,101 propuso el concurso de “una concertación global, con definida participación de la sociedad civil en cada región”.102 Dada la importancia que se daba al elemento regional, tomó fuerza la tesis de Orlando Fals Borda de que en Colombia la noción de región siempre ha sido más valuada que la de nación. Que mediara o no en las determinaciones de la crs la tasación sociológica del creador de la investigación-acción participativa (iap), nada tenía de extrínseca esa variación en la interpretación del conflicto fundada en las particularidades regionales, ni tampoco el que se superase la connotación usualmente militarista de “zonas de distensión”. En su caso, la crs se consolidó en la región Atlántica y en algunas zonas de Antioquia y Santander, regiones muy diferentes, lo que le sirvió para encomiar la pluralidad de grupos poblacionales y prácticas culturales coexistentes que menciona la Constitución. Con lo anterior hubo dos aspectos relevantes en su declaración, que como se ha insistido va a moldear el debate y el discurso de la izquierda en los años consiguientes. Uno es la sociedad civil. Emplazándola a actuar con integridad en los diálogos que sostenían el gobierno Gaviria y la cgsb, su solo uso fue un indiscutible salto dentro de la fraseología de la izquierda, ya que hasta entonces fue estimado propio del ideario burgués. El otro aspecto, tomando el ejemplo de El Salvador,103 fue llamar a la guerrilla y al Gobierno a “abandonar la ilusión de un triunfo militar”, visiblemente sin respuesta.
Aumento de la oferta política y merma de la fe en la Alianza Democrática m-19
La Primera Conferencia Nacional de la crs se pensó para abordar temas de la estructura, pero finalmente trató el tema de la negociación, para la cual fueron designados Fernando Hernández y José Aristizábal,104 respectivos representantes del ala moderada y radical. La actitud conciliadora de Hernández seguramente va a moldearla su labor de dirigente internacional del eln, cargo al que renunció para fomentar ¡A Luchar!105 Por su parte, Aristizábal encarnó a un sector hostil a la negociación, que entendía como una estrategia para fortalecer la crs, con lo que ganó respeto entre la militancia.106 Una tercera perspectiva manó, aunque sin resultado, convidando a dejar que el proceso político-militar rescindiera silenciosamente, ahorrándose los diálogos y diluyéndose en la ad m-19. La posición mayoritaria fue no mostrar debilidad, ni dejar la sensación de abdicación a los postulados revolucionarios; debate que caldeó los ánimos durante todo el año 1992 hasta que el 16 de noviembre se le dio un sí al diálogo, exigiendo el cese al fuego y la inexequibilidad del estatuto de conmoción interior.
En el documento que la crs les entregó a los portavoces del Gobierno, el primer pedido fue el desembolso de dineros para sacar adelante programas locales en zonas de su influencia. En estas por lo general las gentes del común no se opusieron a los diálogos, lo que sí sucedió con ganaderos y empresarios agroindustriales, de quienes al fin de cuentas dependía el buen curso de los diálogos, al ser quienes aportarían o financiarían los programas, y además podían terciar en el tema de orden público. La crs fue consciente de su estrecho margen comparado con los grupos desmovilizados o frente a las farc y el eln, y quizás por lo mismo, consciente del peso que habían ganado los medios de comunicación oficiales en la generación de opinión, se refirió en su misiva a “la reglamentación democrática de la Constitución […], la aplicación de favorabilidades políticas en lo electoral y en las instituciones representativas […], el acceso a los medios de comunicación”.107 A diferencia de las otras negociaciones, a la crs siempre le tocó ceder y tomar la iniciativa de negociar con un Gobierno interesado solamente en la entrega de armas, no en concesiones políticas.
El 16 de marzo de 1993, tras una crisis entre las tendencias encabezadas por Hernández y Aristizábal,108 y que casi condujo a la división, la crs envió, por medio del representante a la Cámara de la ad m-19, Gustavo Petro, un documento con los temas ejes del proceso de paz. Recogiendo apartes de la Declaración Pública de febrero de 1992, hizo énfasis en la creación de “un movimiento político y social de origen popular, que supere al conformado para la realización de la Asamblea Nacional Constituyente”.109 El documento tuvo el respaldo de lo que aún quedaba de la uc-eln, atenta a que en el futuro se dieran nuevas negociaciones, pues venían de fracasar las que el Gobierno sostuvo con la cgsb. Dos semanas más tarde, en un nuevo oficio,