La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez
seleccionados de acuerdo con el peso de los frentes regionales, lo que era una paradoja; adscrito a un partido y con un movimiento político, el epl no tuvo una estrategia unificada de negociación. Pese a su bagaje teórico, su agenda se redujo a las garantías para la desmovilización, la supresión de los factores de violencia y la protección de la población de los territorios en donde estuvo presente. Más todavía, su estandarte de la Asamblea Constituyente resultó desteñido, sin contenido. Las pocas proposiciones se ciñeron a temas locales o acaso regionales, pero desarticulados del nivel nacional. Visto agudamente por Jesús Antonio Bejarano: “más que plantear el real alcance de los temas, se remitían a discutir los problemas. Además, advertimos un estilo de negociación como si se tratara de un pliego sindical, con ese esquema de cuánto tengo, cuánto me da. Lo otro era que no había, ni por parte de ellos ni por parte nuestra, una comprensión de lo que significaba el proceso de reinserción”.66
Si en el Decimosegundo Congreso del pcc-ml en 1983 los hermanos Calvo descollaron con sus propuestas reformistas, en el Decimotercer Congreso en 1989, y que por primera vez no fue clandestino, quienes ganaron encomio, por encima de la jerarquía partidista, fueron los jefes militares. En la apertura de ese congreso uno de estos, Jaime Fajardo, declaró: “el país ha cambiado y la mentalidad de muchos comunistas y sectores de la izquierda ha quedado atrás […], estamos planteando una nueva escuela política en Colombia; hay que derrotar aquellas posiciones que consideran las formas de lucha como fines en sí mismas”.67 El dirigente convidó a deponer las armas a discreción de una eventual Asamblea Nacional Constituyente, defender la soberanía nacional, reformar las Fuerzas Armadas oficiales, reconocer la relación directa entre socialismo y democracia, e invitó a la comunidad internacional a acompañar el proceso de paz. El certamen fue sucedido por la cena por “la paz y la Constituyente”, el Gobierno, a través de un delegado, envió el documento intitulado “Reflexiones para una nueva Constitución”. Visto igualmente por Fajardo:
Con él cobra altura el debate que estaba enrarecido por las bajezas electorales de los veteranos de siempre que empezaron a ver fantasmas. Su contenido posibilita importantes coincidencias con quienes venimos levantando las banderas de una nueva Constitución para la soberanía popular, la democracia participativa, el federalismo moderno, llena de derechos para los ciudadanos, con una nueva justicia, una Asamblea legislativa libre de corruptelas y un régimen pluripartidista. Una Constitución para la apertura democrática y la paz duradera.68
De manera inédita aparecían las expresiones “ciudadanos” en lugar de pueblo (y que la polisemia partidista diese al campesinado y el proletariado); “federalismo moderno”, estrechamente ligado al plan de descentralización iniciado por Betancur; y “democracia participativa”, reafirmando un cambio frente a las posiciones verticales que en el pasado primaran.
Al congreso le siguió la Cuarta Conferencia Nacional de Combatientes, también en enero de 1990. Dos fueron los objetivos principales: precisar los aspectos logísticos de la desmovilización y elegir mediante el voto secreto dos delegados a la Asamblea Constituyente. Esto segundo fue lo más expedito, saliendo elegidos Jaime Fajardo y Darío Mejía. El meollo estuvo en el desmonte de una estructura en la que hicieron osmosis un partido por largo tiempo clandestino, un movimiento político que era una suerte de coalición y un aparato armado a cuyos combatientes rasos les faltaba la claridad política de sus jefes, ya que su referente inmediato era el combate y no la vida partidista legal. La dificultad que enfrentó su jerarquía fue decirles a sus subalternos que una vez entregadas las armas no debían lealtad alguna a un comandante y que en adelante no habría ni ejército ni partido que les brindara protección, pues esta quedaba en manos del Estado. En un principio florecieron las particularidades de los frentes regionales y la ascendencia de sus comandantes, frenando la negociación, luego el turno fue para quienes provenían de las ciudades; si los primeros contaban con pericia militar y erudición política, en los segundos se mezclaban la formación universitaria y el conocimiento sobre el estado de la movilización social. En otros términos, y parafraseando respectivamente a Robert Michels y Daniel Gaxie, se impuso la visión de los “jefes profesionales” sobre la de los “profanos”.69 En cuanto al caso particular del pcc-ml, el dilema fue ceder a veinticinco años de preceptos maoístas, que subsistieron en el alma de algunos militantes que no se inmutaron con las transformaciones internacionales ni la Constituyente. Para estos, el abrigarse bajo la idea de girar hacia el socialismo significaba una conversión menos aparatosa. Fue ante todo por el Frente Popular, dados su leve independencia y las relaciones con otras fuerzas, que predominó la conclusión del proceso de paz; de ahí que no fue sorpresa que los dos representantes que el epl envió a la Asamblea Constituyente salieran de allí.
Notándolo dubitativo, el Gobierno presionó al epl a firmar la paz si quería participar en la Asamblea Constituyente, pero el grupo condicionó dicha firma a su presencia en el certamen. Mientras el m-19, ya acondicionado, vio en la Asamblea la oportunidad para recoger las simpatías nacionales, el epl estimó que debido a ella se fragmentaría aún más. Dos opiniones lo exponen. Tomás Concha, exdirigente de izquierda y director del Programa Presidencial de Reinserción, estimó que las negociaciones con el epl se desarrollaban a otro nivel en razón de su carácter ideológico, la confianza era una cuestión de tiempo. A su juicio, “las discusiones con el m-19 eran mucho más reducidas, en el tema y en el tiempo. Al fin y al cabo, con la comandancia, sin mucha relación con la gente, no había mucha discusión. En cambio con el epl tuvimos que esperar varias reuniones de comandancia y varias entre el aparato político y el aparato militar, o sea, un proceso mucho más democrático desde el punto de vista de ellos, pero también más lento y engorroso desde el punto de vista del Gobierno”.70 Por su parte, el exconsejero presidencial Jaime Pardo Rueda indicó que pese a lo rápido de la negociación, en comparación con lo tendida y ardua que fue la del m-19, la del epl:
Fue dura y difícil. Difícil porque la estructura de mando del grupo era difusa, a diferencia del m-19 donde Pizarro tenía, de lejos, una gran autoridad frente al resto de los dirigentes. En el epl la autoridad estaba dispersa. Bernardo Gutiérrez era la figura dominante y el comandante militar de la organización, pero los frentes, en especial los de Córdoba y Urabá, tenían mucha autonomía, y sus comandantes querían tener también una voz fuerte en el proceso. Además, los dirigentes de la organización política que había creado el epl desde la tregua de Betancur, el Frente Popular, querían tener un papel preponderante en la negociación.71
La firma de la paz tuvo lugar en Bogotá el 15 de febrero de 1991. El 1 de marzo, en Pueblo Nuevo, Córdoba, región en la que en sus orígenes el grupo recibiera la orden de acompañar las luchas del campesinado por la tierra, la disposición fue la desmovilización sin retorno. La disidencia regentada por Francisco Caraballo mantuvo la sigla epl hasta tiempos recientes, mientras que la mayoría que decidió reintegrarse a la vida civil aprobó la transición hacia un nuevo movimiento político, transformando ladinamente la vieja abreviatura por la de Esperanza, Paz y Libertad.
La Corriente de Renovación Socialista, el socialismo diferido
Con la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista (crs) en 1994 concluyó un ciclo marcado por la opción que tomaron cinco organizaciones guerrilleras72 de optar por la vía civil como medio para obtener el poder. En su caso la decisión no fue concomitante con las motivaciones iniciales y el buen término del desmonte de sus pares sino con la nueva Constitución de 1991, que operó como el icono de la victoria de los sectores progresistas del país. Esta sirvió de marco para que aquellos en quienes en el seno de la Unión Camilista – Ejército de Liberación Nacional (uc-eln) la intención de participar en la competencia democrática era latente dieran el paso. En otros términos, la decisión de la crs, a menudo vista como el fruto de una secesión en la uc-eln, no fue otra cosa que el fin del componente armado de una estructura autónoma en el seno de otra mayor.
Las guerrillas no están exentas de facciones, y esta fue una diferencia mayor entre la crs y el m-19, o el epl cuando firma la paz. La bibliografía consultada respecto al m-19 no da cuenta de numerosas tendencias. Las entrevistas permitieron avistar filiaciones menores, por lo general sujetas a un determinado contexto o a la posición de un comandante, como sucedió tras el ajuste de su estrategia militar con la creación de frentes, o por el descalabro