Nuevos escenarios de la comunicación. Marco López Paredes
de la ciencia de la comunicación, en singular, sino de ciencias de la comunicación, en plural, y el hecho de que en la práctica no es tarea pacífica articular una definición de carácter general y aceptable por la comunidad científica (Parés, 1992).
Si contemplamos las diferentes corrientes doctrinales que intentan explicar el fenómeno, nos damos cuenta de la multiplicidad de enfoques teóricos, que no sólo desembocan en la formulación de teorías y de sus correspondientes modelos (Rodrigo, 1995), sino que posibilitan vertebrar una definición que esté en consonancia con los mismos. Es cierto que, en unos casos, se contempla la comunicación en general y, en otros, la social; pero a pesar de esta ambigüedad, lo que acabamos de indicar tiene plena validez. En cualquier caso, genéricamente, en todo proceso de comunicación intervienen inexcusablemente una serie de elementos: la fuente y el emisor (que pueden coincidir); el medio o canal; el mensaje, y el receptor y el destinatario (que también pueden confundirse en un único elemento).
Junto a estos componentes conviven otros factores, como la comunidad cultural entre las partes del proceso para hacer efectiva la comunicación y unos efectos, vinculados normalmente a la intencionalidad del emisor, que pueden ser de conocimiento o cognitivos, de tipo emocional o afectivo, o evaluativos, o sea, que den lugar a acciones. Todo proceso de comunicación se produce en un contexto cultural, social, político concreto que en algunos casos puede o no condicionar o predeterminar su desarrollo. Los factores negativos y perturbadores se denominan ruidos.
A partir de este somero perfil del proceso comunicativo, queremos subrayar la idea de que las relaciones públicas no pueden deslindarse del tronco común de las ciencias de la comunicación, sin que ello suponga defender que constituyan una disciplina más de una ciencia central. En absoluto, las ciencias de la comunicación constituyen un conjunto de territorios científicos autónomos de marcada pluridisciplinariedad. Uno de ellos es la ciencia de las relaciones públicas.
El acercamiento al fundamento gnoseológico de la teoría de las relaciones públicas exige repasar brevemente la evolución que ha sufrido su estudio: 1) hasta 1950, las relaciones públicas fueron estudiadas desde el ámbito de la comunicación social, especialmente de la mass communication research, esto es, de la investigación estadounidense sobre la comunicación de masas con especial incidencia de las teorías de la psicología social; 2) a partir de la década de 1950 se empieza a estudiar el fenómeno con los métodos empíricos y cuantitativos propios de la sociología, y 3) en la década de 1970 se inicia una búsqueda de una ciencia propia de las relaciones públicas a partir de corrientes integradoras de distintas disciplinas. En esta última etapa empiezan a producirse los primeros intentos de establecer su estatuto científico.
Nuestro empeño gnoseológico nos obliga a recurrir a las ideas de Duverger (1961) para intentar caracterizar la ciencia de las relaciones públicas ante las demás ciencias sociales desde el punto de vista del territorio, tal como lo planteó este autor acerca de la ciencia política. Desde este punto de vista, podemos preguntarnos si nos encontramos ante una ciencia-encrucijada, ante una ciencia residual o ante una ciencia de síntesis, conceptos en absoluto excluyentes, ya que las relaciones públicas participan de las tres orientaciones, o dicho en otras palabras, son tanto una ciencia pluridisciplinaria (ciencia-encrucijada), interdisciplinaria (síntesis) y residual.
«En la enumeración de las ciencias sociales se han incluido unas disciplinas que sólo parcialmente son ciencias en sentido estricto (ciencias de la observación o ciencias experimentales); tal es el caso del derecho y la filosofía» (Duverger, 1961, p. 538). El derecho, por referirnos a una de las ciencias sociales, describe fenómenos sociales y analiza mediante técnicas propias el contenido y alcance de teórico-metodológico de los textos jurídicos. En este último sentido es una disciplina normativa (establece unas reglas, en lugar de describir unos hechos) —ya que estudia el “deber ser” de los textos jurídicos en función de los principios generales del derecho, y no su aplicación práctica— basada en el razonamiento deductivo, y no una ciencia propiamente dicha.
En esta concepción pluridisciplinaria de las relaciones públicas, no hay una categoría particular de las ciencias sociales que lleve el nombre de “relaciones públicas”. Tenemos una historia de las relaciones públicas (Cutlip, 1994, 1995), una sociología de las relaciones públicas (Roucek, 1968), una economía de las relaciones públicas (Balsemao, 1968), un derecho de las relaciones públicas (Moore et al., 1998), etc. Las relaciones públicas son la encrucijada de todas estas partes “de relaciones públicas” de las ciencias sociales. Ahora bien, como advierte Duverger, esta concepción es verdadera en lo que afirma y falsa en lo que niega. En efecto, las relaciones públicas son la encrucijada de todas las “ramas de relaciones públicas” de las ciencias sociales, pero no es únicamente eso. La encrucijada no es más que un sector de la ciencia, la cual comprende otros sectores que se describen a través del concepto de ciencia de síntesis, o de su interdisciplinariedad.
Dicha orientación también esconde dos concepciones distintas, una verdadera y otra falsa. Algunos estudiosos de las relaciones públicas admiten que su objeto fundamental consiste en buscar una generalización y sistematización de los resultados obtenidos por las diferentes ciencias sociales en el dominio particular de la gestión de la comunicación entre un emisor y sus públicos (Grunig y Hunt, 1984). Se trata de un complemento de la concepción pluridisciplinaria de las relaciones públicas. Creen que la ciencia de las relaciones públicas no tiene campo propio al nivel de la observación de los hechos, que las relaciones públicas deben ser analizadas a este respecto por cada ciencia particular siguiendo métodos especiales. La ciencia de las relaciones públicas no existe como ciencia autónoma más que a un nivel superior: intentando sintetizar los resultados obtenidos por cada ciencia social en el dominio de la comunicación entre una organización y sus públicos.
Este planteamiento raramente se ha formulado de manera explícita (véanse Matrat, 1971; Grunig, 1983; Grunig y Hunt, 1984; Simon, 1980; Botan, 1989; Porto Simões, 1993; Motion y Leitch, 1996; McKie 2001; Xifra, 2014), aunque haya inspirado a la mayor parte de expertos cuando hablan de la ciencia de las relaciones públicas. Se encuentra en bastantes textos que no están fundados en la observación directa, sino en métodos deductivos.
Sin embargo, el enfoque de la ciencia-síntesis plantea problemas metodológicos. La concepción de que es posible, por un lado, recoger los hechos para la observación y la experimentación y, por otro lado, obtener de estos hechos unas síntesis generales por razonamiento deductivo, es errónea. “La sistematización de los resultados de distintas ciencias sociales que utilizan procedimientos heteróclitos vulneraría el propio proceso científico. En el proceso del conocimiento científico no pueden disociarse así dos partes del mismo: observación y experimentación, por un lado, y deducción, por otro. Recordemos simplemente la influencia de la teoría en la propia observación” (Rodrigo, 1995, p. 14).
Pero si en el contexto de las relaciones públicas la sistematización se efectúa separadamente en cada categoría de ciencia social, por la porción de ésta concerniente a la comunicación, no será posible ninguna visión de conjunto del fenómeno de las relaciones. Se yuxtapondrán los análisis de las relaciones desde los puntos de vista sociológico, psicológico social, histórico, económico, etc., sin llegar a un análisis del fenómeno relacional en sí. De ahí la necesidad de una sistematización efectuada desde la propia perspectiva de las relaciones públicas, pudiéndose hablar en esta línea de la ciencia de las relaciones públicas como ciencia de síntesis.
Conclusión
Actualmente, el campo de las relaciones públicas está dividido en dos partes: 1) un dominio que le es común con las otras ciencias sociales, que contemplan el problema de la comunicación, las relaciones y los públicos desde su propio punto de vista; 2) un dominio propio, en cierto modo “residual”. La unidad de la ciencia de las relaciones públicas existe al nivel de la sistematización en este sentido: de una parte, contempla todos los problemas relacionados con la cuestión de las relaciones (central para ella, marginal o semimarginal para las demás ciencias sociales) y, de otra, agrupa todos estos campos diversos para intentar una síntesis de conjunto.
Como ocurre, por ejemplo, con la ciencia política, las relaciones públicas no abandonan la investigación concreta. El especialista en relaciones