Bastardos de la modernidad. Alexander Torres
social, cambió el sentido de la historia y la literatura al mostrar que el destino individual está impulsado por imperativos externos a él. El recurso a la historia, por lo tanto, parece indispensable para comprender al individuo del siglo XIX. La novela de aprendizaje demuestra, respecto a esto, que la suerte de todos se entiende desde una perspectiva colectiva. (Le roman d’apprentissage au XIXe siècle 54)53
Bajtín, al considerar como un punto culminante dentro de la literatura universal la manera en que queda reflejado el tiempo histórico en el Meister de Goethe (“La novela de educación y su importancia” 217), y Bury, al identificar la impronta de la historia reciente en el Bildungsroman francés, aluden a la conciencia histórica descrita por Löwith, la que rompe con la tradición y ve en los acontecimientos históricos el destino de la humanidad. La historia occidental de fines del XVIII que condiciona la creación de la novela de formación en Alemania, al desembocarse en el siglo XIX, es también determinante en la producción tanto del Bildungsroman francés como el inglés, lo cual sugiere que este tipo de novelas tendría que entenderse no sólo a nivel del individuo, sino también a nivel colectivo.
Desvíos teóricos y prácticos en los albores de una nueva sociedad
Como ya se ha dicho, la Ilustración se caracteriza en términos generales por ser un movimiento que promueve la autonomía, la humanidad como fin en sí mismo y la universalidad. Sin embargo, como implica la generalidad de estos rasgos, había otras ideas que circulaban entre los pensadores ilustrados. Una fue la del progreso. Todorov establece que
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la fe en el progreso lineal e ilimitado del género humano pudo tentar a determinados pensadores de la Ilustración … Todos estos autores creen que, pese a los retrasos y la lentitud, la humanidad podrá llegar a la mayoría de edad gracias a la difusión de la cultura y del saber. Hegel retomará y reforzará esta visión de la historia como cumplimiento de un designio, después lo hará Marx, y por medio de este último pasará a la doctrina comunista. (20–21)
Una de las críticas a la Ilustración, además de la acusación que cayó sobre ésta de ser extremadamente racionalista, se debe a esta idea, pues se considera un aspecto del pensamiento ilustrado que justificó en el siglo XX “la carnicería de dos guerras mundiales, los regímenes totalitarios que se establecieron en Europa y en otros lugares, y las mortíferas consecuencias de los inventos técnicos” (19–20). No obstante, Todorov advierte que no todos los ilustrados se adherían ciegamente a la idea del progreso. Por ejemplo, Voltaire y Jean le Rond d’Alembert eran más cautos que otros al respecto y Rousseau “se opondr[ía] frontalmente a esta concepción” (20–21, 21). Para éste, “el rasgo distintivo de la especie humana no es el avance hacia el progreso, sino sólo la perfectibilidad, es decir, la capacidad de hacerse mejor y de mejorar el mundo, aunque sus efectos ni están garantizados, ni son irreversibles. Esta cualidad justifica todo esfuerzo, pero no asegura el menor éxito” (17). El progreso, por su parte, es una de las vertientes teóricas presentes en la Ilustración que se observa tanto en la interpretación historicista que prevalecerá en el pensamiento occidental como en la justificación del capitalismo moderno. La cautela de Voltaire y d’Alambert y la oposición de Rousseau ante la idea del progreso anticipan lo que llega a significar en cuanto rasgo constitutivo de lo que luego se identificará como la sociedad industrial. Los que se adherían al progreso, como el fisiócrata Anne Robert Jacques Turgot y el escritor y filósofo alemán Gotthold Ephraim Lessing (20–21), serían portavoces de una visión de la humanidad que condicionaría el modo en que se desarrollan las sociedades occidentales modernas. En otras palabras, el progreso se confundiría con la capacidad humana de “de hacerse mejor y de mejorar el mundo” (21).
Hay diferentes modalidades en que se manifiesta el progreso en el pensamiento occidental predominante, evidente en el de pensadores como Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Karl Marx o Auguste Comte. En su lectura de las influencias escatológicas de procedencia religiosa del pensamiento occidental, Löwith revela que
[e];l famoso fragmento de Lessing acerca de La educación del género humano [1780] se basa en la idea de una progresiva revelación que se resuelve en una tercera edad, idea que Lessing asimila explícitamente a la doctrina de los ←28 | 29→joaquinistas, aunque socava la fe en la revelación, reemplazándola por la educación (núms. 1–4) … La tercera edad fue concebida por Lessing como el reino venidero de la razón y de la propia realización humana, y, no obstante, como la consumación de la revelación cristiana.
La influencia de Lessing fue profunda y de un alcance extraordinario. Afectó a los socialistas saintsimonianos en Francia, e incluso la ley de los tres estados de Comte se halla probablemente influida por ella, pues el ensayo de Lessing fue traducido por un saintsimoniano cuando Comte pertenecía todavía a dicho grupo. La teoría de Lessing fue también adoptada por los filósofos ideali[s];tas alemanes, los cuales –en su intento de racionalizar la doctrina cristiana– se refieren al Evangelio espiritual de San Juan como el más filósofo de ellos … (237–238)
Señala que, si bien la concepción del despliegue de la historia en el sentido judeocristiano sufre un proceso de secularización a partir de la modernidad ilustrada, su aspecto teleológico se conserva en el pensamiento europeo occidental. Otra forma sería la que se expresa desde la doctrina económica de la fisiocracia, de la que Turgot, junto con François Quesnay, era uno de sus principales representantes y teóricos. Como indica Todorov, éste también creía en el progreso, pero en relación con la importancia que le daba a la economía. Robert A. Nisbet afirma que
lo más importante de [las] Reflexiones de Turgot está relacionado con las obras del mismo autor sobre el progreso. En la “Historia universal”, sobre todo en su primera parte, Turgot había esbozado el progreso normal de la empresa económica a través de las tres grandes épocas, en las que la última, la de la libre empresa, se presentaba como una culminación. Turgot ve cada una de las épocas como resultado del progreso alcanzado en la anterior …
En pocas palabras, casi un siglo antes de Marx y su análisis del capitalismo como resultado de la historia y el desarrollo de la fase económica precedente, vemos que Turgot estudia el nuevo sistema económico precisamente en esos mismos términos: los del progreso y el avance en el tiempo. (261–262)
La interiorización de la economía dentro de las estructuras epistemológicas del progreso y del historicismo teleológico le confiere a ésta una proyección de gran envergadura. Se vuelve, por consiguiente, un elemento fundamental que llega a caracterizar “el avance mecánico hacia la perfección” (Todorov 21).
De una manera más abstracta, Michel Foucault trata la importancia que cobra la economía en el pensamiento europeo occidental en el siglo XVIII. Se distingue en un fenómeno que denomina “gubernamentalidad”. Foucault afirma que
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[François] Quesnay habla de un buen gobierno como de un “gobierno económico”; encontramos en él el momento en que aparece esta noción, que en el fondo es una tautología, ya que el arte de gobernar es precisamente el arte de ejercer el poder en la forma y según el modelo de la economía. Pero si Quesnay dice “gobierno económico”, es que la palabra “economía” … ya está tomando su sentido moderno, y en ese momento ya se muestra que la esencia misma de este gobierno, es decir, del arte de ejercer el poder en la forma de la economía, va a tener como objeto principal lo que ahora llamamos economía. El término “economía” … en el XVIII designará un nivel de realidad, un campo de intervención, a través de una serie de procesos complejos y creo que absolutamente capitales para nuestra historia. En esto consiste, por tanto, lo que es gobernar y ser gobernado. (“La ‘gubernamentalidad’ ” 182–183)
Refiriéndose, además, al artículo de la Encyclopédie (1751–1772) sobre economía política (1755), escrito por Rousseau, plantea el problema que representa la fusión entre política y economía. La incógnita que se formula en este texto al respecto es “¿cómo podrá [el] prudente gobierno de la familia … ser introducido en el interior de la gestión general del Estado?” (182). Y la