Bastardos de la modernidad. Alexander Torres
desempeñan un papel decisivo en su desarrollo personal. Aunque las dos obras tienen tanto estructuras como desenlaces diferentes –uno termina en el suicidio, el otro en la integración social–, hay en cada una un proceso de formación individual o, para parafrasear a Ireland, uno en que el sujeto protagónico pasa de un estado a otro, de una posición a otra, como resultado de los desafíos con que se cruza (123). En resumidas cuentas, se mantiene que las dos obras de Goethe representan dos modelos del Bildungsroman, es decir, dos procesos de Bildung con distintas implicaciones.
Es importante profundizar en las similitudes y las diferencias de estos dos paradigmas. Como se acaba de aludir, ambas novelas reflejan el conflicto entre el héroe y la sociedad (Anchor 125). Y como observa Rodríguez Fontela respecto al Bildungsroman, lo que subyace en este conflicto es un esquema dialéctico evocador de la fenomenología hegeliana: “individuo / mundo → Yo” (48). Pero Werther, a diferencia de Wilhelm Meister, “el alma monádica echada a perder – el individuo que no puede adaptar tanto sus emociones internas como sus anhelos y deseos a la realidad externa” (Nicholls 186).40 Los protagonistas goetheanos, como se indicó en el párrafo anterior, muestran dos posibilidades en cuanto al proceso de Bildung reflejado en sus novelas correspondientes: (1) “el alma monádica ‘sin ventanas’ ” que resuelve “el conflicto entre el héroe y la sociedad con el suicidio” y (2) la “solución armónica al conflicto yo-mundo” que consigue Wilhelm Meister al casarse e incorporarse a un grupo aristocrático llamado la Sociedad de la Torre (Nicholls 159; Anchor 125; Rodríguez Fontela 49).41 La primera opción se repite en el Bildungsroman francés. Y si bien novelas como Le Rouge et le Noir e Illusions perdues no culminan en el suicidio del protagonista, éste definitivamente termina expulsado de o en los márgenes de la sociedad. En otras palabras, no logra o descarta la pragmática integración social que elige Wilhelm Meister. Adam Bresnick, por ejemplo, nota que, en comparación con el Bildungsroman clásico (Wilhelm Meister), la novela Illusions perdues de Balzac es sobre un proceso de Bildung fracasado (823). De acuerdo con el modelo denominado “clásico” del Bildungsroman, “la transformación de la juventud en madurez” reflejada en el protagonista no se ←18 | 19→puede desvincular de una legitimación de “las formas socioculturales a las que el héroe novelístico se ajusta ceremoniosamente al concluir la novela” (Bresnick 823).42 Relativo a las normas socioculturales que caracterizan el mundo que lo rodea, el personaje principal de Illusions perdues, Lucien de Rubempré, es un ejemplo de no integración. En la novela balzaciana se asiste al resurgimiento de una figura muy parecida a Werther en el sentido de que rechaza o repele las reglas sociales en conformidad con los impulsos que la domina. Si existe en el Bildungsroman una tendencia sobre la socialización fallida, tendría que ser a base de lo que se ha ido notando. Así que en lenguaje sencillo por Bildungsroman se entiende aquí una novela que refleja el proceso de formación individual de un personaje cuyo resultado culmina en una socialización malograda (Werther) o en una socialización exitosa (Wilhelm Meister). En la versión “fracasada”, de hecho, parece que se está asistiendo a los efectos de un mundo cada vez más anómico. Émile Durkheim, con quien se asocia el concepto de la anomia, explica en su libro El suicidio (1897) que “procede del hecho de que, a ciertos niveles sociales, faltan fuerzas colectivas, es decir, grupos constituidos para reglamentar la vida social” (330). En otras palabras, es la ausencia de un anclaje social profundo.
La novedad que introduce Werther en las letras de lengua europea es una de las características básicas que marcan el Bildungsroman del siglo XIX. Usando las palabras de Jerrold Seigel al referirse al pensamiento alemán de fines del XVIII y principios del XIX en lo que atañe a la idea del yo, el concepto de Bildung implícito en Werther hace del “conocimiento de sí mismo el modelo para conocer el mundo” (39).43 Y como observa Seigel en cuanto a la época referida,
[e];l yo que emergió … a veces era moderado y reservado, como para Herder o Goethe, quienes concibieron a Bildung como el camino de un individuo para asumir el lugar particular que el mundo tenía reservado para ella o para él. Pero para otros, el mundo no ofrecía restricciones para el desarrollo del yo; las formas mismas de su finitud eran el vehículo de su infinitud. (39)44
Pese a que el ejemplo de socialización representado por el personaje de Werther no es un modelo a seguir a pie juntillas, sino más bien una crítica a una sociedad que no le ofrece al individuo un medio para canalizar su complejo mundo interior o un anclaje social significativo que lo contenga, el protagonista de todas formas presenta las posibilidades de una formación individual que prescinde de las delimitaciones sociales establecidas, como es el caso de Lucien de Rubempré. Con relación a este personaje, es interesante observar que Pericles Lewis alega que, “como una posibilidad aterradora”, Illusions perdues juguetea con “la idea de que la objetividad surge de la subjetividad, que no hay leyes, sino sólo convenciones o costumbres” (44).45
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Como ya se señaló, los primeros ejemplos paradigmáticos del Bildungsroman francés serían las novelas de la década de 1830, Le Rouge et le Noir de Stendhal e Illusions perdues (y también Le Père Goriot de 1835) de Balzac. Ahora bien, Wilhelm Meister, como ya se ha referido, se publicó en francés en 1802. Stendhal y Balzac conocen el Meister, pero también la novela Werther, la cual no deja de estar presente en el imaginario literario francés. Aunque existe evidencia de la lectura de Wilhelm Meister por Balzac y Stendhal, este Bildungsroman no parece incorporarse en el pensamiento y la literatura franceses con el mismo nivel de conciencia que en Inglaterra con Carlyle, Lewes y Eliot. Le Rouge et le Noir de Stendhal explicita esto. Se sabe que el novelista leyó esta obra de Goethe. No obstante, de la comprobación de que haya leído la novela no se deduce que escribió Le Rouge et le Noir siguiendo el paradigma del Meister. De hecho, Stendhal “describe Le Rouge et le Noir como una novela que merecía un lugar en la estantería junto al ‘inmortal Tom Jones’ [1749]” (Atler y Cosman 199).46 Pero como revela el mismo escritor en 1832, el tono de su novela es distinto del de la de Henry Fielding: “¿Hasta dónde debe llegar el tono de familiaridad del autor que cuenta la novela? ¿Prepara bien la familiaridad extrema de Walter Scott y de Fielding para seguir el autor en sus momentos de entusiasmo? ¿No es el tono del Rouge demasiado romano?” (2: 167).47 Según de Diego, se puede identificar un Bildungsroman de acuerdo con el tono del relato. Por ejemplo, pese al parentesco tipológico que existe entre Wilhelm Meister y la novela Tom Jones, se podría plantear que “el tono varía la función” de cada obra (21). Dos aspectos importantes que tienen en común Tom Jones y Wilhelm Meister son el hecho de que, según los estudios que hace Bajtín sobre la novela, son obras en que figura el cronotopo del camino y en que también “[l];as relaciones con personajes secundarios, instituciones, países, etc., ya no tienen un carácter de aventura superficial” (“La novela de educación y su importancia” 209). El desplazamiento del protagonista por el mundo –”el camino pasa por el país natal, y no por un mundo exótico ajeno” (“Las formas del tiempo y del cronotopo” 395–396)– es una característica fundamental de la novela. No obstante, una de las características que diferencia la obra narrativa de Goethe de novelas que la preceden es que aquélla refleja un mundo pulsante, donde el espacio sufre los cambios del tiempo, mientras que en éstas el mundo es “un fondo sólido e invariable” (“La novela de educación y su importancia” 222). La visión del mundo como pulsante está relacionada con el impacto del pensamiento spinoziano-leibniziano de Herder en Goethe, a saber: la Naturaleza como vida creativa, el ser como un devenir constante (Safranski 247). Esta visión filosófica ya está presente en Los padecimientos del joven Werther. El hecho de que el protagonista trágico perciba la naturaleza como “viva” lo demuestra (Goethe 65). Si bien Tom