Crononautas. Alejandro Polanco

Crononautas - Alejandro Polanco


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una serie que, en su contenido, guarda relación con el tiempo cronológico, de ahí su título, que es el que también conforma el de este libro: Crononautas. Un crononauta no es más que un viajero del tiempo, cosa que en realidad somos todos, pues continuamente estamos viajando del pasado al futuro encarcelados en un eterno estado al que llamamos presente. En este bloque pueden encontrarse varias historias sobre presuntos crononautas, así como otras bagatelas en las que el tiempo se toma como ingrediente fundamental. Agradezco profundamente a Chris Aubeck el tiempo que ha dedicado a investigar algunos de estos casos y, sobre todo, su amistad e interés a la hora de hacerme llegar información muy valiosa sobre el caso de Rudolf Fentz. Pasando al segundo bloque, la Tierra, nuestro planeta, pasa a ser el protagonista sobre todo a través del repaso de algunas catástrofes naturales realmente impactantes. Finalmente, en el último bloque, bajo el título de Príncipes del ingenio, he seleccionado una colección de pequeñas biografías sobre personajes sorprendentes. Muchos de esos artículos aparecieron anteriormente en la revista Historia de Iberia Vieja. Y ahora, sin más retraso, pasemos a curiosear.

      Notas

      1 Tecnología Obsoleta: www.alpoma.net

      UNA BAGATELA PARA COMENZAR

      Quevedo y el ataque de la sombra

      Publicado en Tecnología Obsoleta.

      31 de agosto de 2010.

      Recientemente, conversando con un excelso pintor gallego, recordé una anécdota que hacía muchos años dormía entre mis recuerdos de curiosidades. Todo surgió porque alguno de los presentes mencionó cierta película de estreno sobre Lope de Vega y sus aventuras, a lo que no pude contenerme y solté esta historia sobre otro de los grandes de la literatura española, para diversión de los presentes. Francisco de Quevedo. Desconozco hasta qué punto pudo suceder este episodio tragicómico de la forma en que se ha contado a lo largo de los siglos, cosa a la que, sin duda, contribuyó de buen grado el propio Quevedo, muy gustoso de este tipo de alabanzas.

      Camina don Francisco por las oscuras calles de Madrid cierta noche, a la altura de la Plaza del Ángel cuando algo alerta su sentido de la amenaza. Con fuerza toma la empuñadura de su espada, en previsión de la presencia de algún enemigo, cosa nada rara pues Quevedo era famoso por sus muchos líos y su querencia por los duelos. Los perros ladran nerviosos, algunos viandantes gritan y corren, pero en la negrura nocturna no se adivinaba la presencia de nada realmente peligroso. En guardia, percibiendo a su espalda unos pasos extraños, grita y amenaza a su atacante, pero éste no cede el paso y salta sobre el genio de las letras que, lleno de furia, comienza a blandir al aire y completamente a ciegas su espada. Quiso la fortuna que, en uno de esos lances, el afilado metal topara con algo. ¡Ahí se encontraba su perseguidor! Sin prevención alguna, soltó estocada tras estocada sobre el oscuro bulto que no dejaba de gemir lastimeramente.

      Triunfante el escritor, convencido de haber dado muerte a uno de sus rivales en algún turbio asunto político o amoroso, grita su júbilo a los cuatro vientos. Ante esta escena se presentaron muchos vecinos, llevando antorchas para iluminar la calle que, para sorpresa del espadachín, es muy diferente a lo que había imaginado. La luz desveló que, en realidad, el enemigo era una peligrosa pantera salvaje que había escapado poco tiempo antes de las estancias de un embajador, que mantenía al animal como diversión personal y que, tras su fuga, había atemorizado a todo Madrid. Al ver a la infortunada bestia, sangrante y sin vida tendida en el suelo, comentó el héroe que, de haber sabido que el atacante era un animal, seguramente hubiera corrido a esconderse en lugar de afrontar lo que, tal y como pensó desde el primer momento, era el ataque de uno de sus adversarios.

I CRONONAUTAS

      Pedazos de tiempo

      Publicado en Tecnología Obsoleta.

      18 de enero de 2007.

      El sentido común, o mejor, nuestro cerebro creando una ilusión, nos indica que el tiempo transcurre sin ninguna duda desde el imborrable pasado hacia el futuro, a través del presente. Eso es lo que sentimos, vemos y tenemos por cierto, pero ¿qué es el tiempo? Acertadamente San Agustín de Hipona señaló conocer lo que era el tiempo, hasta que se le preguntaba si podía explicarlo con palabras. En ese momento, todo el arsenal del lenguaje humano se muestra impotente, no hay palabras para tal fin.2

      Para la ciencia el tiempo es también algo complicado de manejar. Los físicos toman el tiempo simplemente como aquello que es medido por los relojes, ni más ni menos. Los matemáticos prefieren ir un poco más allá y conciben el tiempo como un espacio continuo unidimensional o, a lo sumo, un espacio formado por elementos puntuales. Por motivos prácticos, suele asociarse al tiempo con el concepto de cuarta dimensión, aunque en realidad las tres dimensiones del espacio poco tienen que ver con el tiempo, a pesar de estar completamente relacionados tal y como la Relatividad General nos enseña. Para algunos físicos, a escala cuántica el tiempo y el espacio podrían perder su naturaleza independiente para entrar a formar parte de un todo universal, de hecho, en los primeros instantes tras el Big Bang, tiempo y espacio se encontraban unidos.

      Por extraño que pueda parecer, algunos físicos consideran al tiempo formado por cronopartículas y se ha creado una unidad teórica por debajo de la cual sería imposible la medición temporal. Sería la unidad mínima de tiempo, o el instante perfecto si se quiere llamar así. El fluir del tiempo estaría formado por una infinita sucesión de estas partículas, los cronones. Un cronón tendría una duración de sólo 2×10−23 segundos, algo inconcebiblemente pequeño. Este tiempo, ya sea continuo o formado por ínfimos cronones, debió tener un comienzo. ¿Qué existió antes del tiempo? No parece haber respuesta para esta mareante pregunta. En el instante cero, cuando en la Gran Explosión surgió nuestro universo, se inició el fluir temporal que llega a nuestros días. Posiblemente, antes que el nuestro, existieran otros universos con sus propios “tiempos”.

      Una de las razones por las que los físicos se muestran convencidos acerca del origen del tiempo tiene que ver con un pertinaz concepto de la termodinámica: la entropía. En un sistema cerrado, como lo es nuestro cosmos, la entropía, la cantidad total de “desorden”, aumenta con el paso del tiempo. Es esta una ley universal e inmutable, aunque algunos osados opinan que la propia vida, con su capacidad de crear orden a partir del caos, lucha contra la entropía. Si el desorden aumenta de forma continua, el universo no puede haber existido siempre, porque se debería haber alcanzado el nivel de máximo desorden en un pasado infinitamente lejano. No parece que el universo esté llegando al nivel de máximo desorden preconizado por la ley de la entropía. No vemos cómo se desintegran los átomos por doquier ni al cosmos agonizando en un mar de energía. Tiempo habrá para eso, dentro de miles de millones de años. Vivimos en un universo plagado de estructuras ordenadas, planetas, estrellas, galaxias, seres humanos…

      Un universo eterno, léase con un tiempo de vida infinito, no sería posible según la entropía. Por otra parte, existe otro argumento contra la eternidad universal, tanto espacial como temporal. En un cosmos infinitamente grande en tamaño y en tiempo sería imposible la vida. La luz emitida por infinitas estrellas en infinitas direcciones generaría un espacio omnipresente más caliente que la superficie de nuestro Sol. La conclusión de la ciencia, puede decirse que del sentido común, es que el universo en que habitamos es finito espacialmente y tuvo un principio. No es eterno, no durará para siempre. Otros universos pudieron precederle y otros igualmente podrían aparecer tras su muerte. Incluso nuestro cosmos podría estar conviviendo con otros, ignorados y aislados entre sí en un marco mucho más amplio, inimaginable, fuera del tiempo y del espacio.

      Nuestro tiempo y nuestro espacio nacieron hace unos quince mil millones de años. Ahora que sabemos de la finitud del espacio y el tiempo, habrá que volver a la pregunta sin respuesta: ¿qué es el tiempo? Como le sucedía a San Agustín, entiendo lo que el tiempo representa, pero no tengo ni idea de cómo explicarlo, no encuentro las palabras adecuadas que definan de forma inequívoca


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