¿Evasión o expulsión?. María del Carmen Parrino
entonces es menos probable que deserte (Tinto, 2006b).
Este modelo se complementó y diversificó mediante el aporte de otros autores. John P. Bean (1980) lo combina con el modelo de productividad, adaptando las variables en forma coherente. Establece que las intenciones que se manifiestan en la conducta son predictoras de la permanencia en los estudios y están guiadas por las creencias que forman las actitudes. Se trabaja en una comparación permanente entre las variables propias de los recursos humanos, y condiciona la permanencia en la institución a la satisfacción con los estudios, de la misma forma que la satisfacción con el empleo condiciona la permanencia en el ámbito laboral. Posteriormente se incorporan las particularidades personales que están afectadas por los intereses, las aspiraciones y las motivaciones personales, que se suman al clima institucional y a diversos factores de índole académica. Se incluyen también la persistencia educacional, los factores contextuales, sociales y académicos, a los que se incorpora una teoría vocacional que vincula la pertenencia, las metas de logro y las propias expectativas de desempeño.
En otro modelo, se destacan características personales, como las aptitudes, el rendimiento, la personalidad y las aspiraciones; institucionales, como la admisión, el número de estudiantes, la selectividad; el entorno institucional, las interacciones con miembros de la institución y la calidad del esfuerzo (Pascarella y Terenzini, 1991). Mientras que John C. Weidman (1989) incluye otras variables que, de hecho, están incorporadas al estudiante, como el nivel socioeconómico, los valores, las aptitudes, las presiones familiares y sociales que actúan como fuerzas que generan desequilibrios.
Modelos económicos
Los modelos económicos representan otra línea de construcción teórica que permite explicar la deserción; entre ellos, los modelos costo-beneficio encuadran a quienes optan por el estudio porque perciben que los beneficios de tipo económico y social asociados son mayores que los derivados de otra actividad posible, como el trabajo. Básicamente, el análisis realizado desde la perspectiva económica es un análisis donde el estudiante evalúa el costo que debe realizar y lo contrapone a los beneficios que espera recibir una vez que haya alcanzado el diploma, y considera los costos de postergación (Himmel, 2002). También, cabe considerar las posibilidades del estudiante de solventar los costos asociados a sus estudios y opciones de solución alternativas.
En segundo lugar, los modelos economicistas se plantean en relación con una elección del estudiante que considera el estudio y los años dedicados a él como una forma de inversión a la que destina tiempo, energía y recursos que podrían rendir otros beneficios si los colocara de otra forma (Cabrera y otros, 2006). En este caso, el recupero a futuro será mayor que los costos de permanecer, y el ingreso económico posible de hoy (o el costo de oportunidad) debe superar el recupero como egresado. En estos modelos, se hace referencia a las teorías de capital humano. Cuando un estudiante decide realizar una carrera, asume todos los costos del estudio, ya que él personalmente, o su familia, deberá financiarlos, aun en el caso de una universidad gratuita. A estos costos debe adicionarse el costo de oportunidad, que implica no poder trabajar o no poder ocupar un mejor empleo o un mejor cargo, dado que está estudiando. Cuando los estudiantes perciben que los beneficios sociales y económicos que puede generar su carrera son inferiores a los que pueden recibir por otras actividades, pueden optar por dejar sus estudios.
En tercer lugar, otra línea de trabajo se ocupa de los modelos de focalización de subsidios (Díaz Peralta, 2008; Himmel, 2002). En esta línea, se revisan los subsidios a los estudiantes en virtud de las posibilidades reales para costear sus estudios, con consecuencias en la permanencia en el sistema de educación superior; entre los subsidios totales o parciales, se consideran becas de matrícula, de alimentación, de materiales o préstamos. Ejemplo de ello es el trabajo desarrollado por Alberto Cabrera, Amaury Nora y María Castañeda (1993), que enfoca la deserción en una perspectiva económica que analiza las relaciones de costo-beneficio.
Otras investigaciones postulan el modelo consumo para algunas carreras y el modelo inversión para otras, también desde una perspectiva económica. En este sentido, Latiesa (1992) plantea dos modelos tales que el estudiante opta, sin saberlo, por uno de ellos al elegir la carrera. En el modelo consumo, el estudio universitario es un bien suplementario. En este caso, los estudios tienen una inserción profesional aleatoria, su salida laboral es escasa y, por lo tanto, los estudiantes simultáneamente se preparan en otras áreas, como idiomas o computación. Los costos que los alumnos están dispuestos a afrontar son proporcionales a los ingresos futuros que perciben van a recibir; es decir, bajos. Entonces deberán corresponder a una carrera fácil de estudiar y barata en recursos a invertir. El modelo inversión, en cambio, que responde a carreras como Derecho y Medicina, corresponde a una mayor cantidad de horas de estudio, con retribución en el mercado laboral posterior. Se marca una tendencia diferenciada a dos sectores: uno protegido, seleccionado como alumnos pertenecientes a la elite, con mayores beneficios futuros, y otro con altas tasas de abandono y estrategias diversificadas por parte de los alumnos, coherentes con la lectura que hacen del valor actual de los beneficios futuros.
El modelo consumo, según afirma Aparicio (1998), se aplica a los jóvenes pertenecientes a los estratos más bajos, cuya experiencia escolar es más deficiente, para quienes trabajan a la par que estudian y eligen las carreras que pueden realizar. El modelo inversión se aplica a quienes pertenecen a clases sociales con mejor nivel de ingreso, pueden seleccionar la carrera en la que quieren participar y trabajan pocas horas en forma paralela a sus estudios. En este modelo, convergen un riesgo más alto con un nivel más elevado en las exigencias, las expectativas y las gratificaciones diferidas.
Modelos psicológicos
Los denominados genéricamente modelos psicológicos incorporan variables individuales, características y atributos personales de los estudiantes, y revisan en qué medida todos ellos influyen en la deserción o en la persistencia. Históricamente, han sido los primeros en desarrollarse, ya que la problemática, desde sus inicios, se enfocaba exclusivamente en el sujeto como problema individual.
Desde una perspectiva psicológica, los autores Martin Fishbein e Icek Ajzen (1975) analizan la relación entre las creencias, las actitudes, las intenciones y los comportamientos. Este modelo propone que las intenciones personales son una función de ciertas creencias en relación con las consecuencias de la conducta, que influyen en las actitudes sobre ciertos comportamientos del sujeto. Las intenciones en los comportamientos de la persona son funciones de dos variables: las actitudes sobre los comportamientos y las normas subjetivas; ambas actúan sobre la intención de ejecutar de la conducta y se expresan como una manifestación del comportamiento. El modelo analiza los rasgos propios de la personalidad del sujeto, basados en las creencias que condicionan las actitudes en base a sus normas subjetivas y a la intención respecto de ejecutar las conductas. Este proceso se retroalimenta mediante la evaluación de los comportamientos propios y de los demás. La deserción resulta, entonces, consecuencia de comportamientos pasados, actitudes y normas que conducen a los comportamientos a través de la formación de las intenciones que, en este caso, manifiestan un debilitamiento respecto de las intenciones iniciales (Andres y Carpenter, 1997).
El modelo de Corinna A. Ethington (1990) para la persistencia de los estudiantes profundiza y complementa trabajos anteriores y revisa la aplicabilidad de la teoría postulada por John Eccles y sus colaboradores en 1983. Esta teoría formula que los logros del comportamiento están definidos en función de la perseverancia, la elección y el rendimiento para mantenerse en los estudios. La premisa principal expresa que los rendimientos anteriores actúan sobre los logros futuros mediante la influencia de los estímulos familiares, del propio concepto (llamado autoconcepto[9] en psicología), la percepción de las dificultades de las actividades, los objetivos, los valores y las expectativas de éxito de los estudiantes. El modelo constata en forma empírica que los valores, las expectativas y el nivel de las aspiraciones tienen influencia directa en la perseverancia, ya que afectan la decisión de continuar los estudios.
Otra propuesta está dada por modelos que incorporan el análisis de los procesos psicológicos y los relacionan con la integración académica y social. En este caso, John P. Bean y Shevawn B. Eaton (2001) plantean la teoría de la actitud y del comportamiento; la teoría del comportamiento de copia, en tanto capacidad de adaptación; la teoría de la autoeficacia,